La noche más larga de Honduras

Martes 7 de julio de 2009. Número 105 Número 106

“Nos están masacrando”, gritaba entre la confusión un manifestante en el aeropuerto internacional de Toncontín en Tegucigalpa. Decenas de miles de personas se habían agolpado el 5 de julio, por segunda vez en dos días, para recibir al presidente Manuel Zelaya, apoyado en todo momento por los mandatarios de países como Argentina, Venezuela, Ecuador o Paraguay, y por instituciones como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la ONU.

TeleSUR confirmaba la muerte de al menos dos personas, uno de ellos menor de edad, y decenas de heridos a manos de las fuerzas especiales del Ejército. Mientras tanto, el presidente de facto, Roberto Micheletti, acusaba a Nicaragua de preparar una invasión inminente, mientras intervenía Radio Globo, uno de los pocos medios independientes, para retransmitir la rueda de prensa del Gobierno en funciones. “Retroceso de 30 años”, rezaba una pancarta en el aeropuerto de Toncontín.

“Si EE UU convive con golpistas se termina la democracia en América”, dijo Manuel Zelaya desde el avión que sobrevolaba Tegucigalpa.

Se organiza la resistencia

“La gente en este momento está viniendo por montañas, por laderas, por valles, cruzando ríos, porque todas las carreteras están tomadas por el Ejército”. De esta forma relataba Luis Galdanas, director del programa Tras la Verdad, de Radio Globo, el lento peregrinaje de decenas de miles de hondureños hacia la capital.

El 4 de julio, un día antes de la esperada vuelta de Zelaya, una marea de más de cien mil personas procedentes de todos las regiones del país se reunía en la capital. “La gente de las áreas rurales se ha venido a Tegucigalpa. No les importa quedarse a dormir en las calles. Todos esperan al presidente Manuel Zelaya”, señala Galdanas.

El peregrinaje había estado rodeado de obstáculos. “El Ejército vino en el desvío de Limones, golpeó a nuestra gente, disparó contra nuestros autobuses y agarraron a muchos”. Así describía el padre Andrés Tamayo, premiado en 2005 con el prestigioso premio ambiental Goldman, el ataque de 200 soldados contra una columna de manifestantes que pretendía llegar a Tegucigalpa. Los manifestantes corrieron a esconderse.

Una escena repetida en todas las carreteras del país. Los relatos de cargos afines a Zelaya, periodistas independientes y decenas de líderes y activistas sociales, forzados a la clandestinidad y a las detenciones arbitrarias, han inundado la red.

Reina Rivera Joya, directora del Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (DD HH) precisa que hasta el viernes 3 de julio, 590 personas habían sido detenidas por motivos políticos. “La situación es de absoluta indefensión”, señala a DIAGONAL Reina Rivera Joya. “En teoría, el toque de queda y el estado de excepción sólo es nocturno, pero durante el día se dan una serie de restricciones a garantías constitucionales: retenes militares en las salidas del país y de las principales ciudades, los militares no dejan avanzar a las manifestaciones que vienen hacia la capital, ametrallan sus buses, persiguen a los líderes, los capturan… y para mantener la imagen de que hay normalidad los vuelven a liberar, los capturan, en una especie de juego continuo”, narra esta defensora de los DD HH.

“Están haciendo una campaña psicológica de terror y miedo contra la prensa y contra la población”, explica el periodista Luis Galdanas. Una lección aprendida por el jefe del Estado Mayor del Ejército y máximo responsable militar del golpe, Romeo Vázquez Velázquez, en su paso por la Escuela de las Américas en 1976 y 1984, según publicó el diario La Vanguardia.

En esa misma escuela militar se formó en 1994 el actual jefe de las Fuerzas Aéreas, Javier Prince Suazo. Por si hubiera problemas de falta de experiencia en guerra sucia, el Gobierno de Micheletti fichó el 1 de julio como ministro asesor a Billy Joya, acusado por organizaciones de DD HH de coordinar torturas y asesinatos en Honduras durante los años ‘80.

Pese a la represión, las centrales obreras, el movimiento campesino, así como organizaciones de maestros y estudiantes se organizaron desde los primeros días en torno al Frente de Resistencia Popular para exigir la vuelta del presidente derrocado.

De tímidas protestas aisladas, la oposición al golpe militar fue creciendo día a día. Al cerco de la Casa Presidencial, en el que participaron miles de personas, le siguieron manifestaciones y tomas de carreteras a lo largo del país, y una constante caravana de manifestantes hacia la capital a medida que se acercaba la prometida vuelta de Zelaya. La marcha del 3 de julio frente a al edificio de la OEA en la capital o las manifestaciones en San Pedro Sula, la segunda ciudad más grande del país, reunieron a decenas de miles de personas. Sin embargo, fueron las manifestaciones favorables al Gobierno de Micheletti las que monopolizaron los espacios informativos.

“Total normalidad”

A la acción del Ejército, legitimada por la Corte Suprema y el Congreso con la suspensión de las garantías constitucionales, decidida el 1 de julio, se le sumó la colaboración de la Iglesia y los grandes medios de comunicación del país.

“El poder se ha apoderado de todo, hasta de la conciencia de la gente”, señala el padre Tamayo. El control de la información fue una de las prioridades del nuevo Gobierno. En la madrugada del domingo 28 de junio, minutos antes de que el Ejército asaltase a tiros la residencia de Manuel Zelaya, un corte de luz neutralizó los medios de comunicación de todo el país. Cuando volvió la señal, fue para retransmitir música tropical, telenovelas y manifestaciones a favor del nuevo Gobierno de Roberto Micheletti. El periodista Luis Galdanas, que tuvo que saltar desde un tercer piso para huir de la sede de radio Globo cuando los militares rompieron el portón de entrada, precisa las relaciones entre los sectores que apoyaron el golpe y los principales medios de comunicación: “El diario La Tribuna es del ex presidente Carlos Roberto Flores. Él es el que puso a Roberto Micheletti en el Congreso. Micheletti es el conserje de Roberto Flores. Los diarios El Heraldo y La Prensa son de Jorge Canahuati.

Este hombre tiene un montón de maquilas con más de 80.000 personas empleadas, que obliga a desfilar en las marchas pro Micheletti. Rafael Ferrari, el dueño de Televicentro, junto con Carlos Flores, con Jorge Canahuati y el político Arturo Corrales, son los que ponen y quitan presidentes en Honduras. La Tribuna, El Heraldo, La Prensa, Canal 10, Canal 3, Canal 7, Canal 5, Radio HRN, Radio América, Radio Moderna, Radio Satélite, todas forman parte de una cadena de medios manejada por cinco personas”.

“El problema”, comenta Luis Galdanas, “es que estos políticos manosean la Constitución y la pisotean y la violan a cada momento, cuando a ellos les conviene. El pueblo quiere que esta Constitución se reforme y que se convoque una constituyente donde todos los sectores estén representados”.

“Si cualquier militar simplemente porque recibe órdenes de grupos mafiosos puede tomar el poder, la democracia se convierte en una farsa para sostener los privilegios de unos pocos que se apropian de las riquezas nacionales”, dijo Zelaya mientras su avión se dirigía a Managua, después de fracasar en su intento de aterrizar en el aeropuerto de Toncontín.
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‘Mel’ Zelaya
¿Por qué un líder de familia acomodada, miembro de uno de los partidos tradicionales, ha conseguido reunir en su persona el apoyo popular? Para Wendy Cruz, de Vía Campesina en Honduras, “en los primeros dos años de Gobierno no hubo señales de cambio en el país”, pero medidas como el rechazo a las presiones para privatizar algunas instituciones del Estado como la Portuaria, o la Empresa de Energía Eléctrica, cambiaron esta percepción. El ingreso en el ALBA, el acuerdo con Venezuela para reducir el costo del petróleo, pero, sobre todo, el aumento del salario mínimo en un 70%, le reportaron una considerable base de apoyo popular.

*Periódico Diagonal, España

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