Reducir la violencia a asaltos y asesinatos es como quien ve un puente cayéndose por daños en la estructura y se fija en lo herrumbrado. Cada año 15 mil adolescentes se convierten en adolescentes madres por falta de educación sexual en escuelas y colegios, las calles están llenas de huecos, se usan los bienes públicos para favorecerse, una carretera vieja se da en concesión para que alguien cobre un peaje a como le da la gana y se cae un puente por irresponsabilidad del gobierno. Eso también es violencia y su expresión afecta a todos y todas por igual, pues la sociedad la conformamos todos y todas. ¿Acaso un hueco discrimina entre el compensador de un hiunday o un mercedes? Los asesinatos y asaltos son una expresión más dolorosa de esa violencia. El común denominador de todo es la impunidad. Denuncias hay todos los días pero consecuencia por los actos cometidos no. Al final Justicia es una palabra que carece de significado.
No es solo un asunto que se resuelva con plata: es un asunto de visión país y de entender que la economía es un factor pero no “el factor”; consiste en entender que en la sociedad convive gente de carne y hueso. La convivencia en sociedad está fracturada gracias al Presidente y a sus socios –por aquello del lenguaje corporativo y la competitividad— pero en esa fractura tienen parte quienes nos piden pasar hojas históricas sin sentar las responsabilidades del caso alegando ignorar hechos que pasarían a la Historia Universal de la Infamia si Borges estuviera vivo.
Llama la atención como en nuestro país para analizar a la sociedad se usan herramientas que dejaron de ser útiles hace rato; como a pesar de que el muro de Berlín fue botado por la ciudadanía alemana –que no se cayó solito— cansada de estar dividida y el mundo pasó de bipolar a una multiplicidad nuestros analistas y políticos no se dan por enterados. Basta leer la revista Time sobre la visión del Presidente Arias en medio ambiente para entender que su tiempo ya pasó –aunque el no se haya dado cuenta ni los Góngoras, Rodríguez o Alexandras Lorías— porque crecieron en mundo que ya no existe. Hoy la cosa es complejamente sencilla: los afectados y afectadas por el desastre ambiental somos todos y todas. Sabia la naturaleza que es tan inclusiva aun cuando algunos y algunas siguen excluyendo a los y las demás en razón de la sin razón propia de prejuicios de la guerra fría.
Quienes aspiran a dirigirnos comparten esa visión caduca de un mundo que ya no es sin importar lo que digan: oposición, verdadera oposición, accesibilidad con exclusión, nos dan seguridad, están en el corazón del pueblo, el país que queremos, el cambio ya o sigamos adelante. Frases vacías con que la gente común y silvestre se divierte completando con ironía y sarcasmo propio de quien no se siente representado, porque ve nombres distintos y colores diversos, con las mismas caras de siempre. Si en algo son ecológicos es en su extraordinaria capacidad de reciclarse manteniendo la misma esencia pero en distinto envase. Nuestra política es algo así como el clásico cinematográfico de “El Ataque de los Muertos Vivientes”.
La contradicción entre decir y hacer es obvia: hablan de que otros y otras son “políticos tradicionales” para desmarcarse, pero ellos y ellas son lo más tradicional de lo tradicional. Es un asunto de hechos. Las ropas son distintas pero el lenguaje es el mismo y las actuaciones igual: basta contrastar lo que dicen con lo que hacen; dicen querer cambiar la sociedad; obligados en razón de la ética a renunciar a sus bien remunerados puestos académicos piden vacaciones para no perder el puesto. Si la ensartan ganan y si no también.
La conclusión de semejante desastre no puede llevarnos a creer que absteniéndonos de votar se resuelve la cosa. Eso es pecar por omisión. La Democracia exige participación y quienes se quedan en su casa son cómplices de lo que suceda en el país. Abstenerse de ejercer el voto es dejar que unos pocos decidan lo que nos corresponde y afecta a todos y todas por igual. ¿Qué hacer? Para mí sencillo: acudir a las urnas y marcar varias casillas anulando el voto. Eso en mi opinión –para los que no están convencidos de votar por alguien— es mandar un poderoso mensaje. Votar en blanco no tiene sentido: resulta que por acá los votos en blanco se le suman al que más votos obtenga.
En febrero no solo se define quien llega Zapote; también quienes llegan a Cuesta de Moras. Tan claro está el asunto que el capitán nombró en los puestos elegibles a quienes únicamente saben decir sí —a los buenos negocios por supuesto— y representan lo peor —porque decir lo contrario es un contrasentido— del modelo que tenemos desde octubre de 2007. Si quienes llegan a Cuesta de Moras son esos personajes veremos a un sector haciendo su agosto su aguinaldo y su diciembre. Habrá que dejarse de prejuicios y votar por quienes representen un real contrapeso a la visión excluyente y egoísta que representan el PLN y sus asociados.
No se debe olvidar —gracias a las Andreas, Guyones y demás especies de la fauna política— que las leyes de implementación que se redactaron en Zapote —y algunas pareciera que en Suiza— se aprobaron en Cuesta de Moras y aun falta por definir la denominada agenda social —aun cuando para los egoístas y codiciosos tal cosa consista en ver dónde y con quien se toman un trago o se ponen de acuerdo para ir al concierto de moda juntitos y juntitas— pues de quienes lleguen a ejercer de diputadas y diputadas depende la sociedad en general.
Para terminar el último sorbo del chocolate espeso he de decir que a diferencia de mi buen amigo Albino Vargas nunca creí posible una coalición, porque no basta con oponerse a los hermanitos Arias para unirse. Al igual que no se puede hacer chocolate sin cacao ni pretender que de un día para otro quienes han vivido de la tranza y la prostitución se conviertan en buenas personas, es mucho pedirle a Dios que los oportunistas ocasionales o consuetudinarios dejen de lado sus ambiciones y se unan por el bien del país. Pero queda la esperanza de que una vez pasadas las elecciones haya quienes acusen recibo –por fin— de su acta de defunción para dar campo a la reconstrucción de nuestro país.
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