Así nos lo demuestra, con miras a las elecciones del 2014, el activismo político-ideológico del otrora “presidente real”, el señor Rodrigo Arias Sánchez, anterior Ministro de la Presidencia, aunque parece que se sigue creyendo tal cual.
La pretensión del citado político de “coronarse” como Presidente de la República en el 2014, reafirma con toda contundencia que la transformación estructural de la institucionalidad republicana costarricense, es un objetivo profundamente estratégico de parte de los que, por ahora, ostentan la hegemonía política a partir del poder que les otorga el capital que tienen, que controlan, que influencian, que representan.
La presencia del señor Rodrigo Arias Sánchez en Casa Presidencial en estos días, en que se reunió con la primera mandataria, doña Laura Chinchilla Miranda; es para que nadie tenga duda alguna de que, efectivamente, la meta oligárquico-neoliberal es no dejar piedra sobre piedra de lo que ha sido el Estado Social de Derecho instaurado con la Constitución Política de 1949. Dos interpretaciones hemos escuchado de tal encuentro.
Por un lado, que el señor Arias Sánchez le llegó a golpear el escritorio a doña Laura acusando a su gobierno de torpeza, de falta de olfato, de “lentitud” en el impulso de leyes que son “necesarias” para apuntalar nuevos negocios con los servicios públicos, como la ley general de electricidad, el golpe mortal para el ICE.
Por otro, que, efectivamente, el “débil” carácter que podría estar mostrando la presente administración, motivó a la señora Presidenta Chinchilla Miranda para solicitar una especie de intervención política de los hermanos Arias Sánchez en su propia gestión gubernativa; ya no vista ésta como continuidad de la ejercida por ellos (tal y como fue denunciado en campaña electoral), sino como labor ejecutiva en el día a día ante la presunta “incapacidad” de sus “propios” cuadros políticos, como el actual Ministro de la Presidencia, el señor Marco Antonio Vargas Díaz.
En todo caso, los “vaivenes de palacio” solamente parecen ser controversiales en cuanto a las formas de impulsar la institucionalidad pública hacia su completa conversión en negocios privados; en cuanto a la velocidad de tal transición; en cuanto a las alianzas utilizables de corto plazo; en cuánto hay que repartir para comprar conciencias y asegurarse votos parlamentarios y otros “detalles” similares.
Por eso es que resulta igual de estratégico una rearticulación, una recomposición, un reencuentro, una reconstrucción con visión de corto, de mediano, de largo plazo; de toda la estructura organizacional ampliamente diversa que ha venido constituyendo la resistencia a la banda política asaltante de la institucionalidad pública, y su desenfrenada carrera hacia la máxima acumulación de riqueza, en su insaciable objetivo de apropiación total y privada de un patrimonio público que había venido siendo de toda la sociedad.
Pensamos que al respecto, el Movimiento Sindical Costarricense puede dar un extraordinario aporte si consigue, por un lado, pasar a un nuevo nivel de unidad ya no solamente en la acción sino con sentido estratégico. Esto puede ser viable si nos abocamos a considerar lo que puede significar en la actual circunstancia histórica de nuestra Patria, el concepto de “Central Única”; para lo cual sabemos que, por ejemplo, tanto en la Confederación de Trabajadores Rerum Novarum (CTRN), como en la Central Social Juanito Mora Porras (CSJMP), hay mucha motivación para hablar de ello. Sería extraordinario que otras instancias sindicales-sociales como CUSIMA e importantísimas agrupaciones gremiales-laborales se insertaran en esta construcción social. Imaginemos qué potencia puede lograr una iniciativa de este tipo si, a la vez y paralelamente, propiciamos una agenda compartida para la acción, para la lucha, que nos convoque y que nos articule; que nos junte y que nos reconstruya.
Imaginemos el potencial aglutinador de aspectos como la municipalización de la educación, la ley del salario único, la privatización de todos los servicios municipales, la ley general de electricidad, la cuestión de los salarios mínimos, la transformación tributaria estructural, el tema de las personas interinas en el sector Público, las libertades sindicales, entre otros puntos que pueden convertirse en un polo de lucha articulada como para pensarnos en, al menos, contraponerle a la hegemonía del capital, la hegemonía de la gente.
Soñar no cuesta nada y es lo que nos mantiene con vigencia. Al fin y al cabo, las transformaciones sociales no se dan por generación espontánea ni por filantrópica concesión; surgen desde abajo, desde la gente y sus organizaciones. Estamos de cara a una enorme oportunidad histórica. Ojalá podamos tomarla.