Dr. Freddy Pacheco
Catedrático UNA
El agua ha perdido su transparencia, no solo por la contaminación que la tiene “en peligro de extinción” sino también por los negocios multimillonarios nacidos a partir de su escasez. Las acciones de las compañías transnacionales más importantes, (Suez, Vivendi, Thames,
Coca-Cola Co., Pepsi Inc., Nestlé…) se mueven hacia arriba en las bolsas de valores a la misma velocidad que se mueve a través de las fronteras el agua embotellada por ellas.
Dos ejemplos: entre Vivendi y Suez se abastece un mercado de unas 300 millones de personas en más de 130 países. Las ventas conjuntas del trío formado por la alemana RWE-Thames y las francesas Suez y Vivendi, superan los $160.000 millones anuales. Empresas que podrían estar muy interesadas en un TLC entre los Estados centroamericanos y la Unión Europea.
Debido a que unas 1.100 millones de personas no tienen acceso adecuado al agua potable, se estima que cada 8 segundos muere un niño consecuencia del consumo de agua contaminada.
El año pasado la escasez de agua causó diez veces más muertos que todas las guerras juntas del planeta en el mismo período. Y para alejarnos de la inevitable posición antropocéntrica, hemos de tomar nota que el 20% de las especies del planeta se han extinguido o se encuentran en peligro de extinción, debido a la falta de agua o la presencia de agua contaminada.
Así, opuestos a prestar la debida atención a la falta de agua declarando su disponibilidad como un derecho humano fundamental, los que negocian con ella se aprovechan de la crisis para aumentar sus ganancias, contando muchas veces con la complicidad del Banco Mundial que facilita la entrada de las multinacionales en los mercados latinoamericanos, recurriendo a su considerable influencia para que la privatización (o “apertura”) sea una condición crediticia. Antes de enfrentar fracasos en sus mismos proyectos, como los relacionados con la ineficiente “Global Water Partnership” (GWP) (“Asociación Mundial del Agua”AMA), financiada hoy principalmente por corporaciones, el Banco Mundial había multiplicado varias veces sus inversiones crediticias dirigidas al recurso hídrico.
Sumado a lo anterior son numerosos los casos en que la maloliente corrupción, mediante regalos, sobornos, donaciones políticas, y otros, ensucia aún más el agua antes incolora e inodora.
Sobran los “facilitadores” y “asesores” dispuestos a colaborar con la venta de agua embotellada, más de mil veces más cara que el agua de grifo que alcanza volúmenes cercanos a los 90.000 millones de litros, de los cuales al menos el 25% se comercializa fuera del país de origen.
Por ello, como era de esperarse, el negocio también ha llegado a
Costa Rica, tal y como lo publicara la prensa nacional en mayo del
2005, donde se informa que el tratado de libre comercio entre Costa
Rica y la Comunidad Caribeña de Naciones (TLC-Caricom) “representa una oportunidad para que empresarios ticos puedan exportar agua embotellada sin pagar aranceles y aprovechar las particularidades del mercado”.
Oportunidad que se presenta más promisoria (para los exportadores) de entrar en vigencia el tratado con EUA (y pequeños acompañantes) que se estudia en la Asamblea Legislativa.
En fin, los costarricenses y latinoamericanos tenemos la magna tarea de garantizar el abastecimiento futuro del agua… para todos.
Para ello es indispensable denunciar la corrupción y revelar los intereses oscuros que la enturbian, al tiempo que se ha de prohibir su exportación, que profundizaría los problemas asociados a su abastecimiento solidario.
13 de junio, 2006