Conmemoramos, celebramos, ¿politizamos?

Como sus pares masculinos se sumaban a las luchas proletarias por un mejor trabajo, salario justo y jornadas menos extenuantes. Pero a diferencia de ellos, no sólo dejaban sus energías en las fábricas, en los talleres y en las casas patronales, también debían cuidar de sus hijos e hijas, y de sus precarias casas en los barrios obreros.

Las mujeres negras, en este lado del mundo, padecían la ignominiosa esclavitud; y cientos de miles de mujeres indígenas en Latinoamérica y muchas más en Asia y África la servidumbre colonial que impusieron los europeos en sucesivos siglos. El racismo, base de estas jerarquías centenarias, negaba su condición de humanas, efectos que se viven aún en los tiempos actuales, ahora expresados en la xenofobia contra las migrantes que, como antaño, enfrentan discriminación, desprecio y explotación.

Las mujeres de las élites disfrutaban los beneficios derivados de su clase, pero algunas transgresoras dedicaban su tiempo a pensar, escribir y llevar adelante una lucha tenaz contra el poder masculino que, en contradicción con sus mismos postulados de democracia, libertad, igualdad y fraternidad, no dudaban en afirmar que el lugar de las mujeres (y sobre todo de sus mujeres) era la casa. Por eso, que ellas quisieran votar les parecía impropio e incluso aberrante.

Desde esas diversas condiciones las mujeres resistían, se organizaban y, con distinto énfasis, enfrentaban los impactos del capitalismo salvaje, del patriarcado opresor, y del racismo abominable. Esas luchas son las que dan contenido al Día Internacional de la Mujer, convocado por primera vez hace cien años. Clara Zeltkin, socialista alemana, mujer visionaria que logró captar el espíritu de la época y, en un gesto de reconocimiento a sus ancestras y contemporáneas, propuso que se dedicara un día para conmemorar, pero también para impulsar las reivindicaciones de las mujeres.

Voto, mejores condiciones laborales, educación, participación, resumían las demandas de la época, piso común que, incluso en los inicios del siglo veintiuno, aún no gozan todas las mujeres. A esas luchas se han sumado muchas más en el transcurso de este primer centenario: autonomía, maternidad libre, sexualidad libre de ataduras, derecho a decidir sobre los cuerpos, erradicación de la violencia, libertad de expresión en todos los ámbitos.

Un breve recuento de las situaciones que continuamos padeciendo las mujeres, síntesis de las iniquidades de los sistemas de opresión, exclusión, discriminación y racismo que siguen pretendiendo imponer modelos de ser mujer, perfilan vidas marcadas por el abuso sexual, la violación de los cuerpos, las violencias de distinto signo, nuevas formas de esclavitud sexual y laboral, la pobreza, hambre y desnutrición, de sujeción y negación de derechos básicos como pensar, decir y hacer. Por eso hay poco que celebrar dicen algunas voces.

Pero cuando nos conectamos y reconocemos los miles de nombres de mujeres que han multiplicado sus energías para que las luchas de las mujeres continúen vigentes…sí hay que celebrar, celebrar sus vidas y sus contribuciones.

Conmemoramos a quienes les fueron cortadas las alas en sus afanes de libertad; celebramos a quienes en este centenario han hecho historia con gestos transgresores privados o públicos, a quienes han hablado en nombre propio y nos han heredado la palabra.

Y en este amanecer del siglo, ante la avalancha patriarcal que con nuevos discursos light pretende descalificar las luchas de las mujeres, vaciar de contenido sus reivindicaciones y bajar la intensidad de sus voces; desde distintos pensamientos, miradas y haceres, las feministas re-politizamos el legado que, hace un siglo, empezó a germinar.
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MUY POCO QUE CELEBRAR, MUCHO POR QUE LUCHAR

Intervención del Diputado del Frente Amplio, José María Villalta Flórez-Estrada, en la sesión plenaria de la Asamblea Legislativa de Costa Rica, el día Martes 8 de Marzo, con motivo del Día Internacional de las Mujeres

DIPUTADO JOSÉ MARÍA VILLALTA FLOREZ-ESTRADA:

Señoras diputadas y señores diputados, quiero iniciar mis palabras con una pregunta, ¿qué celebramos el día de hoy, el 8 de marzo de 2011?, el día internacional de la lucha de las mujeres, pero la fracción de Frente Amplio se une al planteamiento de organizaciones y mujeres feministas de nuestro país que han dicho que hoy no hay nada que celebrar o hay muy poco que celebrar, porque no puede haber algo que celebrar cuando el año 2011 registra el mayor aumento de femicidios que se haya registrado en ningún otro año, desde que se lleva un registro de estos crímenes de violencia machista.

No puede haber mucho que celebrar tampoco porque a pesar de tener en el papel de nuestra Constitución Política iguales derechos que los hombres, las mujeres ganan menores salarios por hacer el mismo trabajo en este país; además, a pesar de que ellas participan cada vez más en el mercado de trabajo y contribuyen tanto como los hombres en el sostenimiento de sus hogares, el modelo económico y cultural vigente las obliga a seguir cargando de manera unilateral con la reproducción y el cuidado gratuito de las niñas, los niños, las personas adultas mayores y las personas con discapacidad en los hogares, lo que implica un doble trabajo y un doble desgaste para ellas con menor salario.

No hay nada que celebrar porque a pesar de que estamos en pleno siglo XXI y de que nos gusta enorgullecernos de ser un moderno Estado de Derecho, que, incluso, ha logrado elegir a la primera mujer Presidenta de la República, se sigue teniendo una actitud timorata frente al poder del clero y desde hace veintiún años se niega a las niñas y a los niños, así como a la juventud de nuestro país, el derecho que tienen a informarse científicamente, sin mitos ni prejuicios, sobre sus sexualidades. Hasta que esto no lo resolvamos en Costa Rica y no haya educación sexual, como se debe, no tenemos mucho que celebrar.

Y como consecuencia de esa negación de derechos no cesan de aumentar los embarazos de niñas y adolescentes, lo cual les impone limitaciones a su desarrollo, a su libertad y al cumplimiento de sus derechos tan tempranamente como en los diez u once años de edad, esto que debería ser un escándalo es invisibilizado y naturalizado, e incluso, justificado y perdonado por misiones clericales que históricamente se han constituido a través del control patriarcal sobre las mujeres y que en un moderno Estado de Derecho, repito, no tendrían que estarse entrometiendo en la educación pública.

Esto no fue siempre así, en nuestro país es importante recordar que bajo el liberalismo del siglo XIX se produjo una separación clara entre Estado e Iglesia y que gracias a esta separación fue posible poner límites también a la ambición clerical de vivir del presupuesto público y apoderarse de las herencias.

No hay ninguna razón por la cual la Costa Rica moderna del siglo XXI no pueda reordenar su casa y dar al César lo que es del César, y a las religiones lo que es de las religiones, pues es inaceptable que en nombre de las religiones se destruya el cumplimiento de los derechos humanos.

No puede haber mucho que celebrar, porque en esta Costa Rica del siglo XXI hay ministros de Estado que trivializan el acoso sexual y esta trivialización no tiene ninguna consecuencia, no se le da importancia como sucede en el Ministerio de Seguridad, y no solo no pasa nada, sino que en un acto de increíble sarcasmo, se denuncia, como una gran dádiva para las policías mujeres, que se les proporcionarán uniformes ajustados, para que resalten sus caderas, es decir, que una vez más se convierte a las mujeres ¾y esto pasa en la televisión, en los espectáculos públicos sin una política clara al respecto¾ se convierten las mujeres, en este caso las policías, que se capacitan técnicamente para ejercer sus cargos, se les trata como simples objetos sexuales, no como colegas, cuyo valor no depende de su sexo.

Definitivamente que este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres en Costa Rica, no hay mucho que celebrar y tampoco puede haberlo porque el Instituto Nacional de las Mujeres, Inamu, que es la institución pública rectora en materia de promover y garantizar los derechos de las mujeres, se encuentra completamente alejado de las organizaciones de mujeres y más bien le están recortando su financiamiento y su presupuesto, porque la preocupación de quienes dirigen el Inamu está más puesta en rehabilitar a los homicidas que en tener claridad de miras y de propósito y llamar las cosas por su nombre y proteger a las mujeres y actuar de manera proactiva en defensa de sus vidas y de sus derechos ante los actos de violencia machista.

Efectivamente, no puede haber mucho que celebrar el día de hoy, pues para las mujeres costarricenses este 8 de marzo es un día más de lucha por sus vidas, por su dignidad, por su derecho a la igualdad, por erradicar definitivamente el machismo y la misoginia.

Hoy, 8 de marzo 2011, no podemos celebrar pero sí conmemorar la lucha ejemplar de las mujeres costarricenses y de las mujeres del mundo por hacer valer sus derechos, porque estos derechos, efectivamente, nadie se los ha regalado a las mujeres, incluyendo el derecho al voto, cada derecho, desde el derecho a una vida libre de violencia, el derecho a la libertad, al libre desplazamiento en el espacio público, a disponer de su patrimonio, a elegir y ser elegida, su derecho a tener un empleo y una remuneración pública justa y equitativa, su derecho a la salud, a planificar, a tener autonomía sobre sus propios cuerpos, cosa que en los hombres se da por sentado, son todos derechos que las mujeres han arrancado a la sociedad y que por eso mismo ellas defienden, día con día, en una lucha que, por lo menos, hoy por hoy, no tiene fin.

Día internacional de la lucha de las mujeres por sus derechos y por la igualdad, por eso, en este 8 de marzo, día internacional de la lucha de las mujeres por sus derechos y por su dignidad, el mejor homenaje que podemos hacer a las mujeres costarricenses es reconocer su coraje, su decisión, su valentía, y como diputados y diputadas comprometernos con ellas a estar a su lado en cada una de sus luchas de las que libran en este Parlamento y de las que tengan que librar en las calles.

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