1. La huelga se anunció y organizó con bastante anticipación, lo que dio oportunidad a esas autoridades de preparar una ofensiva que fue ejecutada precisa y exitosamente en pocas horas para permitir que el movimiento fuera de prolongada duración como lo plantearon los gremios internos. Si bien algunos de sus líderes hablaron de hacer un primer paro de varias horas o de un día, al final se inclinaron por decretar una huelga indefinida; por tanto, un proceso riesgoso, muy difícil de sostener con apoyo de la opinión pública tratándose de sensibles servicios de salud los que se iban a paralizar con posibles graves afectaciones para el bienestar de los usuarios y el país.
2. De ese modo, sin medir mucho el terreno, sin abrirse a negociar o buscar una mediación o arbitraje antes de zarpar, se precipitaron, salieron lanza en ristre, y al final los sindicalistas que por años no habían protestado ante los desmanes internos de la Caja y hasta los habían avalado, fracasaron estrepitosamente. Quizás hubiera sido preferible intentar en serio abrir negociaciones y salidas airosas; y si, evidentemente, la cúpula de la Caja las rechazaba o si éstas fracasaban, entonces decretar un paro para detectar antes el apoyo interno/externo al movimiento, ver cómo reaccionaban las autoridades de la Caja y el gobierno, así como los medios de comunicación y la opinión pública (que es la opinión de estos en un 80%), evaluar resultados y si eran favorables, ir más allá con otras medidas de presión hasta llegar, de ser necesario, a la huelga sin plazo fijo como máxima medida final y no como la de arranque. Ya veremos los resultados de esta impericia en materia de dirección y manejo de conflictos, para no decir crasa irresponsabilidad, que seguramente va a exigir un replanteamiento del modelo vigente de organización y acción sindical en todo el sector salud (luego en otros), así como una pronta rotación y renovación de la dirigencia.
3. Desde un inicio, la estrategia de la cúpula de la Caja tuvo por objetivo deslegitimar el movimiento ante la opinión pública, los usuarios de los servicios de salud y los empleados de la institución, estuvieran o no afiliados a algún sindicato, de tal modo que la huelga no se extendiera ni alzara vuelo; ni resultara atractivo para las dirigencias y bases de otras organizaciones sociales, sindicales y no-sindicales, mucho menos para la gran masa ciudadana sin la aprobación de la cual es muy difícil que fructifiquen este tipo de huelga dura. Recordemos que desde hace algunos meses atrás dirigentes de varios sindicatos de la Caja venían tratando de organizar a esa masa mediante comités cantonales y sectoriales de base, siguiendo más o menos el modelo de los Comité Patrióticos de la lucha contra el TLC, bajo la expectativa de que se unirían a la confrontación creando una gran movilización social de apoyo. Ya sabemos que fue en vano y más bien desaprobó la acción.
4. Un eje clave de la estrategia era que la argumentación esgrimida por la cúpula institucional fuera (y así sucedió) adoptada y reforzada por los principales medios de des-información del país, encabezados por el Grupo Nación, siempre reacios a respaldar este tipo de protesta y empeñados desde años atrás en una sistemática campaña de desprestigio dirigida contra este tipo de protesta, contra los sindicatos y el resto del movimiento social. Esta campaña arreció, sin un efectivo contra-ataque, después de la lucha anti-TLC y se orientó, y orienta, tanto a desmovilizar y desactivar a esos sectores para que no puedan detener las políticas de privatización de los servicios sociales básicos del Estado de Bienestar, como a hacer creer falsamente a la ciudadanía que el único canal aceptable para expresar su descontento es la vía electoral y no las calles.
5. La argumentación oficialista incluía colocar el indefendible tema de las incapacidades como si fuera la principal motivación de los sindicalistas y el motor de la huelga, dejando sin mencionar los otros temas que estos inútilmente trataban de enfatizar, entre ellos la enorme deuda patronal, tanto empresarial como del gobierno, y las decisiones políticas y administrativas empeñadas en promover la privatización de los servicios de la Caja. Este punto afectó muy negativamente a los huelguistas, ya que la dirigencia de la Caja hábilmente hacia aparecer a los sindicatos como buscando ante todo equiparar el pago de incapacidades (definidas legalmente como un subsidio) con el 100% del salario e incluirlas a la hora de calcular el aguinaldo, las prestaciones, la pensión y el salario escolar. Se sabe que esto es un enorme incentivo para incurrir en frecuentes y prolongadas incapacidades; ya que normalmente los trabajadores reciben pagos por incapacidad como subsidio equivalente solo na un 60% del salario, el cual no se toma en cuenta para calcular los demás componentes. El decir de la dirigencia sindical, de que la huelga era para defender otros intereses y mejorar la gestión de la Caja, quedó desde el principio del movimiento aplastado por la campaña masiva que insistía en el asunto de las incapacidades como motor huelguístico y en la defensa de privilegios laborales.
6. En un segundo plano se utilizó un informe parcial, sesgado hacia aspectos puramente de equilibrio financiero-contable, y muy apresurado de la Oficina Panamericana de la Salud (OPS), para echar la responsabilidad de la crisis de la Caja a los propios empleados; a saber, a un aumento desmedido de plazas, remuneraciones y otros beneficios laborales, que funcionaron como disparadores del gasto durante el anterior gobierno de los Arias; claro está, sin decir cuántos de estos despropósitos se debieron a la politiquería del “ciclo electoral 2008-10” con el que los Arias lograron llevar a su protegida Laura Chinchilla al poder. De esta manera se disimulaba el lado más oscuro de la cuestión y que más comprometía a las autoridades de la Caja, anteriores y actuales: la deuda patronal (gubernamental y empresarial privada) y la pésima gestión administrativa-financiera de la cúpula liberacionista como verdadera detonadora del desequilibrio entre egresos e ingresos, lo mismo que la condescendencia de la actual y la anterior dirigencia arista de la Caja con los deudores, muchos de los cuales han sido a su vez contribuyentes de las campañas del PLN o compañeros de viaje integrados a la vasta red de la corrupción organizada y planificada que maneja ese partido en estrecho asocio con el PUSC y los libertarios (el PLUSC ampliado). Además, se le imputaba la causa de la crisis, una vez más, a los trabajadores, al gasto laboral o de planilla, al pago de cargas sociales e incapacidades, y se reforzaba el falaz argumento de que el problema era de aumento del gasto y no de un super-disminuido ingreso provocado por la monumental deuda patronal, como también lo aseveraban a diario los medios, voceros y ministros del gobierno, en particular el de Hacienda.
7. Recordemos que la OPS se prestó al juego porque si bien otrora fue un organismo internacional desarrollista, reformista y progresista (semejante en eso a la antigua CEPAL), hoy día muy por el contrario se halla inclinado totalmente hacia el neoliberalismo y el Consenso de Washington, respaldado por el Banco Mundial, la OMC y el FMI; es decir, hacia la privatización y consecuente liquidación del modelo de Estado de Bienestar y de los servicios solidarios de salud, eje de los cuales se considera en nuestro país a la Caja. Esto es simplemente una estratagema bien conocida y frecuentemente jugada por los gobiernos de derecha PLUSC-neoliberal, cuando han querido justificar medidas antipopulares, regresivas y lesivas a los intereses de las grandes mayorías sociales valiéndose de la opinión e intervención de esa clase de organismos extranjeros.
8. Mención aparte la merecen dos argumentos adicionales efectistas que usó la cúpula de la Caja, el primero, en este caso para desprestigiar y golpear preventivamente a los gremios de los médicos por si éstos se decidían ir a la huelga y de paso falsear aún más la tabla a los sindicalistas. Consistió en hacer creer a la opinión pública que la crisis de la institución también se debía a los altos salarios de los médicos y a los abusos que cometen en materia de guardias, horas extras, etc. Al final, la jugada surtió efecto, pues los dos gremios más grandes (Colegio de Médicos y Unión Médica) no pasaron de publicar campos pagados tratando de refutar esta tesis y de mejorar la mala imagen que tienen entre la ciudadanía que los señala como los verdaderos “dueños” de la Caja (y los biombos) y grandes responsables de su pésima conducción. Solo Siprocimeca, en un gesto muy digno y sobresaliente, se plegó a la causa de principio a fin, aunque no pudo con su respaldo evitar el descalabro. El segundo argumento se orientó a echarle la culpa del déficit presupuestario a las resoluciones de la Sala IV que exigen continuamente comprar medicinas sumamente onerosas para un selecto grupo de pacientes, lo cual también intentaron refutar los jueces, aunque seguramente sin mucho éxito debido al bajo nivel de credibilidad y elevado desprestigio que comparten con otros jerarcas de los altos poderes debido a su falta de transparencia y de independencia política.
9. Según diversos observadores y fuentes, la participación durante la semana que a duras penas duró la huelga, fue muy baja como era de esperar: no logró en su mejor momento abarcar más de un 10% del total de empleados de la institución, mayormente de los sectores administrativos y técnicos de menor rango. Después del primer día, se podía constatar que había abortado. Aunque no hay un recuento preciso y confiable, hubo menos apoyo al evento de parte de los médicos especialistas, pero más apoyo entre otros profesionales del área de la salud como microbiólogos, odontólogos y otros afiliados a Siprocimeca.
No obstante, se paralizaron muchos de los servicios hospitalarios de apoyo, claves para el funcionamiento de hospitales, clínicas y Ebais, conforme el movimiento afectó oficinas de archivos, despachos y ventanillas de atención al público, la mayor parte ubicados en el área de consulta externa.
10. Mientras eso sucedía al interior de la Caja, por fuera la expectativa de una gran movilización social de apoyo no cristalizó. El apoyo fue de nulo a muy bajo, y en muchos casos lo que se produjo fue un gran rechazo, a pesar de que la dirigencia sindical alzada en huelga, en medio de la misma, trató de orquestar una alianza tardía con el resto del movimiento sindical y social. Solo lo logró directamente con la CGT y el Sindeu (UCR). Al margen, o solo dando soporte verbal, se mantuvieron los gremios magisteriales y demás organizaciones sindicales ligadas a Cusima y al Frente de Acción Unitario(FAU), todas de clara tendencia reformista-gremialista o pro-sistémica y, por ende, proclives a pactar con los gobiernos de turno de la derecha neoliberal. La falta de sustentación de masas hacia adentro y hacia afuera solo presagiaba lo que sería el lamentable final: un tiro por la culata, una rendición casi incondicional de la dirigencia sindical mal comandada por Undeca y la Anep ante la presidenta ejecutiva y altas jefaturas de la Caja, quienes solo pueden cantar, no obstante y por ahora, una pírrica victoria dada la enorme responsabilidad que en realidad les cabe en todo el proceso que llevó perversamente la institución a la quiebra y a la salud pública a un mayor grado de posible privatización en el mejor de los estilos neoliberales y bancomundialistas.
Lo anterior se ofrece aquí como un primer balance de esta fallida huelga en la Caja. Volveremos con un segundo balance complementario la semana entrante, enfocando para entonces los resultados de la “negociación” y otros aspectos de tipo político e ideológico que no pueden dejarse de lado.
Fuente: elpais.cr | 27/07/2011
Columna “Pensamiento Crítico”