Aunque concuerdo con los planteamientos hechos por Andrés Oppenheimer en su libro ¡Basta de Historias!, en especial, con su percepción de que la educación es el eje fundamental para el desarrollo de un país, considero que tal visión es incompleta para países como el nuestro, en donde, colateral a eso, se requiere de una clase política realmente preocupada por el hoy y el mañana de su nación, así como de un pueblo mucho más analítico y proactivo, que no se deje engatusar por la verborrea aduladora y manipuladora de los que ostentan el poder.
Hemos sido mudos testigos del descaro con que los políticos se han encargado de que males como el clientelismo y la corrupción, se hayan transformado en el “modus operandi” en casi todos los niveles de la administración pública. Lo cual me hace recordar esa frase del célebre Albert Einstein: “La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”, ya que, a pesar de tantos años de denuncias e incluso de llevar a juicio hasta a expresidentes, en el fondo no ha habido cambio alguno y la mayor parte de esta clase privilegiada sigue disfrutando de la “piñata” en la que han convertido al erario público, o de sus posiciones para beneficiarse, apoyados por el cómplice actuar de quienes desde el sistema jurídico y legislativo favorecen la impunidad de sus actos. Siendo lo más peligroso en todo esto, esa censurable actitud con que el pueblo se ha dedicado precisamente a hacer lo señalado por Einstein, o sea “a ver los toros desde la barrera”, como si la cosa no fuera con cada uno de nosotros!
Lo más absurdo es que ese pueblo es capaz de volver a votar por los mismos que los hunden a diario y que solo los buscan para obtener sus votos cada cuatro años. Nuestro pueblo no es capaz, salvo rarísimas excepciones, de evaluar objetivamente un programa de gobierno y a los candidatos que los ofrecen, antes de emitir su voto, decisión en la cual, eso sí, prima el color del partido de su predilección, como si se tratase de un ciego aficionado detrás de su equipo de fútbol! Quizás por eso fue que Don Pepe saliera con aquella famosa y cruda frase de que “los costarricenses somos un puñado de campesinos domesticados”, a la cual, de acuerdo con lo anterior, le encuentro, muy a mi pesar, mucho sentido.
¿A qué viene lo anterior?, a la absurda realidad de que todo parece indicar que los costarricenses no nos percatamos del tipo y la magnitud, de las serias amenazas que ponen en claro peligro nuestras vidas y las de las generaciones futuras. Contexto en el cual destaca el propio gobierno que elegimos cada cuatro años para que administre nuestra querida Tiquicia, ya que en vez de buscar soluciones se ha abocado a hacer algunas de esas amenazas mucho más peligrosas, dentro de las cuales quiero referirme, a la escasez de alimentos y al hambre que se avecina para este país si no hacemos algo… y pronto!
Un gobierno que no piensa en como satisfacer la esencia misma de la vida de su pueblo, …su necesidad de alimentarse, simplemente no le importa su pueblo!, y a un pueblo que no reclama por eso, no le importa su vida! De muchas maneras ha quedado clara la complicidad de distintos gobiernos en el premeditado desmantelamiento que han hecho de los sistemas y las capacidades productivas de nuestro sector agropecuario con el fin de favorecer a los emporios transnacionales de producción y/o comercialización de alimentos, así como de agroquímicos y semillas.
A raíz de políticas y acciones inescrupulosas, a favor de unos pocos, principalmene desde el Estado, los productores nacionales de alimentos, han ido viendo diesmados sus negocios por la ausencia calculada de políticas y de apoyo del Estado, el cual poco a poco ha ido debilitando programas de asistencia técnica y de financiamiento que en el pasado contribuyeron a desarrollar y a fortalecer el sector agropecuario. De igual manera la emprendieron contra las instituciones, siendo el caso más patético el debilitamiento y desarme que se ha hecho del Concejo Nacional de Producción, que con su memorable “cadena” de “Estancos” no solo amplió las oportunidades de distribución para los productores nacionales, sino que ofrecían una gama de productos a mejores precios para los habitantes. Una opción desmantelada a favor de esos populares PALÍ pertenecientes a cadenas extranjeras y que hoy pululan por el territorio nacional, pero no necesariamente para el bienestar de la nación y su pueblo, aunque ellos afirmen lo contrario!
La Política Alimentaria de un país debe circunscribirse a dos campos estratégicos de acción vital: la Soberanía Alimentaria y la Seguridad Alimentaria, los cuales difieren entre sí, pero están estrechamente ligados, en especial la segunda, para la cual la primera es un requisito indispensable.
La Soberanía Alimentaria es el derecho de un país a decidir el cómo, dónde y con quién producir y/o obtener, de manera autónoma, los alimentos que le permitan mantener a su pueblo con base a sus tradiciones culturales y sus necesidades alimentarias. Mientras que por Seguridad Alimentaria entenderemos, el conjunto de políticas y acciones que permitan garantizar a las personas el acceso a los alimentos que éstas necesitan según los requerimientos biológicos que demanda una vida sana. De esta manera, una apropiada política de Estado al respecto, debe procurar fortalecer el aparato productivo que permita a sus ciudadanos tener asegurado el digno y sostenible abastecimiento de los alimentos que, en cantidad y calidad, le permitan satisfacer sus necesidades biológicas.
Contrario a eso, los últimos gobiernos, han puesto al país en una crítica situación de NO Soberanía Alimentaria, ya que políticas erradas e incluso, malintencionadas, han favorecido que la nación sea víctima de la voracidad de los grandes emporios productores y/o comercializadores de alimentos. La espeluznante libertad con que han actuado estos, incluso realizando prácticas como las del destructivo Dumping (venta de productos a precios inferiores a sus costos de producción), ha sido una certera estocada para nuestro sector agropecuario, el cual ha venido tratando de sobrevivir a duras penas, compitiendo en condiciones totalmente adversas, motivando a muchos a abandonar el sector y trasladarse a rubros como el turismo con, aparentemente, mejores perspectivas, una suposición altamente cuestionable hoy.
Con tal panorama, irónicamente, no hay nada más seguro para los que habitamos en este país que la Inseguridad Alimentaria que afrontamos, la cual no sólo ha implicado seria reducción en la diversidad y calidad de alimentos que consumimos, sino que ha provocado que los sectores más vulnerables de nuestra sociedad padezcan de fenómenos indeseables como el hambre y/o la malnutrición. Una situación que sin duda se irá agravando si nos percatamos de que la pobreza en el país ha venido aumentando.
Colateralmente, la falta de una política previsora para dar un efectivo y correctivo tratamiento a las serias amenazas que nos imponen la falta de Soberanía Alimentaria y de Seguridad Alimentaria, nos ponen en un serio dilema ante problemas como el Calentamiento Global el cual, entre otras cosas, ya está provocando graves sequías en las zonas productoras de granos de los Estados Unidos, una situación que conllevará a la disminución en la disponibilidad de cereales como el maíz, el trigo, la soya y el sorgo, y al alza inevitable de sus precios, con lo cual también se darán aumentos en los precios de productos como la carne, el pan, los huevos y la leche!
Quisiera ver a los costarricenses fundamentando su próxima participación política, en el apoyo a quienes muestren, por medio de sus programas, discursos y acciones, un transparente y efectivo interés por temas cruciales para nuestro diario vivir, como la vivienda, la salud e indudablemente el acceso a los alimentos, tres condiciones indispensables para la vida que cada vez serán más difíciles de obtener si no se hace algo pronto.