Yo era callista entonces, pero acepté la propuesta del referéndum, que vino aparentemente de la oposición al CAFTA, pues estaba seguro de que el gobierno haría fraude, y como creía que el asunto rebotaría en la calle de todas maneras, nada se perdería con probar primero un modo más civilizado.
La desconfianza por el estándar de honradez es tanta que habría que considerar si la idea del referendo no vino del mismo palacio, para evitar la confrontación en la calle: el estado de derecho. Es evidente que había que evitar un combo para poder firmar el CAFTA con Bush, y que el tratado no hubiera sido igual con Obama, o no lo hubiera habido. Los sindicalistas, y don Rolando Araya hubieran preferido que el asunto se decidiera en la calle, y el evento demostró que tenían razón. Su posición era que someterlo a un referéndum podría no provocar una reacción de “la calle” al fraude esperable, pues siempre se podría alegar que no lo había, y que los irrazonables eran los opositores al CAFTA a pesar de “la voluntad de la mayoría”.
No puedo decir como dicen que el referéndum “ejecutivo” se dio con el aval del principal partido de oposición, porque ya estaba palabreado, ni si era indebido del tribunal electoral permitirle al presidente hacerlo “ejecutivo” cuando la petición vino del pueblo para no irse a la calle (el pueblo fue más responsable). Pero claro que el “ejecutivo” me parece indebido; y solo tengo que admitir que no confío en ningún procedimiento que el “estado de derecho” manipulado por la aristocracia utilice para imponer su despotismo. Ahora resulta que el ministro de seguridad no llamó al fiscal para favorecer a don Rodrigo Arias en su carácter de ministro, sino porque son primos: ¡los 14! ¡La cosa nostra! “Stando così le cose”: otro ejemplo de que una disculpa puede ser más ofensiva que una ofensa, como la del bufón que se disculpó con el rey por tocarle el trasero, porque lo confundió con la reina.
Si me sorprendieron mucho algunos resultados. Primero, que los proponentes y actores del referéndum, siendo abogados notables, no hubieran anticipado que el presidente se adueñaría de él como referéndum ejecutivo para manipularlo. Segundo, que el presidente, premio Nobel de Paz, tuviera el cinismo de tomar partido a favor del SI, y no se molestara en explicar a la población los pros y los contras del CAFTA, como me parece que era su obligación. Tercero, que en la campaña del SI participara de manera tan intervencionista el gobierno de los Estados Unidos y la AMCHAM. Cuarto, que hubiera una intervención mal intencionada de última hora del gobierno americano amenazándonos con cerrarnos el mercado si triunfaba el No, y que los periódicos locales tuvieran la falta de honestidad de darle difusión cuando ya había veda.
Quinto, que el principal candidato de la oposición al CAFTA corriera a avalar el resultado del referéndum apenas anunciado, y a pesar de la evidencia de fraude por todas las razones expuestas. Sexto, que ningún político se asociara al rechazo popular, dejando que se disipara aquella enorme fuerza del descontento popular. Y sétimo, que los comités patrióticos no hubieran sido capaces de coordinar ninguna acción opositora, llegando al extremo de que habiendo allí tantos puntos de vista diferentes, aprobaron una moción para que todos los acuerdos se tomaran por unanimidad, como ocurrió en el mío: “la calle” nuestra no estaba madura.. El resultado más sorprendente fue sin embargo que hubiera triunfado el SI, cuando todas las manifestaciones anteriores habían sido de rechazo masivo, y la marchita del SI resultó tan patéticamente escuálida que aún puedo ver a Marco Vinicio sudando la gota gorda con la flaca a la par.
Todavía entonces no se había manifestado la crisis económica global que canceló dramáticamente el aumento del mercado americano que el CAFTA prometía. Y claro que no existía el fenómeno de “la calle” en Egipto y los demás países árabes, el que muchos atribuyen al estrujamiento que la crisis les provoca, y especialmente a la alimentaria. Pero mi punto es entonces que el fenómeno de “la calle”, aunque es mundial, o digamos mejor global, empezó aquí en Costa Rica como reacción al CAFTA; solo que nosotros no lo supimos aprovechar; o que en el fondo de nuestros corazoncitos todavía esperábamos que fuera cierta la bonanza que el CAFTA prometía (la moto, el Hyundai, y el BMW); o que nos dejamos babosear; o que nuestros políticos son más maquiavélicos; porque no era solo uno.
Guderburg Bergsson dice en El País, con un título truculento (o con la palabra sublime del general Cambronne), en referencia a Islandia, que “sin ser forzados los países no entran nunca en razón”. Porque resulta que en Islandia botaron al gobierno cuando pretendía hacer un salvataje a un banco nacional con rebaja de salarios y desempleo, tratando de que los más pobres financiaran a los inversionistas que perdieron su plata; y van a mandar a la cárcel a los banqueros irresponsables. Yo no se si el presidente de Islandia es un demagogo como dice Bergsson o un héroe como asegura el artículo Islandia Rompe el Naipe que circuló don Javier Solís. No será un ángel si es un político, pero es un héroe si logra frustrar la conspiración del gran capital en contra de los pueblos. Es la plata tuya contra la plata mía. Y como el asunto solo se puede decidir en “la calle”, yo creo que veremos más revoluciones al estilo egipcio e islandés, las que tienen tan confundidos a los países industriales que ponen a la OTAN a bombardear al dictador de Libia, pero no al de Barhein.
El hecho es que hay algo reivindicador en “la calle” y que seguro se va a seguir manifestando, porque el mundo practica, cada día más, otra cosa de lo que predica, y no se puede tener confianza en los dirigentes del establecimiento que adoptaron esa moral engañosa.
Fue irónicamente el general Eisenhower quien denunció en los Estados Unidos el poder excesivo que había adquirido con la guerra lo que él llamó “el establecimiento militar-industrial” Y aunque Kennedy negó su existencia inmediatamente después de la denuncia, el problema se ha ido haciendo más grave desde entonces, al extremo de que hay una desobediencia abierta al ejecutivo americano, que se ha quedado sin poder. Como cuando Dick Chenney contesta el discurso presidencial en cadena a los pocos minutos; o cuando a pesar de las protestas y la voluntad presidencial, el Pentágono tortura al soldado Manning que sustrajo los cables de Wikileaks ; y cuando la derecha frustra todos los intentos de reforma social en una sociedad opulenta donde la gente no tiene asistencia médica; o cuando el terrorismo se usa como excusa para acabar con las libertades civiles, al mismo tiempo que se practica de manera farisea, como el juicio de Posada Carriles, o la prisión de esos cinco muchachos cubanos que se pudrirán en la cárcel americana acusados de espionaje por su intento de desbaratar el terrorismo americano contra Cuba.
El bastión de seguridad y democracia que eran los Estados Unidos desapareció. Su crisis se vio claramente cuando la Ley Patriota acabó con todos los derechos de las personas, y se confirmó cuando la derecha republicana marginó al presidente Obama, y cuando los excesos de la eliminación reaganiana de las regulaciones estatales desembocó en la actual crisis económica global Como dice Paul Krugman en “El presidente que desapareció”, esta reacción derechista tiene secuestrado al presidente en los Estados Unidos, y es casi seguro que los americanos tendrán que recurrir al método de “la calle” para proteger las garantías sociales que les quedan, que la derecha les quiere quitar para alivio de la crisis. Las consecuencias de todo esto equivaldrán a un cambio radical de paradigma para el mundo.
El sueño americano se desvió y uno lo puede ver en su producción prolífica de thrillers, donde prevalecen la truculencia, el cinismo, la supremacía nacional; el secretismo, la vigilancia y la inmoralidad, que llega hasta considerar normal el asesinato para garantizar “la libertad” (la ley patriota); la rapidez como valor esencial, además de la pretensión de ser bigger than life.
La situación de cisma es grave en U.S.A., y puede desembocar en una revolución, aunque algunos no crean que eso es posible allí, por alguna virtud especial de aquella sociedad, única en la historia. Hay que reconocer que si el triunfo de “la calle” está por verse en el mundo subdesarrollado, no solo por la imitación del ejemplo de rebeldía de Islandia contra las instituciones del imperio, sino por el resultado final de la rebelión en los países árabes, es menos probable su aplicación en los países poderosos que han perdido el camino de la libertad, porque tienen fuerzas armadas muy poderosas, que usarán para mantener el orden en que han caído, el cual se representa cínicamente como democracia.
Pero “la calle” si puede dar al traste con el poder imperial en el resto del mundo, frustrando la intención de sus instituciones como el Banco Mundial, el FMI, y la OMC, y la OMPI. Y no sería raro que se propague el ejemplo de Islandia, y que el pueblo se niegue a pagar los costos de la recuperación económica. Esto no nos salvará del sufrimiento del fracaso del paradigma del mercado (cuya recuperación sería de todos modos insostenible), y puede hacer el sufrimiento peor, por la negativa al cambio de quienes detentan el poder, pero si facilitará la adopción de otro paradigma.
Claro que “la calle” es anárquica, y sería mejor no llegar hasta allí, pero los detentadores del poder no dejan a los pueblos más alternativa, y hay que reconocerle a “la calle” cierta pureza elemental renovadora, aunque se manifieste bailando la carmagnola y bañándose con la sangre del cadalso. Cuando hasta el referéndum se vuelve ejecutivo no queda otra alternativa.
El paradigma que anima todavía a la humanidad está cambiando radicalmente, y esa es la verdadera globalización. Pero el hombre es demasiado pequeño y efímero para detectar el cambio de la historia aún en la época de la comunicación digital. Lo único que podemos advertir -o ignorar empecinadamente por fijación con el dogma anterior— son las señales: como el límite ambiental, la crisis económica mundial, y “la calle”. El apuro de las naciones paradigmáticas es evidente. En los Estados Unidos no hay todavía evidencia de recuperación, sino de continuación de la crisis. Y en Europa fallará no solo el intento de un mercado común, sino el de una unión que impone a los más pobres las instituciones de los más ricos.
La manera en que se lleva a cabo la globalización seguro tendrá que considerar una ayuda eficaz a los más pobres (distribución de la riqueza), si no una prohibición de exportar el empleo, maquilando donde el trabajo sea más barato La sociedad tiene todavía que aprender que el sindicato es indispensable, no solo para defender los derechos de los trabajadores a una parte justa de la producción, sino para no dejarlos sin empleo y acabar con el mercado, como hicieron en los Estados Unidos aplicando la “ventaja comparativa” de la angurria patronal. Para enseñar a pescar a un hambriento primero hay que darle de comer; y es mejor no cobrarle propiedad intelectual por el anzuelo, o “la calle” le tendrá que patear el pompi a la OMPI.
Y si a uno le parece terrible que en tiempos de crisis haya que recurrir al caos y la anarquía para poder hacer los cambios necesarios, eso siempre ha sido así, porque los que detentan el poder no los harán, aunque estén ahora de capa caída.