No obstante, hay una dimensión en este proceso de reactivación que preocupa y que es motivo de atención: no se están generando los puestos de trabajo necesarios para recobrar las plazas perdidas durante la crisis y para brindar empleo a los jóvenes que buscan insertarse por primera vez en el mercado laboral.
El presidente Obama en su primer informe del Estado de la Unión hace pocas semanas se refirió a la situación de los millones de desempleados y las dificultades que afrontan, señalando que la generación de empleo será la máxima prioridad de su gobierno. “El empleo debe ser nuestro objetivo número uno en 2010 y por eso pido este año un proyecto de ley para la creación de nuevos trabajos”, dijo Obama al Congreso.
Según el director del Fondo Monetario Internacional, Strauss-Kahn, “la mayor parte de las economías avanzadas y algunas emergentes tienen un alto desempleo, así que es difícil afirmar que la crisis ha terminado cuando el paro no se reduce”. En su criterio la crisis mundial no concluirá mientras el desempleo sea elevado y las políticas públicas deben dirigirse a la creación de trabajo.
En Costa Rica la desocupación de la mano de obra es también un problema que exige respuestas urgentes del gobierno. El aumento de la tasa de desempleo en el último año, al pasar del 4,9% en 2008 al 7,8% el año pasado, constituye una señal de alarma por las implicaciones humanas y sociales que significa y por el desperdicio económico que representa.
Resulta impostergable la formulación de una “política nacional de empleo”, de la que carecemos en el país desde hace muchos años. Así lo expresó la OIT en el estudio elaborado por Eduardo Alonso publicado en marzo de 2004; y lo reiteró recientemente la Contraloría General de la República en relación con el empleo público.
La generación de puestos de trabajo se ha visto en nuestro país como un subproducto del crecimiento de la producción y del aumento de las exportaciones, y no como un elemento esencial de la estrategia de desarrollo nacional. Esa visión la contradice la realidad actual. Las economías se recuperan de la recesión pero no están creando empleos.
Durante la campaña electoral, la candidata Laura Chinchilla, ahora presidenta electa, puso gran énfasis en el “trabajo decente para los adultos”. Creemos que esa debe ser, efectivamente, una prioridad en su administración. Y no debe subordinarla a los criterios extremistas de quienes reverencian la estabilidad macroeconómica como virtud suprema, algo que muchos males le ha ocasionado a Costa Rica al postergar obras esenciales en infraestructura en aras del equilibrio fiscal y al contener la inversión privada con altas tasas de interés.
La formulación de un plan nacional de empleo sustentado en los principios del trabajo decente, concebido como “ocupación productiva justamente remunerada que se ejerce en condiciones de libertad, equidad, seguridad y respeto a la dignidad humana” debe ser un imperativo.
Un plan de esa naturaleza debe contemplar tanto el corto como el mediano plazo; elaborarse de manera tripartita entre el gobierno y los gremios laborales y empresariales; integrar políticas públicas y contar con una decidida voluntad política. Ojalá doña Laura ponga todo su empeño en lo prometido.