Era una tarde soleada, manifestantes descansan después de una
agotadora marcha desde la Universidad Pedagógica Francisco Morazán
hasta el Aeropuerto de el Toncontín, han hecho un trayecto de unos
siete o más kilómetros, pasan varios retenes de efectivos militares
después de negociar y explicar que su marcha es pacífica, con el
objeto de restaurar el proceso democrático que fue roto en el país.
Al llegar al Aeropuerto se desplazan más al sur para tener una buena
vista de la pista de aterrizaje y poder ver de cerca la llegada de su Presidente Mel Zelaya, que ha sido el único que ha paliado un poco sus frustraciones de los anteriores gobiernos. Es una fiesta, hay, arengas, alegría, canciones, se escucha la popular canción “el jefe de jefes” de los tigres del norte, toman agua, un poco de alimentos (churros, panes y frescos). Cerca de ellos están los periodistas de Telesur y de la Radio Globo, que son considerados una medida de protección.
El ejercito tiene rodeada la pista de aterrizaje, los efectivos alcanzan hasta donde existe la última ampliación de la pista, fuertemente armados, como si hay una guerra en el país, vestidos de fatiga verde, cascos, bombas y armas, llegan más soldados y paradójicamente tienen las caras similares a la de los manifestantes, porque vienen del mismo pueblo. Se dice que hay francotiradores en los alrededores.
La multitud canta, disfruta su jornada, espera a su líder, por parlantes se dicen buenas noticias, ya va a llegar, ya va a llegar, urge Mel. Algunos manifestantes luchan infructuosamente contra la valla que los separa con los soldados, aunque ellos están a muchos metros de los protestantes.
Es un mar de gente, estudiantes, profesores, profesionales, obreros, campesinos, amas de casa, jóvenes, adultos, niños y viejos, hombres y mujeres. De pronto ráfagas de balas, innumerables disparos, lluvia de bombas lacrimógenas, todos corren a protegerse, unos caen, otros caen y se levantan, lloran por los efectos de la bombas, corren, atraviesan calles, caminos, algunos piden auxilio en casas vecinas, algunos llegan hasta los Metrocinemas Plaza América, otros hasta la colonia modelo y la 15 de septiembre, huyen, algunos arengan a volver, otros se van, hay confusión, algunos preguntan donde están, porque no conocen muy bien la capital de la república y han venido de lejos a luchar porque vuelva la legalidad y lograr botar al gobierno de facto. Por la radio globo quieren saber que pasó, hay muchos heridos y hay muertos.
Esta es una barbarie, los 27 años de democracia hondureña son botados a la basura en un momento de locura por los jefes militares hondureños, educados muchos en la Escuela de las Américas o en otras escuelas de la nación más poderosa del mundo, (que pregona el respeto de la democracia) que han sacado de sus genes el engendro de la represión y muerte, que estuvo dormido tanto tiempo en sus cuerpos y que desgraciadamente despertó. De nada valieron los años de estudio, los años de cooperación que le ha dado la Universidad Nacional Autónoma de Honduras a las Fuerzas Armadas de Honduras por educarlos.
en la administración, el derecho, los derechos humanos y otras áreas. TVC, TN5, Hoy Mismo, Abriendo Brecha, El Heraldo, La Tribuna, La Prensa dirán que el culpable del suceso es Mel por arengar al pueblo a ir a recibirlo al aeropuerto, será un nuevo delito que suma a los que le achacan.
Estas heridas profundas no se curarán muy fácilmente. Creo que no habrá perdón en el cielo, pero si en la tierra, con las ostias de los representantes de la iglesia católica, o las manifestaciones de perdón y desde luego diezmos que se harán en la evangélica vida abundante y en la confraternidad evangélica de Honduras, que justificarán esa acción tan macabra como un efecto de la lucha de la chusma contra las instituciones legalmente constituidas. De verdad, dan ganas de llorar.
Un testigo del suceso