Millones de hombres y de mujeres, la gente del trabajo alrededor del planeta saldrá a la calle el próximo domingo. Aquí, en Costa Rica, también lo haremos. Nunca como antes, como jamás lo pensamos, debemos promover la más grande Rebelión Ciudadana de la historia moderna.
La vida humana, todas las formas de vida están en peligro por este capitalismo depredador de signo financiero-neoliberal que pretende ya no solamente arrasar con toda clase de derechos, sino con la propia Humanidad. Es hora de unirnos a un clamor planetario que exige, que está gritando cada vez con más fuerza que “_otro mundo es posible_”. Muchas rebeliones estamos presenciando a lo largo y a lo ancho del orbe; rebeliones en las urnas y rebeliones en las calles.
Es tan insostenible el actual orden vigente de exclusión social, de crecimiento desbocado de la desigualdad, de deterioro ecológico irreversible en no pocas situaciones de agresión ambiental, de democracias de fachada, de dictaduras mediáticas (especialmente las de manipulación televisiva), de violencia sin control y de estados fallidos producto del crimen organizado del narcotráfico; que aquellas entidades globales del capital financiero internacional están ya renegando, ellas mismas, de la monstruosidad que generaron con las políticas neoliberales de los últimos 30 años.
Sí, ahora resulta que organizaciones como el propio Fondo Monetario Internacional (FMI) y el mismísimo Banco Mundial, se “_arrepienten_” de todo el engendro maligno de políticas privatizadoras que han venido imponiendo, de TLC’s aperturistas de sesgo fundamentalista, de arrasar con la agricultura y la soberanía alimentaria de los países, de políticas fiscales extremistas, de mercados financieros sin la más mínima regulación, de flexibilidades laborales, de reversión de derechos, etc., etc. ¿Quién lo diría?…
Es hora de pasar facturas. Es hora de pasar a la ofensiva. Es hora de reconstruirnos como sociedades de inclusión, es hora de pasar a la construcción de la nueva hegemonía, de la hegemonía del bien común, de la hegemonía de reconciliación con la Naturaleza, de la hegemonía de las democracias plenas, de la nueva democracia, de la plenitud de derechos; de los Derechos Humanos; de imponer la constitución política global: La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, esa misma que dio origen a la fundación de las Naciones Unidas.
Sí, de manera contundente debemos pregonarlo una vez más, mil veces más, incansablemente. Para quienes nos desenvolvemos en el mundo sindical la indicada declaración señala en su Artículo 23 cuatro aspectos: _Uno. “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”. Dos. “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”. Tres. “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”. Cuatro. “Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses_”.
Entonces, ¿qué esperamos? La Declaración Universal de los Derechos Humanos es el mejor estandarte que podemos enarbolar para soñar, para proponer, para gestar, para organizar, para impulsar, para concretar una verdadera Rebelión Ciudadana, posicionando en el centro de toda política pública a la persona, al Ser Humano, a la gente del trabajo, a la clase trabajadora, al hombre, a la mujer, a la Naturaleza… en fin, ¡A la Vida!
Pero esto no nos vendrá “_de arriba_” por más “_arrepentidos_” que estén el FMI y el Banco Mundial. Nos corresponde a “_los y las de abajo_” tomar la iniciativa enarbolando la gigantesca autoridad moral y el gran patrimonio ético de todos estos años de resistencia al avance depredador de la hegemonía del capital financiero y su insaciable apetito por la acumulación destructiva.
Miremos a los pueblos árabes sublevados; miremos a los pueblos de nuestra Latinoamérica del Sur con sus prioridades de política social para la inclusión y para la reducción de la desigualdad; miremos a los otros pueblos centroamericanos que resisten y que tenían a Costa Rica como ejemplo; miremos a los pueblos trabajadores europeos que están resistiendo el desmontaje de los estados sociales que habían construido con gigantescas acciones obreras; miremos al pueblo de Cuba y su ejemplo de dignidad patriótica inigualable; miremos a los pueblos nórdicos, ejemplos paradigmáticos de sociedades de capas medias hegemónicas…
Pero, por encima de todo, mirémonos a nosotros mismos, hacia la Costa Rica profunda, a la que nos fue heredada, la que construyeron esos grandes hombres y esas grandes mujeres del pasado; esas gigantescas personalidades patrióticas que con inspiraciones ideológicas y filosófico-políticas diversas apuntaron siempre en la misma dirección: la promoción del bien común, la movilidad y la inclusión sociales, la reducción de la desigualdad, impulsando políticas públicas con inspiración de cobertura universal, con empresas públicas exitosas que nunca dependieron del Estado central para su gestión financiera, con una Caja emblemática, “_envidia de otros pueblos_“… Sí, salgamos a la calle este PRIMERO DE MAYO. Nos sobran razones para ello y ahora el viento corre a nuestro favor.