Era viernes 22 de junio de 1984. Era el quinto día (había iniciado el lunes 18 anterior), de la Huelga General de Adaptación Social, promovida y dirigida por la ANEP.
Para esa época, el 85% del personal penitenciario estaba excluido del Régimen de Servicio Civil (no tenía estabilidad en el puesto, no tenía anualidades antigüedad). Tal injusticia debía quedar superada, en teoría, luego de que la Asamblea Legislativa, en diciembre de 1982, había emitido la Ley No. 6835, La Ley de la Escala Salarial, precisamente para otorgarle el derecho a recibir anualidades a todo el personal del sector público que hasta ese momento no tenía reconocimiento por antigüedad en el cargo. Precisamente, había sido la ANEP la entidad sindical propulsora de esa legislación.
Durante todo 1983 y parte de 1984, la ANEP hizo una gran labor de información, esclarecimiento, concientización y motivación para que sectores excluidos de recibir anualidades, tomaran conciencia de que la nueva ley les corregía tal situación discriminatoria.
Específicamente, se enfocó el trabajo en la entonces Guardia de Asistencia Rural (GAR), en la Guardia Civil (hoy Fuerza Pública) y en el Sistema Penitenciario Nacional. Este fue el sector que más hizo suyo el mensaje y más actitud hacia la lucha mostró.
Efectivamente, dos paros laborales y dos manifestaciones frente al Ministerio de Hacienda (que quedaba, entonces, frente al Hospital San Juan de Dios), no convencieron al gobierno de entonces de que tenía que aplicar la Ley No. 6835.
El Presidente, Luis Alberto Monge, sistemáticamente se negó a ello, básicamente por prejuicios ideológicos antisindicales en contra de la ANEP por su vinculación partidaria de esa época.
Recordemos que la Guerra Fría estaba al rojo vivo, que los sandinistas gobernaban Nicaragua y que el gobierno gringo de Reagan financiaba a los “contras” y les hizo bases en territorio costarricense. La ANEP siempre simpatizó, y creemos que lo hacía correctamente, con la Revolución Sandinista.
Pues bien, no quedó más que la huelga. Fue un movimiento hermosísimo. Fue vibrante. Fue unitario: profesionales, técnicos, administrativos y hasta agentes de seguridad (hoy Policía Penitenciaria) participaron del movimiento que empezó, como indicamos, el lunes 18 de junio de 1984 y terminó el martes 26 siguiente con la firma de un acuerdo en la sede del Palacio Arzobispal, luego de que se diera la mediación entre el Gobierno Monge Álvarez y la ANEP, de parte del recordado Monseñor Román Arrieta Villalobos (“manzanita”).
Recordamos que coreábamos consignas diversas en esta lucha, pero dos eran las principales: “Que se cumpla la ley, que se pague la escala”; “Tenemos la razón… tenemos la fuerza”.
La gente en huelga se concentraba en las diferentes cárceles y ni siquiera se recibían internos (hoy “privados de libertad). La gente de La Reforma y su seccional ANEP, literalmente hablando, se “tomaron” el control del penal durante todo el día lunes, el martes y el miércoles. La noche de ese día, un grupo antimotines desaló a los huelguistas y recuperó para el Gobierno el control de La Reforma. Figúrese usted que los carros circulaban con “salvoconducto sindical”. Tal era la fuerza de la huelga.
Al suceder esto, el centro de la huelga fue la cárcel de San Sebastián. Ahí también, desde el lunes mismo de arranque del movimiento, mostró una impresionante fuerza laboral. El día viernes 22, en horas de la tarde, un gran bloque humano se apostó frente a la entrada de las ambulancias judiciales que traían internos. Un juez de la República se molestó muchísimo porque había ese bloqueo humano. Al preguntar por la persona responsable, el grupo de huelguistas le contestó: “nos llamamos todos” y más se enojó el señor juez.
Fue así cómo dieron orden y nos quitaron con la Fuerza Pública. A los hombres huelguistas se los llevaron en “perreras” que en aquellos años eran transparentes, de mallas. Con las compañeras se tuvo más “cortesía”, mandaron microbuses y las subieron forzosamente a ellos. Todos fueron a dar a la entonces Detención General de la Fuerza Pública, al pie de Cuesta de Núñez, detrás de Cuesta de Mora.
Se les encerró en celdas nauseabundas hasta la medianoche de ese día viernes 22 de junio de 1984. A esa hora, una orden del Presidente Monge directamente, indicó que nos sacaran del encierro y que nos dejaran ir. Claro, la opinión pública se había solidarizado con el movimiento, que había cogido mucha simpatía, máxime que la detención en las afueras de San Sebastián había sido grabada por cámaras de los telenoticieros de entonces. Éramos como sesenta. Luego de liberados se fueron para la sede de la ANEP que quedaba en los altos del Más x Menos de Cuesta de Moras y ahí, hacia la medianoche, se decidió que lucharíamos hasta las últimas consecuencias. En todo caso, ya a esa altura del quinto día, políticamente hablando, la huelga ya estaba ganada.
Con el acuerdo de la huelga se logró: 1) El Gobierno Monge aceptó la aplicación plena de la Ley No. 6835. Los y las huelguistas de las cárceles, con su huelga, no solo para sí lograron ese derecho: tener anualidades. La huelga lo hizo extensivo a los otros dos cuerpos de policía mencionados. 2) Se estableció el Riesgo Penitenciario para todo el personal de las cárceles, sin excepción. En aquel entonces, se fijó en un monto de 800 colones (posteriormente, años después, se logró el Riesgo de Seguridad y Vigilancia para el personal de seguridad). 3) El personal excluido del Régimen de Servicio Civil, un 85 % del personal de las cárceles, ingresó al mismo sin examen, en bloque, por la vía de la excepción, algo sin precedentes en la historia laboral del sector público hasta ese momento. 4) Al personal carcelario se le dio posibilidad de ingresar al régimen de pensiones del Registro Nacional (pero años después, con el ajuste estructural en su más y mejor, se eliminaron leyes de pensiones específicas, aunque algunas personas lograron permanecer en él). 5) Restitución en sus puestos, luego de que fueran despedidos de ipso facto, de un grupo de compañeros agentes de seguridad, los cuales en unión a la huelga y como forma de manifestar su adhesión, se negaron a ingerir alimentos pese a continuar en sus puestos de trabajo. En el acuerdo ellos recuperaron sus empleos.
Posteriormente, los huelguistas detenidos fueron llevados al banquillo de los acusados, a los tribunales de justicia con base en dos artículos del Código Penal que hoy en día están derogados y que prohibían la huelga en los servicios públicos. Nos referimos al 333 y al 334. No obstante, todos fueron absueltos.
La Huelga Penitenciaria y ese particular día, 22 de junio de 1984, aún permanece en las mentes de quienes habiéndolo vivido, siguen trabajando para la institución. También, quienes se fueron para otras partes, lo tienen muy presente.
En el Gobierno siguiente, Arias Sánchez, fue emitido un decreto ejecutivo que estableció el día 22 de junio, como el DÍA NACIONAL DEL TRABAJADOR PENITENCIARIO, luego incorporado al Reglamento Interior de Trabajo, según nos parece.
Este es un poco de la historia de la Huelga Penitenciaria. En términos generales, se puede entender el significado del 22 DE JUNIO.
ANEP.