Desde entonces la situación económica en ese país viene moviéndose como en una sucesión de toboganes: desciende, enseguida sube y de nuevo cae. Y frente a los reiterados episodios de pánico se recurre, una y otra vez, a colosales intervenciones estatales. Ello incluye centenares de miles de millones de dólares lanzados a los mercados financieros por el banco central estadounidense (la llamada Reserva Federal), y diversas medidas de estímulo fiscal promovidas por el gobierno de Bush y respaldadas por el Congreso.
Y, en efecto, por ratos la tormenta parece amainar. Así, en octubre del año pasado el principal índice de las bolsas de Nueva York alcanzó su máximo de todos los tiempos. Y hace apenas unas semanas se afirmaba: “lo peor ya pasó”. Pero, como si de una maldición se tratase, la calma no dura mucho y nuevos acontecimientos negativos ponen en tensión a los sistemas financieros y las bolsas de valores. Tan solo hace unos días proliferaban rumores aterrorizados acerca de la suerte de las dos grandes financieras paraestatales del sector hipotecario (Fannie Mae y Freddie Mac). Ahí está involucrada la bicoca de unos US$ 5,5 millones de millones, casi la mitad de toda la deuda hipotecaria gringa. Ha sido necesaria la intervención de las más altas autoridades (incluido Bush) para restituir alguna tranquilidad en los mercados.
Oficialmente no ha habido recesión. Pero eso es solo un tecnicismo sin importancia. Lo cierto es que el desempleo y la inflación aumentan al unísono, mientras los consumidores estadounidenses se declaran atemorizados. Y, por su parte, la Reserva Federal, tenida por omnipotente, luce cada vez más amarrada. Quisiera disminuir las tasas de interés para dar impulso a la economía desfalleciente, pero la inflación al alza y la crónica debilidad del dólar se lo impiden. Por su parte, el petróleo agrega una buena dosis de caos a una situación que de todas maneras es bastante caótica.
Prevalece una confusión mortal alimentada por un torrente inacabable de dudas, especulaciones y rumores. A veces las bolsas y el dólar suben y el petróleo cae. Pero tan solo pocos días después, esos movimientos se reviertan de forma violenta. Y, a fin de cuentas, ¿qué ha impedido el colapso total? Probablemente hay tres factores a considerar. Primero, el keynesianismo militarista que Bush ha desatado mediante un gasto militar desorbitado, por cifras de entre US$ 600 y 700 miles de millones anuales. Segundo, el empuje inercial que aporta a la economía mundial el alto crecimiento de China y, secundariamente, la India. Y, tercero, las intervenciones gigantescas por parte de la Reserva Federal y los demás bancos centrales de los países ricos. Así han impedido el derrumbe de todo el sistema financiero y bancario. De paso han prevenido una depresión económica mundial de graves consecuencias. Pero las perspectivas continúan sombrías ya que es casi seguro que queda por delante un largo período de estancamiento económico, desempleo y empobrecimiento para el pueblo estadounidense.
En plazos más largos el futuro no ofrece un panorama tranquilizador. Primero, la economía mundial sigue estando agudamente desequilibrada y el centro principal de tales desequilibrios sigue siendo Estados Unidos. Su déficit fiscal y de balanza de pagos y su endeudamiento fuera de todo control, ofrece el cuadro paradójico de una economía que es la más desarrollada del mundo, pero la cual al mismo tiempo depende de la “buena voluntad” de otros China y Japón, en especial para impedir el derrumbe del dólar y, con esto, la crisis económica. Por otra parte, el empuje que en estos años aportan China y la India está marcado por grandes contradicciones que amenazan su sostenibilidad en el mediano y largo plazo. Aparte los severos desbalances internos que persisten en esos países, su alto crecimiento está agudizando las crisis combinadas de la energía, los alimentos y el calentamiento global. Confiar en que el capitalismo mundial encontrará ahí la salida del túnel, podría ser una ilusión muy peligrosa.
Entretanto, aquí en Costa Rica el gobierno de Arias se va hundiendo en el lodazal de su propia farsa. Ha quedado atrapado en una madeja de negocios familiares y favores a los amiguetes y, encima, en colisión directa con otros segmentos de la oligarquía que hasta apenas ayer eran sus aliados incondicionales. Ha tenido un instante de lucidez al decidir adherirse a Petrocaribe (algo que hace mucho propusieron la ANEP y luego el diputado Merino). Resulta, pues, que Chávez y la revolución bolivariana no son cosa tan diabólica como decían.
Pero las nubes de tormenta se apelotan mientras las autoridades económicas dormitan sobre sus escritorios. Un aspecto, en particular, lo ilustra con claridad: la total ineptitud y el callejón sin salida en que se encuentra el Banco Central. Primero, el faltante o déficit entre exportaciones e importaciones (déficit comercial externo) ha alcanzado niveles de alarma. Segundo, la crisis económica y crediticia en Estados Unidos empieza a hacerse sentir en una reducción de los flujos de divisas que, por diferentes canales, recibe el país. Se abre así un hueco entre la disponibilidad y la demanda de divisas. Pero la cosa no sería tan grave de no ser porque crece el convencimiento de que lo único esperable es más devaluación. La gente busca entonces los dólares y ello simplemente agudiza la tendencia hacia la devaluación.
Frente a esto, el Banco Central se entretiene con sus “bandas cambiarias”. Meses atrás compraba muchos dólares para impedir que éste se cayera. En semanas recientes vendía muchos dólares para frenar la devaluación. Ahora “estrecharon” las bandas con lo que, casi de seguro, volveremos al sistema de minidevaluaciones: el dólar se va a pegar al “techo” de la banda y por ahí se irá moviendo hacia arriba, mientras el Central sigue vendiendo dólares y reduciendo reservas para impedir el aceleramiento de la devaluación.
Y como complemento a tanta genialidad en materia de tipo de cambio, además deciden ponerse estrictos con respecto al crédito, y con ese fin aumentan tasas de interés. Lo preocupante es que ya se les hizo tarde. Los años anteriores y en especial 2007 fueron de borrachera crediticia. Está llegando la resaca. Y a ver que va a significar una economía más lenta, un mayor desempleo y unas tasas de interés al alza, para familias y empresas costarricenses altamente endeudadas.
19 de Julio 2008
Fuente: Tribuna Democrática