El cuento es así: una computadora a prueba de bombas que dice, a cuentagotas, lo que el Gobierno colombianova queriendo ; un informe que señala peligros tan serios que, si no se hace algo, “Dios nos coja confesados”; una *Asamble*a a la que el Ministro no puede informarle porque entonces varios diputados no votarían las leyes del TLC; un ministro de la Presidencia que desmiente a su excolega y a lo rubricado por el Presidente al despedir al funcionario; y una doble designación en el cargo, que culmina con una académica inexperta en seguridad en el Ministerio.
Ahora se es narcopolítico si desde Bogotá nos dicen que se está enlistado en la inagotable computadora. Lo cual es lógico, porque aquí ningún político recibiría dinero sucio: que lo digan Caro Quintero y sus congéneres, ya que lo de Allen y el otro que casi llega a presidente de la Asamblea, son excepción.
También lo fue el dinero de Noriega, el del panameño dueño de tiendas libres, el de Hank González y los muy variados de Taiwán; jamás hubo contacto entre ticos y la mafia china (que cobra deudas con secuestros y palizas), el cartel de Sinaloa, o los narcos guatemaltecos. Todos vienen solos, y solos se van. Nunca se perdieron miles de pasaportes en Migración, ni se otorgaron miles de visas, residencias y pasaportes a inmigrantes chinos, colombianos, etc., a cinco mil dólares por cabeza. Y es casualidad que, hace apenas un mes, se capturaran dos millones de dólares enviados de Guatemala al dry cleaning tico y, anteayer, trescientos kilos de coca mexicana. Como nada de eso está en la computadora, no existe.
Con la carta del presidente Uribe basta y sobra. No hay que examinar, ni pensar, con nuestra propia cabeza, porque allá sí que no ha habido políticos, algún presidente, varios ministros –incluido uno de Defensa–, directores de la Policía, etc., vínculados con el narco o con las Autodefensas Armadas de Colombia.
Lo que extraña es el criterio del presidente Arias de que, si Berrocal como ministro asumía ante el Plenario la responsabilidad de su informe, esa transparencia ocasionaría que algunos diputados (¿cuáles, de qué partido?), en vez de rebatirlo, votarían contra les leyes del TLC. Si tal extorsión es cierta, es un horror; y, si no lo es, un insulto. Un poco de dignidad legislativa bastaría para exigirle explicaciones o una retractación. Como vimos con Alcatel, Finlandia, IDA e INS, nuestros políticos son a prueba de avaricia y corrupción.
Somos una nación de inocencias. Aunque algunos malpensados crean que aquí, según parece, lo único sucio que se trafica, contrabandea y lava, es la poca vergüenza que les queda a algunos.
- Politólogo
Fuente: LN S.A.