Si, como decía Aristóteles, determinar qué es justo es el principio ordenador de la sociedad política, no cabe duda de que la polémica que con tanta intensidad y pasión se desarrolla hoy en la sociedad costarricense no es en el fondo si aceptamos o no el TLC. La cuestión fundamental es si podemos tener un proyecto de país justo y luchar por él, o dejar que se radicalice la globalización neoliberal que solo ha resultado útil para los ricos. El debate no es sobre comercio sino sobre justicia.
Apoyadas en las armas de engaño masivo en que se han convertido los grandes medios comerciales de comunicación, con escasísimas excepciones, las élites neoliberales responsables de las políticas que aumentaron la desigualdad, la pobreza y la corrupción, confiaron en que el TLC sería aceptado y aplaudido, después de alguna oposición testimonial y marginal.
Acostumbradas, como Bush, a despreciar la inteligencia de la gente de forma reiterada y ofensiva, nunca imaginaron que el TLC iba a inaugurar un período de resistencia popular, patriótica y democrática, que con toda seguridad cambiará por largo tiempo el paisaje político, moral y social de nuestro país. El movimiento contra el TLC, hunde sus raíces en la memoria de los mejores tiempos de nuestra historia, y más recientemente en las luchas de resistencia contra la depravación y la mentira, contra la lógica obscena y excluyente de un capitalismo salvaje con perversos efectos sobre la vida de la gente, naturaleza incluida. Acumulación desde el coraje de decirle no al mal, a la injusticia, a la humillación, que eclosiona en este sujeto de rechazo al TLC que es el más diverso en componentes políticos, sociales y culturales de la historia de Costa Rica.
Impresiona realmente, en medio del repliegue democrático y del clima de cinismo e indiferencia que impera en amplios círculos de nuestra sociedad, la diversidad nunca antes vista de sujetos de resistencia, unidos en una esperanza común: una Costa Rica más justa, más decente y digna, con una mejor democracia y una vida política que se inscriba en un horizonte de búsqueda permanente del bien común.
Hay en el movimiento del “No” al TLC una consciente rebeldía democrática, una resistencia, pero también conciencia anticipatoria, emergencia de una nueva política en el pensar y en el quehacer desde el respeto, la participación y la igualdad. Este movimiento de nuevo tipo con diferentes ideas, rostros, voces, nombres, que se extiende a medida que va creciendo en conciencia, en compromiso y en creatividad, con toda seguridad ganará el referéndum, pero todavía más importante es la posibilidad abierta para traspasar la mera competencia político electoral, para centrarse en las grandes cuestiones que es necesario enfrentar para romper el ciclo neoliberal y emprender el nuevo rumbo que nos permita derrotar la desigualdad y la exclusión, desde la solidaridad y la cohesión nacional.
Soplan vientos de cambio. En un escenario nacional fracturado por los intereses y los odios, polarizado por las manipulaciones y las descalificaciones sumarísimas, es necesaria, y urge, la alternativa. El precepto humanista más antiguo y el más ignorado y ridiculizado por la lógica de este libre comercio sin corazón y sin alma: amarás a tu prójimo, es el que nos inspira y nos mueve.
- Diputado del Partido Frente Amplio
Fuente: La Prensa Libre 20 de junio de 2007