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El avance de la deforestación; el crecimiento desplanificado del urbanismo; el uso descontrolado de agentes químicos venenosos; los monocultivos extensivos en función de la exportación de materias primas; la ganadería extensiva; las quemas, etc., son algunos de los factores que contribuyen al avance de los desiertos y la sequía, aún en lugares del trópico otrora verdes y lluviosos, como algunos lugares del nordeste Brasileño o, para ser más precisos geográficamente, como es el caso que vivimos en Costa Rica en los últimos meses con la persistente sequía en la región de Upala y Guatuso, que ha conducido a la muerte de numerosas reses y la pérdida de importantes cosechas, en perjuicio de un gran número de campesinos.
Gran parte de los actuales desiertos en Costa Rica tuvieron primero forma de bosque tropical primario, siempre verdes y altamente biodiversos; luego, a consecuencia de los programas de extensión agropecuaria impuestos por nuestros irresponsables gobiernos y por los organismos internacionales, adquirieron la forma de potreros o monocultivos, cuyos suelos fueron explotados durante unos años y que luego, una vez agotados, se fueron degradando por el sol o fueron arrastrados por la escorrentía o el viento. Debajo lo que quedó fue pura roca madre, infértil, en la que ni siquiera las especies de plantas pioneras tienen posibilidad de sobrevivir. Este panorama es el que observamos en al menos un cincuenta por ciento del territorio nacional, con las consecuencias ecológicas, los desastres cíclicos y el drama social que esto necesariamente acarrea todos los años desde hace cuatro décadas.
Para recuperarse de este dramático vórtice que nos arrastra hacia una tragedia de proporciones inimaginables, es absolutamente necesario el abandono inmediato de las prácticas productivas que conllevaron a la destrucción del medio: las talas indiscriminadas, muchas de ellas con permisos oficiales; el desarrollo de plantaciones extensivas, casi todas con el fin de satisfacer la demanda de países desarrollados y no la demanda local; el desarrollo de la ganadería extensiva, para satisfacer la demanda de carne de las naciones del norte. Prácticas desarrolladas sin pensar en sus consecuencias.
En fin, el modelo de desarrollo agropecuario dominante, ha generado muchas prácticas dañinas sobre el medio ambiente natural y social, debido a que no se diseñó pensando en el interés patrio ni en las demandas nacionales de seguridad y soberanía alimentarias, sino en una obsesión agroexportadora que a lo único que ha conducido es a la destrucción acelerada y generalizada de nuestra parte de la biósfera y a su desertificación.
* Especialista en manejo y conservación de recursos naturales
marcotuliopicado@ gmail.com