El proyecto de país del Presidente Mora y del General Cañas

• Palabras ante el busto del Libertador y Héroe Nacional don Juan Rafael Mora en el Cementerio General de San José. 2 de octubre de 2012.

Siglo y medio más dos años se cumplen del magnicidio perpetrado por el Gobierno de Costa Rica contra el Padre de la Patria, don Juan Rafael Mora, y contra su hermano, el general don José María Cañas. Aquel doble crimen de Estado –consecuencia del odio elevado a política oficial–, no solo nos avergüenza aún sino que carga de oprobio, producto de ese pavoroso pecado original, a los insensatos que persisten en detractar la memoria de los mártires de Puntarenas.

«Nosotros, que fusilamos a Mora y Cañas, creo que ni siquiera viviendo como los habitantes de Argos en Las Moscas de Sartre repararíamos ese crimen», se desahogaba el filósofo Roberto Murillo. En esa obra de teatro, cuyo tema es el crimen y la venganza, la infeliz gente estaba anclada en un pasado de remordimiento por el crimen imperdonable que caía como carroña de generación en generación. En aquel pueblo vestido de luto, reinaba la Sombra. Las golosas e insaciables moscas eran las Erinias de la mitología griega, representaciones de la venganza, cada vez más gordas pues se alimentaban de la angustia y de la culpa de la gente.

Mas, como nada queda oculto entre cielo y tierra, las señoras y los señores diputados respondieron positivamente al llamado de los pueblos, clamor sustentado en la verdad real desvelada y publicada como cosecha de los tiempos, iniciativa que supo canalizar La Tertulia del 56. Fue así como el Poder Legislativo proclamó, por Ley de la República, Libertador y Héroe Nacional al Capitán General don Juan Rafael Mora. Queda pendiente la responsabilidad histórica de dar su justo sitio al general Cañas con el título de Héroe de la América Central, personificación de la fraternidad costarricense-salvadoreña y encarnación de la solidaridad militante de los luchadores por la libertad, la justicia y la paz. Las efigies de ambos héroes lucirán radiantes en la Plaza Costa Rica que se construye cerca de la Cancillería salvadoreña, por iniciativa de nuestra embajada con el apoyo del Gobierno de esa nación hermana.

Mora y Cañas se vincularon por el matrimonio del general con una hermana del presidente. Se ligaron en el servicio público, gobernante el uno y ministro el otro. Juntos combatieron con las armas y derrotaron militarmente al expansionismo esclavista. De consuno, masticaron el amargo pan del destierro. Asociados, emprendieron obras públicas y el cultivo extensivo del cafeto en suelo extraño. El destino hizo, en fin, que sus dos nombres hoy sean uno solo en el espíritu patriótico, a resultas de aquella tragedia acaecida en los arenales del Pacífico. «La tumba de los Mora y Cañas tu proteges», cantamos desde nuestra infancia al tricolor nacional, en un hermoso himno que celebra «las glorias siempre vivas de honor y de lealtad» conquistadas en la Guerra Patria de 1856 y 1857 triunfante sobre «la banda bucanera».

Esta congregación cívica en el camposanto de San José, donde reposan los restos mortales de los héroes y mártires de la Segunda Independencia Nacional, es ocasión adecuada para reflexionar sobre la actualidad y el porvenir de la patria prodigada por ellos, como valientes conductores militares y políticos que fueron del pueblo alzado en defensa a muerte del terruño propio. Porque lo nuestro no es adoración impensada, como esparce por ahí la maledicencia deshonesta, sino estudio a conciencia de las lecciones de sus vidas, enseñanzas vigentes a plenitud en esta aurora del siglo XXI. He aquí cinco consideraciones.

1. El Presidente Mora y el general Cañas entregaron su existencia en combate por la dignidad de las personas y la libertad humana. La guerra fue una cruzada santa contra el restablecimiento de la esclavitud en el Istmo, el más bárbaro método de explotación del hombre por el hombre. La trata de personas y la explotación humana en diversas modalidades son, desdichadamente, amarga realidad todavía hoy. La libertad activa por la que bregaron estos dos patricios, es el libre albedrío que nos permite emprender cualquier actividad lícita y benéfica. Los obstáculos a la libertad se multiplican, sin embargo, en circunstancias perversas. En Estados Unidos se estima a los presidentes Mora y Lincoln como hermanos de ideales en la lucha contra la esclavitud; ayer nomás, La Tertulia del 56 recibió este mensaje: «La Abraham Lincoln Association os saluda en este día especial dedicado a rememorar la vida y los logros de Juan Rafael Mora. Vivan Mora y Lincoln». Ser leales a los héroes que aquí invocamos no significa ser devotos de sus cenizas sino de la llama que los consumía en el cumplimiento del deber para con sus semejantes.

2. La inequidad y la desigualdad imperan. La producción es un proceso social, mientras que la acumulación es un proceso individual. En años recientes, la brecha entre los que más tienen y los que menos tienen se amplía, en lugar de reducirse. El Presidente Mora propugnaba por una ética del progreso centrado en la persona, consustancial a la concordia de la solidaridad como valor fundante de la costarriqueñidad. El progreso, ahora llamado desarrollo, resulta de alianzas público-privadas entre un Estado estratégico y un sector productivo pujante. El avance institucional, el dinamismo económico y la conducción política permitían, en palabras suyas, «el bienestar social que se disfruta en el país, donde la nivelación de las fortunas permite que el rico propietario, el artesano y el labrador, gocen en diversas escalas de las comodidades y de los placeres domésticos».

3. La tragedia de Centroamérica reside en que de cada provincia surgió una república en vez de haberse forjado una nación única o de haberse consolidado una federación de Estados. Los pueblos de la antigua Capitanía General se aliaron en un haz de voluntades para expectorar al filibusterismo invasor. Brilló por corto lapso el sol de la unión de las cinco hermanas separadas, tan necesaria hoy como ayer en el propósito de enfrentar juntas las asechanzas de las potencias hegemónicas. Separados valemos poco, coaligados seremos fuertes. La voz del Presidente Mora resuena como el clarín: «La unión es la fuerza y la independencia. Así arraigaremos la paz, la justicia y el progreso en el interior; así obtendremos simpatías y respetabilidad para con las grandes naciones que hoy nos miran con desdén, lástima o desprecio. Prescindamos de lo pequeño, fútil y ominoso: consagrémonos a lo que es honroso, útil y grande».

4. Convocado a combatir por «la independencia hispanoamericana», el pueblo organizado en ejército lo siguió a los campos de batalla. ¿Cuáles eran para el joven país los frutos de la reciente emancipación de España? En concepto del Presidente Mora, gobernarnos por nuestras propias leyes, mantener por nosotros mismos la paz y el orden social, propender al engrandecimiento de la nación por medio del trabajo, productor de la riqueza pública. En meses recientes se ha intentado sustituir la fecha del 15 de setiembre, cuando lo realmente importante es aprehender el significado de la independencia y ejercerla a cabalidad ante la mundialización. Mora y Cañas sabían de corazón el valor de la independencia y estuvieron dispuestos a la oblación de sus vidas por ella, en bien de sus hijos y de sus descendientes que somos todos sus conciudadanos.

5. Los héroes que nos dieron patria tenían un proyecto de país. Soñaron, diseñaron y echaron las bases de una república democrática que, con el decurso de las décadas y las centurias, crecería fecunda. Este suelo independiente, libre y soberano que pisamos, en el cual enterramos a nuestros abuelos y padres, en el que han nacido los hijos y nietos nuestros, es legado de los mayores que derramaron su sangre y sacrificaron su vida para que nosotros podamos realizar nuestras potencialidades personales, comunitarias, nacionales. La Costa Rica de 2012, con sus fortalezas y falencias, no es fruto del acaso sino producto del trabajo de generaciones y generaciones. Ahora nos corresponde plantar las raíces del porvenir en el humus fértil de nuestra heredad.

Nos reunimos ante el busto de don Juan Rafael Mora y la tumba de don José María Cañas, a honrar su memoria, a reconocer nuevamente su ofrenda vital, a comprometernos para ser cada día herederos honorables de su valentía, de su generosidad, de sus virtudes cívicas y de su patriotismo.

Cierro mis palabras con un poema que esa dama de la pluma quien es doña Marjorie Ross escribiera para sus nietos:

La tierra debió abrirse
y el cielo caer en cruz
sobre los montes
cuando te asesinaron
don Juan Rafael
Juanito
don Juanito
el sutil velo
de la patria
se rasgó para siempre
con tu muerte gigante
contemplo tu huella
gotea tu sangre
aún húmeda en la arena
en gritos de batalla
enrojece el San Juan
por Santa Rosa enhiesta
Rivas reconquistada
Granada la que fue
tiene memoria la patria
presidente capitán
un sol de siglo y medio
no ha logrado secar
tu savia en El Estero
estás vivo en manglares
y humedales
tu verbo redentor
habita por siempre
las venas de los justos
los niños y las niñas
de este trémulo siglo
deben beber tu historia
ceñir tu recuerdo
con banderas
aún te necesitamos
para doblar rodillas invasoras
para atender la vida
sin amos ni señores
Hay que correr la voz:
Juanito vive

(*) Autor de “El lado oculto del Presidente Mora: resonancias de la Guerra Patria contra el filibusterismo de Estados Unidos, 1850-1860” (Eduvisión), editor de “Don Juan Rafael Mora: el proceso parlamentario de su proclamación como Libertador y Héroe Nacional” (EUNED).

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