Soy uno de los pocos costarricenses que creen, muy claramente, que nuestro país lleva viviendo un estado de excepción, desde que se vulneraron todos los límites del espacio institucional —fallos de la Sala IV y pérdida de la autonomía de la mayoría de las instituciones que hacen contrapeso al gobierno de turno— en ese golpe técnico de Estado que se dio para llevarnos a la soñada dicta-blanda, que se desmorona con las denuncias hechas por la prensa, los grupos de Acción Concreta, los Comités Patrióticos y el valor que tienen los mecanismos de comunicación de la Universidad de Costa Rica, para seguirnos diciendo que son la consciencia lúcida de la nación.
El sistema electoral costarricense está diseñado para mantener la vigencia de dos grupos políticos antagónicos, los de allá y los de acá, que proponen lo mismo cada uno, con diferentes variantes que se reflejan en el hacer Bancada y lograr oposición, aunque sea de la boca para afuera, pero sin modificar ni un centímetro las diferentes normas que garantizan el delicado equilibrio que “debe” mantenerse. La aparición del PAC ha venido a modificar muchas cosas que antes parecían inmóviles, y que ahora lucen un poco corridas a la vista, y don Otton Solís ha pasado a la historia por ser un hombre que se atrevió a dar un paso necesario para romper las normas y hacer caminar la rueda de la historia hacia umbrales que casi se definen en las elecciones de 2006.
Pero es mi criterio, y no es relevante por no ser político el que escribe, que aquellos que luchan por un Partido Nuevo Tipo deben estar más a la izquierda del PAC, enfrentando sus esfuerzos hacia una transformación, casi total, de las estructuras sociales del país, con una lucha frontal contra el antiguo bipartidismo, buscando aliados estratégicos y potenciales en todas aquellas fuerzas sociales que quieran un cambio real y no solo maquillajes para seguir en lo mismo, con diferentes nombres pero con iguales temores. Esa flexibilidad táctica siempre redunda en acuerdos y pactos políticos, que en el momento presente no están representados por la mayoría de los 38D, que hacen y deshacen mediante su política de unidad y compromisos con el gobierno neo conservador, para llamarlo de algún modo, pues el liberal no tiene ni un centímetro.
Los problemas políticos se definen en la forma de las alianzas. pero antes se deben sopesar los resultados electorales —elecciones 2006 y referendo incluido— para tener muy claros los vectores que pueden impulsar una alianza popular, que se defina en las elecciones de 2010, de acuerdo a los diferentes estratos de voto, el mensaje que estos logren captar y que se expresa en las urnas electorales, todo lo anterior definido por el momento actual, en ese estado de excepción que vivimos, y con la pérdida de todos los límites para definir la independencia de los poderes con relativa autonomía del Estado, incluido el Tribunal Supremo de Elecciones, tan extraño en su comportamiento, tan claro en sus funciones.
El Partido Nuevo Tipo no debe ser, entonces, una especie de rejuntado de grupos que se organicen solo para parecerlo, poner candidatos a diputados, que solos no sacarían ni dos mil votos, y que resulten recibiendo el rechazo de los votantes pues dejan de lado a personas, algunos de ellos y ellas verdaderos líderes comunales, sociales o intelectuales. El Partido Nuevo Tipo debe entender que una campaña política se hace sobre una base económica a invertir, es una industria, y que la mayor y representativa forma de pensar de nuestros políticos, metidos a cientistas sociales, es el famoso Memorando, que es la crema de la crema de cómo piensan nuestros astutos políticos, que se reproducen como hongos en el campo neoconservador, para nunca definir lo que debe ser una campaña hacia un gobierno popular y democrático y del cual ellos resultan ser los más claros, o encubiertos enemigos.
Por supuesto ese Nuevo Partido debe partir del análisis del desarrollo histórico nacional, en sus etapas de ascenso y de unidad estratégica, por ejemplo: durante el referéndum, y de la idea clara de que aunque no se ha cancelado, completamente, la legalidad constitucional hay mecanismos que nos permiten conocer que se estrechan esos espacios de legalidad en diferentes instituciones y sectores públicos, para mostrar una unidad, nunca vista antes, de parte del bloque oligárquico-corporativo-mediático-neoconservador, los llamados por nuestro pueblo “bisneros”, cuyo interés político electoral consiste en mantener su hegemonía sobre los aparatos ideológicos del estado e impedir la creación de un bloque histórico popular, que emprenda las transformaciones, no solo las reformas como quieren algunos, en el estado costarricense.
En el escenario real de este teatro de acontecimientos pareciera que todos quisieran ser de centro, seudo democráticos y tiende manos hacia donde les ofrecen el codo, con tal de resultar electos en planillas partidarias, convertidos ya en políticos mondonguillo o jaquimeros, para llorar luego los madrugones electorales, que ya se deben estar planeando en los infinitos memorandos de nuestra clase dirigente y política, para dar forma a la gran “fiesta” electoral de 2010, montada sobre las utilidades y contribuciones procedentes de las comisiones de negocios megamillonarios, la mayoría con visos legales, de los cuales deriva el real poder político.
En Costa Rica la política es una industria que mueve millones de colones y se sostiene sobre contribuciones inmensas (No hay almuerzo gratis). La lectura de lo que ocurre en otras latitudes nos muestra que cualquier esfuerzo electoral de la izquierda tiene que tener en cuenta lo que sucede en el ámbito estatal, bursátil, las fluctuaciones de los pleitos de poder internos para repartirse réditos de los cambios impulsados por las supuestas bonanzas del TLC, sobre todo en la entrega del sector comunicaciones a las grandes empresas transnacionales.
Este Partido Nuevo Tipo debe tener una conducción política que no derive de las pérdidas anteriores de sus miembros, acostumbrados a recoger las migajas de la seducción del poder, tan gratas para algunos y algunas, con tal de figurar.
Todo esto enmarcado en un Proyecto Histórico Nacional, de índole política, que deje de lado los discursitos floridos y las frases altisonantes, pues la estrategia es de lucha, de movilización popular, y no reuniones entre unos cuantos, buenas personas todas, pero que como muestra la historia en los últimos cincuenta años, no han podido ni siquiera escribir un buen memorando que refleje la inteligencia y el valor de nuestro pueblo en el espacio democrático que todavía nos queda, y en el que actúan, todavía, valiosos, decentes y lúcidos ciudadanos, que se reúnen para mostrar su disidencia.
Fuente: La Prensa Libre
8 de Septiembre 2008