Somos hijos del mismo Padre… y “la Iglesia no está en la tierra para privilegios, para apoyarse en el poder o en la riqueza, para congraciarse con los grandes del mundo” (Monseñor Romero, 30 de julio de 1978). Pero no todos en la Iglesia opinan parecido.
El Cardenal Rodríguez ha insistido en defender como “sucesores legítimos” del poder a los golpistas de Honduras; defiende lo indefendible, sus argumentos carecen de fundamento jurídico. Y cuánto más habla, peor.
En declaraciones de hoy, 15 de julio, dijo el Cardenal que “Los partidos políticos pueden ser legítimos, pueden tener modos distintos de pensar, pero esto no justifica de ninguna de las maneras la violación de la ley.” Pues la elección de Micheletti y la expulsión del Presidente Zelaya se realizaron violando la Constitución y la ley. Así lo considera toda la comunidad internacional. El Cardenal insiste en que están equivocados. ¿Error, soberbia, complicidad? No soy quien para juzgarlo, pero tampoco estoy obligada a compartir sus argumentos. Y sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por los golpistas ¿no tiene nada para decir Su Eminencia?
Agregó en el mismo comunicado: “La Iglesia no puede estar de parte de nadie.” Pues en el golpe de Estado en Honduras once obispos, Cardenal incluido, tomaron partido por los golpistas. ¿En qué quedamos? También señaló hoy Monseñor Rodríguez: “Tenemos que buscar la unidad en lo que es esencial”. ¿No es esencial restituir la democracia en Honduras? ¿No pertenece a la esencia de la democracia que el poder sea ejercido por quienes eligió el pueblo para tal función? ¿No es esencial el respeto de los derechos individuales en una democracia?
Hay quienes por vivir a la sombra de la ley no pueden ver el sol de la justicia, decía San Ambrosio. Gracias a Dios, no hay sombras tan grandes como para confundir a todos los pastores. Para consuelo del pueblo hondureño, que lleva 18 días en las calles reclamando paz y democracia, hay en la Iglesia auténticos defensores de la verdad, de los derechos humanos y de la justicia. He aquí el testimonio de esa Iglesia, que también existe.
La Comisión Provincial de Apostolado Social de la Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús ha señalado: “El uso de la Fuerza Armada y, luego, de la Policía, para reprimir a la ciudadanía que no aprueba el golpe de Estado, son las herramientas de un poder que teme,… Son las armas de la dictadura.” “Exhortamos a los Gobiernos de México y Centroamérica a acoger generosamente a los refugiados y desplazados forzosos que esta crisis provoque desde Honduras.”
A su vez, el Consejo de la Provincia dominicana de San Vicente Ferrer de Centroamérica, junto al CEDI (Heredia, Costa Rica), y AkKután (Cobán, A.V., Guatemala), han proclamado: “Pedimos a todos los religiosos y miembros de la Familia Dominicana en Centroamérica que rechacen de manera categórica, sobre la base de los principios aquí expuestos, el golpe infligido a la institucionalidad democrática hondureña y pidan el apoyo nacional e internacional para la restauración de la misma en el más corto plazo. … Asimismo, llamamos a expresar nuestra solidaridad efectiva con los más necesitados, los más pobres, los más excluidos del pueblo hondureño, también más afectados —a veces hasta manipulados— por situaciones críticas como la presente.”
Por su parte, Monseñor Luis Alfonso Santos, obispo de Santa Rosa de Copán, Honduras, en un comunicado emitido el 2 de julio pasado, condenó el golpe de Estado sin eufemismo alguno: “Como responsables de la conducción de la Iglesia Católica en el Occidente de Honduras, repudiamos la substancia, la forma y el estilo con que se le ha impuesto al Pueblo un nuevo Jefe de Poder Ejecutivo. Si el Presidente José Manuel Zelaya Rosales hubiese cometido algún ilícito tiene derecho a un juicio justo igual de todo ciudadano hondureño y en general todo ser humano.
“Como Iglesia Católica que peregrina en el Occidente de Honduras queremos recordar a los 124 Diputados del Partido Liberal y del Partido Nacional, responsable del Golpe de Estado y actualmente en el poder que no son dueños de Honduras y que nadie puede estar por encima de la Ley. Los diputados actuales deben recordar que reciben su sueldo de este pueblo que están oprimiendo. …
”Queremos recordar a todos en especial a las Fuerzas Armadas y a la Policía Nacional, el quinto mandamiento que dice: “No matarás” (Ex. 20,13). Esta mandamiento prohíbe también los golpes, heridas y toda vejación al ser humano que fue creado a imagen y semejanza de Dios y que es Templo de Espíritu Santo.”
Ayer, 14 de julio del 2009, el Servicio Jesuita a Migrantes Centroamérica, integrado por centros de derechos humanos, obras de pastoral social y universidades de la Compañía de Jesús, y el Servicio Jesuita a Migrantes México, condenaron enérgicamente el golpe en Honduras. “Rechazamos las acciones de las fuerzas armadas porque rompen el orden constitucional, violentan los tratados internacionales en materia de derechos humanos y el fortalecimiento de la democracia. …el Presidente de Honduras, Manuel Zelaya, fue legítimamente elegido, mediante los procesos establecidos constitucionalmente en ese país, y su destitución por medios violentos no tienen ninguna justificación.” Asimismo, condenan el hostigamiento a medios de comunicación y las violaciones de la libertad de expresión y exigen “…al grupo en el poder que detenga las acciones xenófobas y violaciones cometidas contra migrantes en territorio hondureño.” Por último, conminan “…a otras organizaciones a sumarse al rechazo del gobierno golpista y a manifestar su solidaridad con el pueblo hondureño, cuyo único anhelo es encontrar una salida inmediata a la violencia que vive el país.”
Mientras algunos integrantes de la Iglesia solo hablamos, o escribimos, o nos preocupamos; mientras algunos políticos entablan negociaciones en los hangares de un aeropuerto costarricense, allá, en Honduras, una Iglesia comprometida lucha sin tregua protegiendo a los oprimidos, a los perseguidos, a los pobres, a los detenidos, a los heridos, sin distingos de raza, color, nacionalidad, condición social o credo.
Esa Iglesia, creo yo, merece nuestro respeto y nuestro apoyo, porque encarna el auténtico mensaje del Evangelio, el de un Dios Todopoderoso que se anonadó, se hizo hombre, sufrió la pobreza y la persecución, se sentó a la mesa con los despreciados de la sociedad y murió en una cruz para redimirnos.
Esa Iglesia es hoy la que siembra esperanza en el valiente pueblo hondureño y lo acompaña en su lucha.
(*) Abogada
Fuente: elpais.cr