Los mismos dan cuenta del cambio profundo que se ha vivido en las dos últimas décadas en nuestros países, luego del colapso de las experiencias del neoliberalismo económico implantadas en ellos y de haberse exterminado, prácticamente, cualquier tentativa popular por acceder a la democracia y a la equidad social, basándose en la doctrina de seguridad nacional impuesta desde Estados Unidos.
Con ello, bastaría que esa voluntad fuera encauzada adecuadamente para ir más allá de la simple defensa del hilo constitucional, dándosele oportunidades de crear las condiciones que hagan imposible la repetición de la vieja fórmula del golpe de Estado, así éste se halle arropado por formalidades legalistas, como ocurriera impunemente en Honduras. Esto se podrá lograr si se cambian las relaciones de poder imperantes en nuestras naciones, con un cambio estructural que afecte significativamente el Estado burgués tradicional y el empoderamiento de las masas populares mediante el ejercicio soberano de la democracia participativa y protagónica. En este sentido, los nuevos gobernantes inspirados en el deseo común por vivir en una sociedad de nuevo tipo tendrían que mostrarse audaces a la hora de impulsar cambios, teniendo como su principal base de sustentación al pueblo organizado y consciente. De otro modo, los planes desestabilizadores continuarán siempre vigentes en la agenda de los grupos derechistas y ultraderechistas que han sido desplazados de las estructuras de gobierno, pero que siguen aferrados a su aspiración de recuperarlas, respaldados no nos cause sorpresa alguna por sus mentores estadounidenses.
Aún así, es necesario dotar al pueblo de herramientas teóricas que le permitan definir el momento histórico y las circunstancias a promover y a vencer en esta lucha contra la exclusión social, la explotación de los trabajadores y la dependencia económica, militar y tecnológica. Si las enmarcamos en lo que llamamos socialismo del siglo XXI, habrá que escudriñar a fondo lo pasado durante los siglos pasados en nuestra América, cuáles fueron sus perspectivas abortadas y sus potencialidades actuales, redefiniendo desde las bases populares lo que es la democracia, de manera independiente y sin dogmas que terminen por secuestrarla y distorsionarla en función de los intereses de una nueva minoría burocratizada.
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