Cuando los militares intervienen, no hay más ley que la fuerza y no hay razones que valgan llámense jurídicas o no. Todos los derechos fundamentales y sus garantías desaparecen. Utilizar una Constitución para justificar un golpe de Estado es grotesco, absurdo. Es un insulto a todo razonamiento jurídico.
Mi mayor sorpresa, desagradable, deprimente para mi, que profeso la fe católica, ocurrió hoy con el comunicado de los obispos hondureños y las declaraciones del Cardenal Rodríguez Maradiaga. No esperaba que la Iglesia Católica apoyara al gobierno de facto. No esperaba que el Cardenal Rodríguez argumentara para legitimar el rompimiento del orden constitucional en su propio país.
La Iglesia fundamentó su posición en el artículo 239 de la Constitución de Honduras, que dice así:
“El ciudadano que haya desempeñado la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o Designado.
“El que quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán de inmediato en el desempeño de sus respectivos cargos, y quedarán inhabilitados por diez años para el ejercicio de toda función pública”.
Dio a entender el Cardenal que el Presidente Zelaya había quebrantado esa norma constitucional al pretender su reelección y dijo, que por lo tanto, al momento de su secuestro, expulsión y traslado forzoso a Costa Rica ya no ejercía el cargo para el que había sido electo por los hondureños. Me pareció vergonzoso, indignante.
El punto es que el Presidente Zelaya NO propuso que se reformara ese artículo ni lo quebrantó. Propuso la realización de una encuesta no vinculante en la que el pueblo contestaría si aceptaba o no que en las próximas elecciones de noviembre se le consultara sobre la celebración de una Asamblea Constituyente. Pero además, aunque el Presidente Zelaya hubiera tenido la pretensión de reelegirse en lo más íntimo de sus convicciones o su conciencia algo que él públicamente ha negado, el Derecho actúa frente a los hechos consumados y nunca frente a meras intenciones, que solo se tomarán en cuenta para la calificación de los hechos SIEMPRE Y CUANDO OCURRAN.
El Cardenal Rodríguez fue aún más lejos en su alocución; dijo que debían dejarse a un lado las emociones y que era necesario buscar la verdad. ¿Cómo es posible que un Cardenal inste a buscar la verdad cuando él mismo la tergiversa? ¿Cómo es posible que un Cardenal diga que “hasta el día de hoy no ha muerto un solo hondureño” cuando ya ha habido denuncias sobre muertes, secuestros, detenciones ilegales, lesiones, amenazas y persecución a quienes se oponen al golpe?
La relatora de Libertad de Expresión de la OEA, Katalina Botero, denunció hoy mismo, entrevistada por Telesur, que un periodista fue asesinado anoche en Honduras. La señora Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, declaró desde Tegucigalpa que hay mucha “indefensión” de la población, que hay mucha gente escondida, que no se sabe si están detenidos o no, que hay alcaldes perseguidos, extranjeros atemorizados, comerciantes nicaragüenses y venezolanos a quienes se les ha quitado su tarjeta de identificación, periodistas amenazados y perseguidos. También dijo que todos los Poderes del Estado están a favor del golpe, así como la Procuraduría de los Derechos Humanos. Señaló que “no hay mediadores, no hay gente que esté razonando desde una posición neutral”. Y ante una situación tan grave, la Iglesia abandona al pueblo y justifica a los golpistas. Inadmisible.
Por último, advirtió el Cardenal Rodríguez al Presidente Zelaya que si retornaba a Honduras en los próximos días podría darse un “baño de sangre”. Como decía hoy un diplomático hondureño en la OEA “¿Qué sabe Su Eminencia que nosotros ignoramos?” Es evidente que el Cardenal Rodríguez cuenta con información vedada al común de los mortales. ¿Por qué no la comparte en forma explícita?
La condena internacional al golpe de los usurpadores hondureños ha sido unánime. Esto es un notable avance en el camino de las democracias pero no ha movido ni un ápice de su posición a los golpistas. El mayor de los peligros, en toda hipótesis, lo corre el pueblo de Honduras, que no solo sufre las consecuencias de una situación interna de gran incertidumbre y la violación a los derechos fundamentales, sino que también tendrá que soportar las privaciones derivadas de su aislamiento político y económico.
El pueblo hondureño ha dado muestras de gran valor en su multitudinaria marcha del día de hoy hacia el aeropuerto y ha ratificado que estará allí mañana para recibir a su Presidente Constitucional. Varios presidentes de Latinoamérica han dicho que acompañarán al Presidente Zelaya en su retorno a Honduras. Quiera Dios que ese retorno no se convierta en el “baño de sangre” pronosticado por el Cardenal Rodríguez.
Con el pronunciamiento de los obispos conocido el día de hoy (sábado), la Iglesia Católica no solo se distancia del pueblo de Honduras sino también de todas las naciones de Latinoamérica y el mundo que han condenado el golpe. Es difícil entender esto. No es la primera vez que la Iglesia apoya a gobiernos de facto. Pero así como pensábamos que la época de los golpes militares había terminado en América, también creíamos que nunca más las máximas autoridades de la Iglesia apoyarían a los opresores. Pues parece que ni lo uno ni lo otro. Si es verdad que la democracia se ha instalado en nuestro continente, como han dicho varios Presidentes y representantes en la OEA, será necesario encontrar las formas, los modos, de consolidarla.
Fuente: elpais. cr | 05/07/2009