Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
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Ni dictadura, ni totalitarismo, ni autoritarismo. La Venezuela que dirige el Presidente Chávez es una democracia política auténtica en la cual, por ejemplo, la libertad de prensa es tan plena que usted encuentra artículos de la peor bajeza en contra de la figura personal, de la humanidad y de la integridad como ser humano del primer mandatario, para solamente dar un ejemplo de los amplísimos niveles de expresión que se tienen en dicha nación hermana.
Pudimos apreciar la altísima complejidad tecnológica del sistema electoral venezolano, ciento por ciento automatizado que genera en la ciudadanía electoral una enorme confianza y una gran credibilidad. En Venezuela, el o la votante siente que, no solamente su voto realmente cuenta sino que, además, será contado. Si bien es cierto esta automatización del voto es algo sumamente caro, lo real es que las personas votantes se sienten completamente seguras de que su voluntad soberana será respetada al extremo y que la seguridad del secreto del voto es impenetrable.
Anecdóticamente, personas con las cuales pudimos conversar nos relataron que en los tiempos del bipartidismo corrupto venezolano (antes de la llegada del Presidente Chávez al poder), una frase, “acta mata voto”, resumía la estrategia perversa de violentar la voluntad de la ciudadanía electora, pues los partidos tradicionales (Acción Democrática y Copei), llevaron a niveles impensados el fraude en las votaciones, alterando las actas de votación para su conveniencia compartida.
En las recientes elecciones, la participación ciudadana superó todos los pronósticos en este tipo de comicios. Desde temprano la gente hacía filas y fue tanta la asistencia que la autoridad electoral debió postergar la hora de cierre de urnas, en aquellos centros de votación donde la gente continuaba haciendo colas, por cientos y por cientos; y, además, en estricto apego a la ley.
Se podrá estar de acuerdo ó en contra de la línea política del Presidente Hugo Chávez. Pero hoy hay una circunstancia inobjetable. El proceso político que él comanda, reconstruyó la democracia venezolana, sacándola del lodazal de la corrupción en que estaba cuando él subió al poder y devolviéndole a la gente, a la ciudadanía, confianza y credibilidad en su sistema electoral.
En las pasadas elecciones del domingo 23 de noviembre, fuimos testigos presenciales directos de cuando el mandatario venezolano, a primera hora de la madrugada del lunes 24, se hizo presente en el Hotel Alba Caracas (donde nos encontrábamos alojados), para reconocer los resultados de dichas votaciones; especialmente, los que no le fueron adversos a su proyecto. Por otra parte, la colectividad partidaria del Presidente Chávez, su Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), emergió como la fuerza política número uno del país, mientras que la oposición sigue siendo un archipiélago de personalismos alimentados por un antichavismo enfermizo.
¡Qué bueno que Costa Rica y Venezuela han decidido mejorar sus relaciones bilaterales! Aunque suene increíble, tendremos que aprender del desarrollo de la democracia venezolana de hoy en día. Sus altos niveles de participación política, la calidad del debate ideológico en desarrollo, sus programas sociales y de participación popular, así como la inserción de la gente joven en el proceso revolucionario que se da en ese país, muestran nuestros crecientes déficits democráticos.
Sin duda, uno de los principales retos que tenemos es superar el bipartidismo corrupto neoliberal que tiene el poder hoy en día en nuestra querida Costa Rica. Tal y como lo hizo el pueblo de Venezuela al construir su nueva democracia, hoy con recuperado prestigio y con un sistema electoral totalmente transparente y de confiabilidad absoluta.