Pocos, cada vez más pocos, siguen acumulando más y más, cada vez más. Las amplias mayorías, los y las de abajo, incluida la clase media, se siguen empobreciendo y tienen cada vez más, menos.
Con ocasión de la misa del Primero de Mayo, oficiada por la Iglesia Católica, el presbítero Guido Villalta Loaiza, Vicario General de esta congregación religiosa, dio lectura a la homilía de tan importante fecha, el Día Internacional de la Clase Trabajadora; homilía que también contó con el aporte de padre Marco Tulio Molina, Vicario Episcopal de Pastoral Social.
Precisamente, el apartado 3 de tal lectura, se tituló “Un país en creciente desigualdad”. Para nadie es un secreto el peso político-social de la institución religiosa católica costarricense y que aborde este tema, es un asunto que debe destacarse. Vamos a compartir con ustedes algunos párrafos de ese apartado.
“Algunos analistas sociales de nuestro país y observadores de la realidad califican a Costa Rica como el país de América Latina en donde más ha aumentado la desigualdad social en estos últimos tres años”. Importantes sectores sociales, como los sindicales, venimos pegando el grito al cielo al respecto.
“¡Qué dolor!”, dice la Iglesia Católica. ¡Qué injusticia!, decimos nosotros. ¡Inadmisible!. Continúa dicha homilía con lo siguiente: “Aquello de que nos vanagloriamos durante tantos años y que con el sudor de la frente de muchos de nuestros padres y abuelos, y el apoyo de las leyes sociales, nos hacía ser positivamente diferentes en América Latina, como fue la clase media, ya está casi desapareciendo”.
¡Qué importante que la Iglesia Católica costarricense reconozca que tenemos una clase media en vías de extinción. ¡Pues claro! Los niveles de explotación de la clase trabajadora, en amplios segmentos de la misma, son impresionantes. Esto lo venimos denunciando desde hace bastante tiempo.
“Es necesario un trabajo conjunto para favorecer el crecimiento y expansión de la clase media”, así lo indica la homilía católica del Primero de Mayo. ¡Enhorabuena! Desde la corriente sindical en que nos movemos, hemos hecho importantes propuestas a lo largo de varios años, al respecto; pero los sucesivos gobiernos las ignoran, pues se han arrodillado a los dictados del gran capital financiero, con su contraparte nacional, para concentrar más la riqueza generada por esa clase trabajadora cada vez más explotada.
La Iglesia Católica nos da la razón, otra vez. Dice: “Algunas organizaciones sociales lo vienen denunciando desde hace mucho tiempo: la desigualdad social es el problema principal de Costa Rica. De allí se están derivando otros problemas que nos tienen en grandes dificultades”.
¡Claro que sí! Reiteremos esos otros problemas y esas grandes dificultades. Salarios mínimos desactualizados; más del 40 % de la gente del trabajo, se la debe “jugar” por cuenta propia (mercado informal); gran parte de la clase trabajadora asalariada con la “suerte” de tener empleo formal está altamente endeudada con graves problemas de liquidez.
Más de la mitad de los y las jóvenes que deberían estar en cuarto y quinto año de secundaria, han abandonado los estudios, básicamente por la estrechez económica de sus hogares.
Políticas salariales restrictivas con aumentos semestrales indignos. Además, corrupción (pública y privada; con ropaje legal ó sin él); violencia en todas sus formas (intrafamiliar, contra la vida, contra los bienes, contra la niñez trabajo infantil, por ejemplo); penetración del narco en el tejido social (ya no sólo en los sectores pobres sino llegando a sectores medios); etc., etc.
La Iglesia Católica es lapidaria con esta frase: “Es el eterno problema de la distribución de lo adquirido con el crecimiento económico, del reparto de la riqueza, no llega al gran pueblo. Además de ser una cuestión económica, se convierte en política porque tiene que ver con las decisiones que toman los políticos al respecto”.
Algunos dirán que la Iglesia Católica tica “descubrió el agua tibia”. Otros pondrán en duda la sinceridad de estos planteamientos. Desde nuestra perspectiva, preferimos darles relevancia considerando las actuales circunstancias dolorosas que afectan a la mayoría de la población costarricense: su clase trabajadora.
Grandes transformaciones sociales y económicas son más que urgentes (ahora somos nosotros, los “descubridores del agua tibia”). Muchas de esas transformaciones están diagnosticadas, estudiadas, diseñadas y han sido convertidas en propuestas. Por ejemplo, la transformación tributaria estructural es imperiosa. Por dicha, el paquete de impuestos que quería el Gobierno está enterrado.
La imperiosa necesidad cívico-patriótica de una unidad popular de amplia base, apelando a la movilización ciudadana, con respeto pleno por las diversidades y sin dogmatismos y sin sectarismos, se nos impone como desafío histórico en las actuales circunstancias patrias. Ojalá tengamos la humildad de comprenderlo.