Arias arremete contra quien no piense como él
Un análisis desperdiciado
El Financiero, 13 de enero de 2009, Edición 701
Oscar Arias Sánchez
Desde el otero solitario de quien conoce la verdad, con la implacable certeza de un oráculo, el editorial de este periódico nos dio a conocer, el pasado 22 de diciembre, un “análisis obligado” del quehacer político del 2008: una diatriba cargada de epítetos ofensivos y ayuna de imparcialidad.
Porque tan parcializada está la prensa que muestra complacencia absoluta con el poder, como la que muestra desprecio.
Si el periodismo costarricense quiere avanzar más allá de las voces enronquecidas y los brazos alzados hacia el cielo, será necesario que comprenda que la objetividad en ocasiones conmina a evitar la alabanza, pero también el insulto.
No pretendo, ni pretenderé jamás, que un medio de comunicación masiva apruebe todos los actos del Gobierno.
He tenido la dicha de vivir lo suficiente como para no esperar tal cosa de las relaciones entre la prensa y el poder político; relaciones que serán siempre tensas, complejas y contradictorias por antonomasia.
El deber de la prensa es informar, cuestionar y apoyar cuando cabe; el deber del poder democrático es actuar. En ese proceso habrá, sin duda, espacio para el reclamo recíproco y las expectativas insatisfechas. Y habrá ciertamente espacio para la crítica, que alimenta la democracia mucho más que la aprobación unánime. La crítica constructiva, claro está.
Un juicio muy severo
Esta respuesta no constituye, por lo tanto, un rechazo a la crítica al Gobierno. Pero sí expresa la preocupación de un ciudadano que ha visto, con asombro, la creciente estridencia con que algunos se refieren a las instituciones democráticas.
“El Financiero debe aspirar ser algo así como The Economist , y no como el boletín semanal de la ANEP”. Presidente de la República.
Porque la Presidencia de la República, pésele a quien le pese, es una de esas instituciones democráticas. Una de las más importantes.
Al emplear expresiones como “declaraciones irreflexivas”, “acusaciones falsas”, “anuncio inoportuno y descaminado”, “amiguismo”, “desnaturalización publicitaria”, “intromisión abusiva”, “hipertrofia irracional”, “escalada irrefrenable hacia la ilegalidad”, “Gobierno bicéfalo” (lo cual se contradice con_ “no hay cabeza en casa”_), y finalmente, “cogobierno Arias”, un periódico serio y respetable se rebaja al nivel de otras tribunas menos iluminadas del concierto nacional.
Uno pensaría que El Financiero debe aspirar ser algo así comoThe Economist , y no como el boletín semanal de la ANEP, conocido por emplear un lenguaje casi idéntico al transcrito.
La redacción de este editorial, cuyo estilo no escapa a mi reconocimiento, se distancia mucho de aquello que estamos acostumbrados a leer en las páginas deEl Financiero .
Nos habla de un Estado fracasado, como si viviéramos en Afganistán, Zimbabue o Iraq. Nos pinta un paraje oscuro y fatídico, y nos simplifica la existencia al decirnos que toda la culpa se la debemos atribuir al Presidente de la República, y a su hermano.
Esperaba reflexión
Lamento decir que esperaba más. Al finalizar un año que fue difícil para Costa Rica y para el mundo, y en los albores de uno que será mucho peor, esperaba de este periódico sugerencias y proposiciones, análisis y reflexión.
En suma, ideas que nos ayuden a enfrentar los complejos problemas que tenemos por delante.
En cambio, lo que encontré fue un desahogo visceral contra el Gobierno de la República. El periodismo serio es algo mucho más arduo. Cualquiera puede levantarse en un estrado y protestar por todo lo que considera incorrecto. Ir más allá de eso es lo que constituye la esencia de un buen periodista.
Desde la “orilla resbaladiza” en que estamos dando “el salto cronológico hacia el 2009”, puede que veamos desfilar ante nuestros ojos un tropel mucho más dantesco que el que retrata el editorialista: el desfile del respeto que se va para no volver.
Eso sí es “un daño elevado a nuestro país”, como dice el editorial. Eso sí es una “escalada irrefrenable”. Por la senda que recién comienzaEl Financiero , pueden despeñarse algunos de los más preciados valores que dice defender.
Espero que este cambio no sea definitivo, por el bien de este país, y por la calidad de un periódico que sigo respetando, aunque a mí no me respete.
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El editorial de marras
Editorial
¿Epicentro? La Presidencia
El Financiero, 29 de diciembre de 2008, Edición 699
Si, en la agonía del año, se pasa revista al quehacer político, con miras al año venidero, el análisis se torna obligado ahora, ante la crisis financiera y económica. El problema es económico, pero las soluciones pasan por el filtro de la política. Crisis y política van de la mano.
El 2008 quedó plasmado en el Cafta. Su aprobación, con las leyes de implementación, contadas las aperturas del ICE y del INS, pasará al activo del Gobierno. En este rubro caben también logros relevantes de los ministerios de Educación Pública, de Obras Públicas y Transportes, del INS, del ICE (aunque lentos), de Hacienda (exceptuado el desliz electoral de su jerarca) y de Salud, que cargó in extremis con el fardo enorme de la lucha contra la pobreza, una gran promesa insatisfecha. Otras instituciones pasaron sin pena ni gloria, y algunos, como Seguridad Pública, Competitividad, Minaet y Ministerio de la Presidencia, cierran el año con un déficit creciente y angustiante.
Esta enumeración plantea un problema político notorio: la administración ha funcionado a punta de algunas parcelas exitosas, mas las partes no obedecen a una visión de conjunto al compás de un gobierno coordinado. Prueba de ello es que la mayor parte de los errores y de los deslices han tenido su asiento en la Presidencia de la República. En segundo lugar, si el proceso del Cafta y del referendo mostró, en este aspecto, un gobierno unido, una vez pasado este trance, la disociación interna y la falta de liderazgo han sido evidentes. Esta debilidad quedó inscrita en las denuncias de la prensa sobre el secretismo de los bonos chinos y las consultorías financiadas por el BCIE y Taiwán. La reacción de la Presidencia en ambos casos fue deplorable.
A partir de ahí, altos funcionarios del Gobierno han incurrido en graves fallas: nombramiento de personas incompetentes para cargos estratégicos (Seguridad Pública), declaraciones internacionales irreflexivas, confesión de cansancio en la función pública, acusaciones falsas contra la prensa, anuncio inoportuno y descaminado de un proyecto de Constituyente, elaborado por un grupo de amigos del ministro de la Presidencia; allanamiento —dichosamente infructuoso— del camino para que Víctor Láscarez, destituido como cónsul en Nicaragua, ocupe una curul, sin valorar sus atestados; amiguismo en el IFAM; desnaturalización publicitaria del informe de la Contraloría sobre las consultorías, intromisión abusiva en el nombramiento de la Sutel e hipertrofia irracional del Mínaet. Ha sido esta una escalada irrefrenable hacia la ilegalidad y la violación de valores éticos básicos.
¿Por qué ha ocurrido esto y por qué no hay asomo de un alto en el camino? Primero, por la realidad de un Gobierno bicéfalo, centrado en dos hermanos, uno dedicado a bruñir su imagen, como objetivo primario, y el otro, a satisfacer sus ansias de poder a corto y mediano plazos, ahora y más allá del período presidencial, lo que deja de lado la función de gobierno. Segundo, un Gobierno bicéfafo sin equipo, carente de autocrítica y que rechaza la crítica ajena, campo abonado para la improvisación y, peor aún, para la supremacía de intereses personales o políticos, a contrapelo del bien común. Tercero, ausencia de liderazgo coordinador, promotor e inspirador, lo que, en tiempos de crisis, como estos, pone en peligro la institucionalidad y la misma democracia, ya que el vacío de poder y la desconfianza, como se sabe, dan lugar a las peores desviaciones.
Estos son los hechos. Desde esta orilla resbaladiza estamos dando el salto cronológico hacia el 2009 en medio de una campaña política. No hay cabeza en casa no hay visión de futuro no hay sentido de unidad, mientras los enemigos de la institucionalidad afilan sus armas. La responsabilidad histórica que recae sobre el cogobierno Arias no deja lugar a dudas. El daño que le están haciendo a nuestro país es muy elevado. Si la rectificación, en personas, en ideas y en autoridad en la Presidencia, no es inmediata, las consecuencias serán funestas.
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A propósito del despotismo de los Arias
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- Despotismo*
El despotismo es un gobierno de una autoridad singular, una sola persona o un grupo de personas estrechamente relacionadas, que gobiernan con poder absoluto. A dichos gobernantes se les denomina déspotas. La palabra insinúa reinado tiránico; supone una forma de gobierno que impone control absoluto de todo ciudadano.
Un término relacionado es despotismo benevolente o despotismo ilustrado, el cual se refiere específicamente a una forma de gobernación que llegó a ser prominente en el siglo XVIII. En esta instancia, los monarcas absolutos usaban su autoridad para instituir varias reformas en la estructura política y social en sus patrias.
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