27 de Septiembre 2008
El asunto está puesto sobre la mesa. Desde hace meses es preocupación que agita la conciencia de la ciudadanía organizada, ansiosa de encontrar la fórmula que permita reconstruir la unidad que, en su momento, se gestó alrededor de la lucha contra el TLC. Cosa paradójica: tanto que lo deseamos y tan difícil que se nos ha hecho lograrla. El llamado de Eugenio Trejos recoge con notable fidelidad ese sentir. Pero, igual, siguen proliferando las objeciones.
1) Y, bueno, ¿qué pasa?
Repasemos. Tenemos el bagaje acumulado de una rica experiencia de organización y educación ciudadana desplegada a lo largo de la lucha contra el TLC. Aunque algo disminuida, esa organización sigue viva y palpitante. Tenemos, también, una inquietud que, cada vez más clara, echa raíces: la de reconstruir la unidad del movimiento progresista y potenciarlo como una alternativa viable frente al neoliberalismo.
Son parte de estas fuerzas progresistas los comités patrióticos, las organizaciones ambientalistas, comunales, de mujeres, de diversidad sexual, de jóvenes, las cooperativas, los sindicatos, los académicos, las organizaciones de artistas o de agricultores. También los partidos y organizaciones políticas que enarbolan un ideario progresista: el Frente Amplio, el Frente Socialdemócrata, la Alianza Patriótica y otras organizaciones. Se supone que también el PAC.
En el terreno de la oposición al neoliberalismo, el PAC es obviamente el partido más grande y el mejor organizado Además su programa resulta relativamente progresista en lo económico, aunque se queda algo corto en lo político, social y cultural. En todo caso, resulta difícil pensar la unidad patriótica sin el PAC.
Pero esto tiene cierta similitud con una relación de pareja. O ambos quieren o la cosa no funciona. Y parece que, en general, el PAC se mantiene remiso frente a la posibilidad de abrirse a un proceso de diálogo mediante el cual construir esa alianza amplia, a la vez político-partidaria y cívico-ciudadana.
A lo que sé, y hasta donde me consta, este partido ha dado dos respuestas:
• la unidad debe construirse al interior del PAC: por ser el partido más grande, los demás partidos y organizaciones ciudadanas deberían colocarse, sin más trámite, bajo su paraguas.
• el PAC solo dialoga y negocia con sus iguales. En una interpretación extrema esto implicaría una cosa: el PAC no dialogará con nadie; unos porque son partidos más pequeños (no son sus iguales); otros porque no son partidos (tampoco son iguales).
La primera de estas respuestas lleva implícito un supuesto muy fuerte: la de que el PAC realmente tiene poder de convocatoria para generar ese consenso de voluntades a su alrededor. Eso es completamente irreal y es fácil demostrarlo. Pero, además, sale de aquí una conclusión preocupante: la de que el PAC no tiene ni la humildad ni el desprendimiento necesarios para establecer procesos de diálogo respetuoso con otras organizaciones, tanto ciudadanas como políticas o partidarias. La segunda de las respuestas enumeradas, simplemente reafirmaría incluso con mucha crudeza tal conclusión.
2) ¿Cuáles son las posibilidades reales del PAC?
Pareciera, pues, que el PAC quiere caminar solo. Su capacidad de innovación de la política que tuvo un impacto considerable en 2002 ha quedado ya totalmente sobrepasada. Después de la luminosa gesta ciudadana de lucha contra el TLC, y con el acervo de educación política y madurez ciudadana atesorado al cabo de ese proceso, los elementos de novedad aportados por este partido su relativa austeridad, sus llamados encuentros ciudadanos, la intención de hacer campaña de ideas, etc. devienen propuestas muy limitadas.
Una alianza progresista es cosa mucho más rica. Se basa en la implicación ciudadana directa, libre y autónoma. Aporta, entonces, el poder de innovación, propuesta y movilización de esa ciudadanía organizada, pero, por ello mismo, exige de los partidos participantes un replanteamiento profundo en sus concepciones políticas y en su praxis. Implica un esfuerzo sustantivo por reinventar la política y, por esa vía, reinventar la democracia, y abrirse y llevar adelante un proyecto político que transforme a profundidad este país nuestro.
Por su parte, el propósito del PAC de avanzar solo, plantea dos preguntas de crucial importancia.
La primera: ¿Realmente el PAC puede ganar las elecciones librado tan solo a sus posibilidades? Contesto con la siguiente hipótesis: en general, creo que el PAC no está en capacidad de enfrentar por sí solo, en el terreno electoral, la poderosa maquinaria de la oligarquía, pero admito que podría darse alguna muy inusual combinación de factores que hagan factible su triunfo. Abundante evidencia se acumula a favor de la tesis de que la oligarquía está efectivamente dividida. Supongamos que la alianza intra-oligárquica no logra recomponerse y la división se mantiene hasta el proceso eleccionario. Agreguemos un contexto de crisis económica y descontento social agudizado. Imaginemos que tampoco se logra fraguar una unidad patriótica al margen del PAC. Sumemos el supuesto de que el PAC hace muy bien las cosas al punto de lograr atraer cierto apoyo del mismo movimiento ciudadano con el que actualmente se niega a dialogar. Quizá entonces podría ganar. Pero hasta en el mejor de los casos será un triunfo muy frágil, sin mayoría legislativa, justo porque el movimiento social progresista fragmentará su voto para diputados, aun si generosamente decide votar por el PAC para presidente bajo el criterio una vez más del menos malo.
La segunda pregunta: supuesto que el PAC pudiese ganar ¿podría gobernar y lograr cambios de alguna significación teniendo que gobernar solo? Si antes admití alguna posibilidad a su favor, en este segundo caso la descarto por completo. Para empezar, el solo triunfo electoral del PAC actuaría, inmediatamente, como factor de cohesión de las oligarquías. Y de ahí en adelante, cada intento por gobernar con un mínimo de compromiso progresista sería bombardeado sistemáticamente desde todas las atalayas del poder oligárquico. Ha quedado bien demostrada, tan solo para poner un ejemplo, la fragilidad del PAC frente a la opinión que vierten la prensa comercial. ¿Se imaginan ustedes a un gobierno del PAC enfrentado a las corporaciones mediáticas, las cámaras empresariales, la embajada gringa, las ONG de la derecha…? Sencillísimo: o hace lo que ellos exigen o se lo traen abajo.
Los colosales recursos de poder que maneja la oligarquía, constituyen un hecho fundamental y absolutamente contundente que aconseja construir una amplia alianza social. Porque, entre otras, uno de los objetivos de esa alianza será crear contrapoderes, así como nuevos espacios e instrumentos de poder, para desafiar, con alguna posibilidad de éxito, a la oligarquía. Para lograrlo es necesario implicar a todos los partidos progresistas, pero en el entendido de que la base esencial de esta alianza la proporciona la ciudadanía organizada.
Todavía hay tiempo para que el PAC recapacite. Tiene la palabra.
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Unidad Patriótica y Ciudadana… una vez más
Luis Paulino Vargas Solís
29 de Septiembre 2008
¿Quién llevó adelante la lucha contra el TLC con Estados Unidos? ¿Quién enfrentó, palmo a palmo, el poder colosal de la más formidable y monolítica coalición oligárquica que Costa Rica ha conocido en su historia? ¿Quién inventó un millón de formas distintas para enfrentar ese poder, romper el bloqueo a la información, crear nuevas formas organizativas, nuevas vías para coordinarse y cooperar, nuevas posibilidades para la educación popular y la participación ciudadana? ¿Quién, finalmente, puso en jaque a esa monstruosa coalición oligárquica?
¿Fueron acaso los partidos políticos? ¿Fue, quizá, un partido político en lo particular? ¿Acaso el “más grande” y el “mejor organizado” de tales partidos opuestos al neoliberalismo?
Dejémonos de vainas. En toda esa lucha los partidos incluso el más grande jugaron un papel tan importante como el de muchas, muchas otras organizaciones de otro tipo. No menos pero tampoco más. Sus dirigentes aportaron tanto como cualquier otro dirigente, dentro de un movimiento que gestó por sí mismo, en forma dinámica y creativa, sus propios liderazgos.
La verdad es que esa lucha la hizo la ciudadanía organizada, es decir, el sector líder del pueblo de Costa Rica. Una ciudadanía que se dejó de pendejaditas de centros indefinibles y nublados del día por aclarar. Se echó al hombro la lucha con convicción y coraje, para defender un proyecto de país, una aspiración de democracia, de justicia, soberanía y participación.
Entender esto y, a la par, entender la tremenda magnitud del poder que concentra la oligarquía, es indispensable para, a su vez, entender la importancia de la unidad patriótica y ciudadana con base en la cual enfrentar las elecciones de 2010 y, mucho más importante, avanzar con firmeza en el proceso de reconstrucción, saneamiento y transformación de la sociedad costarricense.
En esta unidad los partidos han de jugar un papel importante, puesto que les compete ser las estructuras formales por cuyo medio participar en las elecciones y elegir representantes y responsables de los asuntos públicos. Pero los partidos no tendrán a su disposición más que unas muy limitadas posibilidades, si no cuentan con la base social necesaria. Y esta base social no la tiene ningún partido, como tampoco ningún partido posee, por sí solo, la capacidad para convocar y movilizar a su favor la fuerza de la ciudadanía organizada, sin la cual esa base social simplemente deja de existir. Pretender lo contrario es tan solo un fútil ejercicio de voluntarismo sin fundamento.
En general, esa ciudadanía organizada de Costa Rica no le va a dar un cheque en blanco a ningún partido ¿Por qué cuesta tanto entender eso tan básico?
Para enfrentar a la oligarquía con alguna posibilidad de éxito es necesaria la coalición de los distintos partidos. Claro que sí. De paso, esa coalición debería construirse con base en mucho diálogo y, por supuesto, respetando las diferencias, incluyendo el hecho evidente de que hay un partido que, efectivamente (nadie lo niega), es el más grande y organizado. Pero, la verdad, la coalición de partidos, con todo y ser un buen avance, es tan solo un primer paso.
El detalle realmente clave es lograr reconstruir la unidad del movimiento ciudadano y poner así en marcha, de nuevo, todo su potencial creativo, de movilización, educación, información, propuesta y transformación.
Es obvio que nadie por sí solo representa ni puede hablar a nombre del conjunto del movimiento ciudadano, toda vez que éste es diverso, autónomo y descentralizado. De lo que se trata es de generar las propuestas y motivaciones que lo aglutinen y movilicen nuevamente. Ahí los partidos coaligados, en diálogo abierto con organizaciones y representantes ciudadanos, pueden gestar mensajes que convoquen.
Creo que tres elementos son aquí importantes:
• La realización de una amplia convención nacional patriótica para la elección de candidatos y candidatas. Deberá ser un proceso de gran altura, sobrio y austero; asentado en el debate inteligente y respetuoso; basado en mecanismos totalmente democráticos, transparentes y participativos, verdaderamente innovadores.
• La formulación consensuada de un programa básico que recoja las grandes aspiraciones compartidas, las cuales, dichosamente, son realmente muchas.
• La apertura, a nivel nacional, de un proceso muy amplio y participativo de debate y reflexión, que permitan enriquecer ese programa.
Nada de esto es fácil. Exige posponer aspiraciones y ambiciones personales; someterlas al veredicto popular y, por supuesto dialogar con mucha amplitud y respeto a fin de establecer los acuerdos programáticos básicos.
Y si algún partido acaso el más grande y organizado decide no participar de este proceso ¿Qué hacer entonces? Pues que le vaya bien, aunque así solito no ha de llegar muy lejos. Por nuestra parte, sigamos adelante en el proceso de construcción de nuestro proyecto unitario. Puede que, entonces, 2010 no sea el momento para nuestra revolución pacífica y democrática. Aunque sea algo más tarde, esa revolución llegará. Pero para eso es indispensable consolidar nuestra unidad patriótica y ciudadana.