El mundillo politiquero de estos días se ve muy agitado. Las grandes mayorías del pueblo costarricense se muestran expectantes de la evolución de los acontecimientos en torno a las elecciones presidenciales venidera en nuestro país, misma que están señaladas para el mes de febrero de 2014.
Si las elecciones presidenciales fueran en estos momentos, al día de hoy, muchas personas piensan que este asunto no se decidiría como corresponde constitucionalmente; es decir, que más bien podría ser en la convención del partido oficialista, Liberación Nacional (PLN), señalada para abril del año entrante, 2013, cuándo podría quedar “sembrado” en la silla presidencial el que la gane.
En esta colectividad electorera, que no necesariamente es de orden político-partidario, sus ya conocidos precandidatos se mueven agitadamente, de manera abierta y/o de manera encubierta, a toda prisa, como inspirados en ese refrán popular que dice que “el que pestañea, pierde”.
Pareciera que todos ellos han tomado debida nota del “archipiélago” opositor, lleno de islas e islotes partidistas, cuasipartidistas, personalistas y, en algunos minúsculos casos, hasta “ideológicos”.
Todos “anti” pero ninguno “pro”. ¿_”Anti”_ qué? Pues antiliberacionistas. ¿Por qué ninguno “pro”? Pues ese “pro” debería ser a favor de una articulación político-social que pese a que ha demostrado su enorme potencial de alternativa a la hegemonía neoliberal dominante; no encuentra un sendero de confluencia para presentarle a la gente algo nuevo, distinto, rompedor del tejido político vigente que, a pesar de las roturas que muestra en muchos ámbitos, la tijera demoledora que sería un proyecto político de otro tipo, está desafilada, herrumbrada, atorada por los personalismos y por los protagonismos de todo tipo.
Esos personalismos y esos protagonismos como lo hemos venido indicando, con dolor y con frustración, generaron siete candidaturas antineoliberales de las nueve que, en total, se presentaron en las elecciones presidenciales del 2010.
Esas siete pudieron haber sido una y así, quizás, haber alcanzado, al menos, el Poder Ejecutivo con perspectiva progresista distinta a la del neoliberalismo excluyente y corrupto.
Si no se presentan grandes cambios en la conducta de quienes, electoralmente hablando, aspiran llevar a Costa Rica por otra ruta distinta a la neoliberal; la “alternativa” de una unidad electoral de “oposición” a Liberación Nacional, en estos momentos, parece tan imposible como la pretensión de sacarle una lágrima a una piedra.
A pesar de que hay grandes ámbitos de confluencia para una propuesta unitaria, el partido de Juan debe entender que debe juntarse con el de Pedro; que estos dos deben agruparse con el de María y que el de ella misma, al igual que el de Pedro y el de Juan, renuncien a aspiraciones y protagonismos personalistas a fin de que alguien (hombre o mujer), con la confianza general, encabece una papeleta distinta para las elecciones presidenciales del 2014.
Si se siguen dando las divisiones intrapartidos, las corrientes partidarias que se agarran del pelo en asambleas de “cuatro gatos”, las peleas personalistas serruchapisos entre quienes antes compartieron objetivos, los postulados relegados pese a que eran la base sólida de lo supuestamente “nuevo”; se facilitan las posibilidades de un nuevo gobierno del Partido Liberación Nacional (PLN).
Ahora bien, sabemos que hay cualquier cantidad de gente de bien y de grupos cívicos que, con esperanza alentadora, están trabajando durísimo para configurar una alternativa electoral bajo la concepción de que es más lo que une que lo que separa en el campo del civismo y de lo popular. Saludamos tales esfuerzos.
El PLN arrastra tal déficit político en la práctica de sus principios históricos que ya no pareciera tener posibilidades de redimirse y recuperar los legados de figuras egregias que le sustentaron en sus orígenes; como el mismo don Pepe o don Rodrigo Facio Brenes, citando solamente dos de esas personalidades conformantes de la otrora Costa Rica de las clases medidas.
La plata, el poder del dinero, el capital, ese que nunca apuesta a perder, tiene el panorama suficientemente claro.
Las multimillonarias cantidades que ya se gastan en propaganda en el seno de las precandidaturas liberacionistas (mismas que indican, con todo cinismo, que no tienen porqué revelar de qué lugar o personas viene tanto dinero); son un indicador clarísimo de que ese capital ya decidió cuál partido ganará las elecciones presidenciales del 2014, restándole solamente ponerle el rostro que se imprimirá en la boleta de votación.
En el caso del partido del oficialismo en el Gobierno, pese a que hemos escuchado algunas autocríticas de parte de ciertas de las mencionadas precandidaturas acerca de que el PLN debe “volver por sus fueros”; no creemos que ni aún la más “sensible” de ellas pueda romper con los vínculos de hormigón que unen, en esencia, hoy en día, la hegemonía dominante de ese partido con el capital neoliberal.
Por todo ello es que pensamos que desde el ámbito de la lucha social en la que militamos, en cualquier escenario electoral que se dé, la perspectiva estratégica es la construcción social desde abajo para que emerja un nuevo sujeto político.
En cualquiera de los dos casos (gobierno liberacionista o coalición progresista), la tarea cívica es la potenciación, nuevamente, de un poderoso bloque de resistencia cívica que, de una manera u otra, se prepare para un nuevo período gubernativo de signo neoliberal ó que diga no tenerlo.
Creemos que la esperanza en la construcción social “desde abajo” tiene grandes posibilidades desde la gran masa ciudadana que sí tiene una clara conciencia de Patria, de Nación.
Muchas de las respuestas que buscamos están en el pensamiento de los y de las costarricenses que antaño nutrieron lo que generó nuestra particular forma de ser y de organizarnos como sociedad, que tanto fama le dio a Costa Rica más allá de sus fronteras.
Por eso, entre otras tareas de los que quisiéramos aventurarnos en la construcción “desde abajo”, hacia el nuevo sujeto político que ocupamos, está en irnos al pensamiento de ilustres costarricenses como don Juan Rafael Mora Porras, don Juanito, cuyo injusto fusilamiento, hace 152 años, hemos estado evocando por estos días.