Tres son de destacar: la fuerte caída en el ingreso nacional que disminuyó del 5,3% al 3,6%; el aumento del déficit de la cuenta corriente del sector externo que se incrementó del 6,3% al 8,0%; y la violenta alza en la tasa de inflación que prácticamente se duplicó del 8% al 14,2%.
Todos estos resultados son negativos, pero sorprende que las estimaciones del Banco Central hayan errado por diferencias tan garrafales, a pesar de que desde el año pasado se sabía del estancamiento de la economía usamericana, del alza del petróleo y del encarecimiento de los alimentos.
La preocupación sobre la desaceleración de la producción nacional refiere principalmente a sus consecuencias, ya que se reflejará en mayores tasas de desempleo, especialmente en actividades relacionadas con el sector exportador. Pero también inquieta porque evidencia la mayor vulnerabilidad de nuestra economía frente a las variaciones cíclicas de Estados Unidos.
En cuanto al abultado desequilibrio externo, este obedece a la apertura impulsada en los últimos años, que no ha tenido como contrapartida políticas adecuadas de estímulo para acelerar nuestra oferta exportable. Las cifras de la última década indican que el crecimiento de las exportaciones siempre ha sido menor que el de las importaciones, ampliándose el déficit de cuenta corriente hasta llegar al excesivo porcentaje del 8% del PIB.
Pero lo que más angustia de la revisión macroeconómica del Central es lo relativo al aumento de los precios. De nuevo Costa Rica estará entre los tres primeros países con mayor inflación de América Latina, cosa que ha venido ocurriendo durante el último lustro, pero en esta ocasión será la más alta en el país desde 1995.
Lo peor es que el precio de los alimentos supera significativamente el índice general. Se estima que llegará al 24%. Esto afecta directamente a las familias más pobres que destinan un mayor porcentaje de sus ingresos a la alimentación. Es de esperar, por lo tanto, que veamos un importante aumento en el número de costarricenses que no pueden satisfacer sus necesidades básicas y que viven en condiciones de pobreza extrema.
Es innegable que los factores externos inciden en el aumento de la inflación, pero las autoridades monetarias nacionales no están exentas de responsabilidad, por acción o por omisión, de tan considerable incremento. El control de la liquidez, las bandas cambiarias y las políticas de tasas de interés son tres ámbitos de competencia que corresponden exclusivamente al Banco Central.
En cuanto a lo primero, los datos muestran que el control de la liquidez ha sido poco efectivo y que el crédito ha continuado creciendo de manera vigorosa, contrario a lo deseable si el objetivo era la estabilidad de precios. El régimen de bandas cambiarias ha generado incertidumbre en el mercado, que se manifiesta en mayores expectativas de inflación. En cuanto a las tasas de interés, resulta incomprensible que hasta hace pocas semanas el Central propiciara su reducción cuando las presiones inflacionarias eran indiscutibles.
Así las cosas, es engañoso señalar a los mercados internacionales como únicos culpables del desempeño de la economía nacional. Una estrategia de apertura indiscriminada, con poco estímulo a la producción nacional, y decisiones poco afortunadas en lo monetario y cambiario, son también responsables de lo que estamos padeciendo.
05/08/2008