lucha social que tendrá escenificaciones diversas, destacándose los acontecimientos que tendrán lugar en las calles del país, tal y como ya lo estamos presenciando según las demandas que van apareciendo formuladas por diversos sectores, incluso de carácter productivo, de quienes nunca se esperó que tuvieran que acudir a las vías de hecho para defenderse de la marginación y de la exclusión sociales: arroceros, paperos, cebolleros, traileros, por ejemplo.
Para la abrumadora mayoría del pueblo costarricense (e incluso, para la gran masa de población migrante), la cuestión de la salud pública es de vida ó muerte. Por ello, el destino final que en estos “tiempos de TLC’s” le espera a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), igualmente, se torna en una cuestión de vida ó muerte para la gente, para “los y las de abajo”, incluida la clase media.
Se necesita de una verdadera cruzada ciudadana para sacar a la Caja del gravísimo peligro en que se encuentra; acción cívica profunda que requerirá enormes desprendimientos y fomento de soluciones que podrían ser, en unos casos, impensadas; en otros, dolorosas. Los gremios y asociaciones profesionales, así como los sindicatos de la CCSS, deben repensarse su rol en las actuales condiciones en que está la institución, formulando las correspondientes autocríticas y gestando las ideas propositivas para construir el pilar de la estrategia de defensa y de salvamento de la Caja según nuestra visión: la alianza de su clase trabajadora con la población usuaria de los servicios que la institución brinda.
Debemos entender que la persona asegurada y que la persona trabajadora de la Caja son un todo único de una misma institucionalidad que debe preservarse para el desarrollo democrático de la sociedad. Como organizaciones laborales que actuamos en el seno de la institución, nos corresponde diseñar políticas tendientes a fomentar profundos valores como la solidaridad, la ética al máximo, la máxima moral en la función pública de la Salud y en contra de toda forma de corrupción en su seno; la elevación sustancial de la calidad de la atención, la cercanía afectiva con el asegurado y con el paciente; la máxima cortesía, el trato afable, la explicación convincente de los inconvenientes que sufre el servicio; así como la gigantesca labor de esclarecimiento político-ideológico del origen de las dificultades que amenazan la existencia de la Caja, la denuncia de sus enemigos internos; destacando la denuncia de los cárteles de proveedores que la extorsionan con sus tendencias monopólicas y oligopólicas en cuanto a compras, especialmente en medicamentos, alimentos, contrataciones a terceros y almacenamiento.
Recientemente, uno de sus altos jerarcas directivos nos comentaba que, por ejemplo, ya se ha estructurado, en el marco de estos “tiempos de TLC’s”, un cártel farmacéutico que tan solo un medicamento de obligada utilización en la Caja, cuesta ahora cuatro millones de dólares una sola compra del mismo, cuando antes del TLC costaba dos. Imaginemos como podría estarse ya perfilando la situación general en este ámbito de compra de medicamentos, si oligopólicamente la Caja ya es rehén de las transnacionales farmacéuticas tuteladas por este tipo de tratado de “libre” comercio.
Por otra parte, sin ser especialistas en la materia, pensamos que, entre otros órdenes, se debe actuar con urgencia en los siguientes.
Uno. El de la deuda del Estado para con la Caja, lo cual nos dice de que hay aquí una vinculación estratégica entre el sistema tributario altamente regresivo que nos castiga como sociedad y la disponibilidad de recursos frescos para honrar esa deuda estatal. La transformación tributaria estructural es, por tanto, condición “sine qua non”, imprescindible, en tal sentido.
Dos. La elevación sustancial de la calidad de la atención, la oportunidad de los servicios de la Caja cuando la gente los ocupa y el incremento de los productos de salud que ofrece, especialmente para amplios sectores medios que están cotizando bajo la obligatoriedad de la universalidad, pero que es cuestión de tiempo para que se promuevan cambios políticos liberándolos de ello, con lo cual se asestaría el golpe mortal definitivo a la institución, quedando prácticamente reducida para servir a la pobreza y a la indigencia.
Tres. Cambios sustanciales en cuanto a las responsabilidades profesionales de su personal especializado, especialmente médico, de forma tal que ó se trabaja para la Caja ó se trabaja para su “competencia”. No se puede servir a Dios y al diablo al mismo tiempo, quedando legalmente prohibido, mediando las necesarias retribuciones económicas estimulantes, tener actividad médica privada si se está al servicio de la Caja.
Cuatro. Si estamos brindando atención médica prácticamente gratuita a una población migrante que es creciente, debemos emplazar a los organismos multilaterales de crédito y a los gobiernos correspondientes a esa ciudadanía extranjera en el país, que coadyuven al sostenimiento financiero de la institución, pasando, por ejemplo, facturas globales anuales a esos gobiernos para hacerlos responsables del descuido de sus propias poblaciones.
Como vemos, la operación de salvamento de la Caja, que es algo así como nuestra madre institucional, requiere un esfuerzo articulado, en diversos órdenes y multisectorial, de forma tal que estamos de cara a una histórica tarea ciudadana que es de vida ó muerte.