La naturaleza golpista de las oligarquías latinoamericanas

Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.

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El Presidente Zelaya cometió el “delito” de sensibilizarse acerca de la espantosa pobreza imperante en su país, precisamente por la codiciosa y desenfrenada voracidad de riqueza de esa oligarquía golpista de toda una vida; oligarquía que, por cierto, tiene en Costa Rica su buena cantidad de amigos y socios de negocios.

Y es que no debemos olvidarnos de que con tal de mantener el poder y su abominable sistema de concentración de riqueza, esas oligarquías son capaces de todo: matar, asesinar, comprar conciencias, corromper sueños y destruir ilusiones; exiliar, torturar, desaparecer y dar golpes de Estado; estafar, alterar mercados, tipos de cambio, etc.; concesionar, privatizar, ofrecer sobornos y dádivas; construir monopolios y oligopolios; manipular opinión pública, engañar, desinformar, excluir sectores, invisibilizar opiniones distintas; hacer juicios sumarios y condenar a priori; mentir descaradamente; arreglan encuestas y suben y bajan figuras según sus intereses de negocios; intoxican con novelas baratas, relajan valores morales y predican el culto al dinero, al consumismo, a la banalidad y a la promiscuidad con la “telebasura”, a fin de adormecer y domeñar la conciencia popular.

Ese tipo de oligarquía la vimos actuar en Costa Rica con ocasión de la lucha contra el TLC: mintió, manipuló, compró votos, repartió comestibles, latas de zinc, sacos de cemento, dinero en efectivo, arregló encuestas, etc.; todo a falta de ideas y ante la pobreza de argumentos. Sus grandes medios de comunicación, insultaron, denegaron derechos de respuesta, calumniaron, difamaron e injuriaron a todos cuantos nos pusimos a “su” TLC. Desdibujaban, escondían, invisibilizaban nuestras marchas y eventos. Ocultaron y/o minimizaron la más grande concentración cívica de la historia nacional, la del domingo 30 de setiembre de 2007. Violentaron sus propias reglas cuando sometieron al otrora sacrosanto tribunal electoral, acabaron con la independencia de poderes según sus parámetros de democracia representativa, llevando, incluso, al tribunal constitucional al peor descrédito de toda su historia.

Esas oligarquías, egoístas y codiciosas son igualititas unas de otras. Ahora están dolidas porque han venido perdiendo hegemonía política en varios países latinoamericanos y las tienen a la defensiva; y en otros, ya tienen debilidades de control para seguir manteniendo su “status quo” de privilegio.

Por eso siguen mintiendo y manipulando con los “grandes” medios de comunicación colectiva que controlan en ámbito nacional y multinacional. Por ejemplo, resultó sumamente indignante ver a la cadena de noticias CNN en Español, hablando de “Honduras: sucesión forzada”, en vez de lo que ha pasado ahí, un verdadero Golpe de Estado en toda la extensión de la palabra y en toda la profundidad del concepto político: perseguidos, detenidos, desaparecidos, exiliados, cierre de medios opositores, persecución, gases lacrimógenos, bala, muertos, etc. No hay otro calificativo para CNN en Español que el de “cadena golpista”.

Igualmente, indigna escuchar, por ejemplo, a Telenoticias de Canal 7, hablando del usurpador del poder en Honduras, nombrándole como “Presidente constitucional”, tal y como lo notamos en la edición matutina de este martes 30 de junio. Doña Pilar, don Ignacio: con todo respeto y en honor a la gran autoridad que la audiencia de este país democrático les ha dado: ¿ustedes creen que el señor Micheletti es el “presidente constitucional” de Honduras?…

Hay algo positivo en todo esto, pese al dolor y a la indignación que causa. La respuesta militarista y golpista de la oligarquía hondureña, es una esclarecedora señal de impotencia, de pobreza intelectual, de pérdida absoluta de valores, de ausencia de toda ética y de inmoralidad política llevada a su máxima y más deplorable expresión. Ellas, las oligarquías latinoamericanas, están desacreditadas y desprestigiadas, pues ya son varias las derrotas estratégicas que vienen sufriendo. Es cuestión de tiempo, como también es cuestión de tiempo para que en Costa Rica su hegemonía política decaiga. Ya hemos estado cerca de lograr tal objetivo. Ya hemos comprobado que es posible. Por ahora, concentrémonos en dar toda nuestra solidaridad al pueblo hondureño y a su legítimo presidente constitucional, el señor José Manuel Zelaya Rosales.

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