28 de setiembre de 1709 – 28 de setiembre de 2009
Nuestros antepasados indígenas de Talamanca se resistieron siempre a la conquista española, que buscaba despojarlos de sus riquezas en oro, y de paso robarles sus tierras, y también su trabajo, al esclavizarlos y repartirlos entre los españoles.
En el año 1604, dos siglos después de la llegada de los europeos al continente americano, después de muchos intentos de dominar a los habitantes originales de esta zona, los invasores fundaron un asentamiento en el lugar, que llamaron Santiago de Talamanca, que llegó a tener alguna prosperidad.
Los indígenas se organizaron para enfrentar al conquistador español, logrando vencerlo, expulsarlo y destruir su asentamiento, en 1610.
Desde entonces y hasta 1619 la rebelión fue en aumento, pero tras varios ataques exitosos contra los soldados españoles, finalmente fueron vencidos, ahorcando a los líderes y repartiendo a los demás indios rebeldes entre los españoles. A pesar de ello, este levantamiento logró que la corona dejara sus planes de conquista militar, y optar por la conquista ideológica, fortaleciendo la presencia de misioneros. Fue así, que décadas después, en 1683, llegaron a Talamanca los frailes Antonio Margil y Melchor López, quienes tenían un gran prestigio por su labor en Guatemala, no obstante, poco tiempo duró su trabajo evangelizador en la región, pues fueron llamados de nuevo a Guatemala, quedando prácticamente abandonada Talamanca por varios años, pues los sucesores de Margil y de López no soportaron las condiciones de la selva talamanqueña, hasta que en 1695 llegaron los frailes Francisco de San José y Pablo de Rebullida, quienes solicitaron una fuerza de 30 soldados, pues el abandono evangelizador había hecho que los indígenas organizaran de nuevo la resistencia a la presencia de foráneos.
Los soldados llegaron hasta 1703, lo que generó gran desconfianza entre los indígenas. Dos años después volvió, también de manera efímera, Margil, acompañado de fray Antonio de Andrade, con 30 soldados, y otros 30 que quedaron esperando órdenes en Cartago. Las intenciones eran no solo evangelizar, sino además, trasladar las poblaciones hacia nuevos asentamientos en la vertiente pacífica de Talamanca, para despojarlos de sus tierras y reducirlos para facilitar su control y explotación como mano de obra encomendada, que era la forma legal de llamar a la esclavitud indígena durante la colonia.
De esta operación quedaron a cargo los frailes Andrade y Rebullida, y su propia pluma es la que devela sus intenciones: “(…) y aun para poblar españoles era necesario el retirar indios a otra parte, para que en sus tierras buenas de zacatales pusiéramos el ganado que había de procrear para su manutención”.
Los indígenas talamanqueños, a pesar de no leer, y hasta de hablar poco el idioma del conquistador, comprendieron las intenciones de los religiosos y su complicidad con las autoridades coloniales de Cartago.
Por lo que Comesala (o Comezalá), líder religioso indígena de la comunidad de Santo Domingo (en Talamanca); y Pablo Presbere (o Presberi), también líder religioso en San José Cabécar, organizaron bajo las propias narices de los soldados y frailes españoles, todo un movimiento de liberación dirigido a expulsar a los invasores de sus dominios.
Presbere llamó a la lucha a todos los indígenas desde Chirripó hasta la Bahía de Almirante, en Panamá, y el 28 de setiembre de 1709, hoy hace exactamente 300 años, atacó el convento de Urinama, en donde murieron Rebullida y dos soldados de su guardia. Posteriormente, marcharon sobre Chirripó, en donde murieron fray Antonio de Zamora y otros dos soldados, así como la esposa e hijo de uno de ellos. Luego atacaron al grueso de la tropa, asentada en Cabécar, en donde murieron 5 soldados, y pusieron en fuga a los restantes 19, junto el padre Andrade.
Presbere y sus hombres quemaron 14 iglesias, los conventos y los cabildos.
La represión de los españoles no fue inmediata, pero fue implacable. Desde Guatemala enviaron las armas y municiones que pidió el gobernador de Costa Rica.
Ingresaron dos columnas de soldados que lograron capturar a 700 indígenas, entre ellos el líder Presbere, aunque no a Comesala.
Volvieron los soldados a Cartago con 500 prisioneros, pues 200 habían muerto o huido de camino.
“Los indios cautivos fueron repartidos por el Gobernador a los oficiales y soldados que tomaron parte en la campaña y se procesó a los caudillos de la sublevación. El cacique Presberi dio pruebas de una gran fortaleza de alma, negándose a denunciar a ninguno de sus cómplices, cuando todos lo acusaban a él. El gobernador lo condenó a la pena capital y murió arcabuceado (muerto por tiros de arcabuz) en Cartago el 4 de julio de 1710.”
Según concluyen prestigiosos historiadores nacionales: “es evidente que la represión organizada contra las poblaciones indígenas de Talamanca tuvo como principal objetivo, no tanto reprimir la rebelión, sino aprovechar el apoyo financiero y el envío de armamentos suministrado por la Audiencia de Guatemala, con el fin de capturar mano de obra indígena y trasladarla hacia las explotaciones agropecuarias de los españoles en el Valle Central. Debido a las duras condiciones a las que fueron sometidos los indígenas sacados de Talamanca, muchos de ellos murieron. Nueve años más tarde de los quinientos que habían llegado a Cartago, solo quedaban doscientos.”
_____________________________________________________
Tomado de: 1) Fallas P., Carlos y Jiménez Heidy. Evangelización indígena en Talamanca, Costa Rica y Petén, Guatemala 1685-1710. inédito. 2005.
2) Fonseca Corrales, Elizabeth; Alvarenga Venutolo, Patricia y Solórzano Fonseca, Juan Carlos. Costa Rica en el Siglo XVIII. San José, Editorial de la Universidad de Costa Rica. 1ª reimpresión, 2002.