Así describiríamos nuestra percepción del estado actual de cosas en nuestro país, dados los duros momentos que vive la mayoría de nuestra población, la población trabajadora y los sectores medios que ven con desesperación cómo se les conduce aceleradamente al precipicio de la pobreza.
El domingo anterior, gracias a una especial invitación que se nos hiciera, constatamos, fuimos testigos, de uno de esos episodios que demuestran cómo se desdibuja la Costa Rica de capas medias, otrora famosa en la América Latina y en el mundo, por las oportunidades de ascenso social que ofrecía a sus habitantes.
Un grupo de camioneros transportistas de carga pesada, comúnmente denominados traileros, de carácter unitario como se dicen ellos, es decir, propietarios de un furgón, de un cabezal o de un pequeño grupo de este equipo de transporte; están viendo, con desesperación, cómo se extingue su actividad, cómo se quedan sin fletes, cómo se arruinan (según sus propias palabras), ante el avance de una liberalización económica descarnada y de una competencia desleal frente a sus homólogos centroamericanos, que les conduce a la pobreza sin que nuestras autoridades gubernamentales hagan nada por salir en su auxilio.
El empobrecimiento de los traileros unitarios, su proceso de extinción; es muy parecido al que están viviendo los taxistas formales, los taxis rojos, también en vías de extinción; es un proceso muy similar al que sufren nuestros agricultores, quienes también parecieran destinados a ser figuras sociales del recuerdo.
En situación análoga, constatamos el avance del empobrecimiento de las personas trabajadoras asalariadas con la “_dicha_” de tener empleo “_fijo_” y “_formal_”, quienes son castigadas, semestralmente, con decretazos salariales indignos e insuficientes para enfrentar el alto costo de la vida. En este segmento social de la clase trabajadora, el endeudamiento personal es impresionante, en no pocos casos la liquidez salarial (semanal, quincenal), es raquítica; el deterioro de la convivencia familiar por estas estrecheces económicas es muy marcado. Pero, ¡cómo juegan con fuego!: Pretenden echar a la calle a unas 10 mil personas empleadas públicas con el cuento de la “_transferencia de competencias_” y el “_fortalecimiento municipal_”, por un lado; y, por otro, desprofesionalizar el sector Público, eliminando la dedicación exclusiva.
Igualmente, vemos el crecimiento del empleo informal, del cuentapropismo, llegando ya éste a una cifra aproximada del 45 % de la Población Económicamente Activa (PEA).
Y hablemos de esa clase trabajadora que se la juega tratando de sobrevivir en el mundo de los negocios a través de micro, de pequeñas y de medianas empresas. Otra situación dolorosa y angustiante. Pero, ¡qué relajo! Crearon una “_banca de desarrollo_” y resulta que tienen acumulados, sin usar, la astronómica cantidad de 185 mil millones de colones, girando en el mercado financiero, el de los negocios bancarios. ¿Qué es, en realidad, lo que pretenden con estas cosas los detentadores del poder real?…
Cientos y cientos de jóvenes no encuentran trabajo. Una enorme cantidad de personas jóvenes, recién graduadas, con la ilusión del significado de haber logrado, con mucho esfuerzo, una carrera profesional, son castigados por unas políticas que no les incluyen, que los lanzan a la informalidad (si tienen suerte); o, que les conducen al submundo de la ilegalidad en sus variadas formas. Por otro lado, somos testigos directos del dolor, del drama, del sufrimiento de personas en uso pleno de sus facultades, en sus mejores épocas productivas, quienes, por tener 35, 40, 45, 50 años de edad, no encuentran empleo, son discriminadas. “_No nos llame, nosotros le llamamos_”, es la frase cajonera que reciben, una y otra vez, cuando dejan su currículo luego de haber detectado una oferta de empleo.
¿Es que alguien podría considerar que esto es una democracia? ¿Es que alguien cree que esto será “_sostenible_” y que la clase política tradicional que gerencia el país y el poder real que está detrás de ella, seguirá creyendo que “_abajo_” no está pasando nada?…
Hasta el último de nuestros días seguiremos creyendo que hay dos democracias y hay dos poderes. Está la democracia formal, esa de las elecciones; y está la democracia real, la Democracia de la Calle, la de la gente, la del pueblo, la de los y las de abajo. Esta es la democracia que tumba gobiernos cuando éstos abandonan la senda del bien común y se entregan a intereses egoístas, dejando a las mayorías abandonadas a su suerte.
Se está convocando una manifestación cívica, una protesta social, un paro laboral para el día jueves 10 de marzo, en el Parque Central de San José. No sabemos si habrá “_cuatro gatos_”. Esperamos que no. Muchas organizaciones sindicales y de otra naturaleza estiman llegado el momento de empezar a acudir a la Democracia de la Calle, como mecanismo legítimo de llamar la atención de tal estado actual de cosas que, como indicamos, está estrujando a los y a las de abajo, incluida la clase media, dada la perniciosa senda de exclusión social que nuestra democracia está transitando en este momento. ¡Y quieren que les aceptemos un paquetazo de impuestos que, en lo esencial, mantiene todo este estado de cosas!
¡Cómo no va a crecer el narco si tiene una cantera de jóvenes disponibles en las barriadas populares! ¡Cómo no va a crecer la violencia criminal si se reduce la distribución de la riqueza, si los salarios no alcanzan, si hay hambre en muchos hogares, si hay chiquitos y chiquitas que van descalzos a la escuela! ¡Cómo no va a crecer la corrupción, pública y privada, si el asalto organizado a la hacienda pública con ropaje legal (licitaciones, concesiones, privatizaciones, “_aperturas_”, consultorías), se ve ahora como rápida fuente de enriquecimiento y “_eficaz_” forma de ascenso social!… Definitivamente, esto no puede seguir así. Hay que actuar ya, usando la Democracia de la Calle para salvar la Democracia, abriendo los sabios mecanismos del Diálogo Social.