El pasado miércoles los directores del Central acordaron que tanto el techo como el piso cambiario podrán variar hasta seis céntimos diarios sin intervención institucional. Lo primero resulta irrelevante porque las presiones no son al alza sino a la baja del dólar; pero lo segundo sí constituye una modificación importante en la lógica de la política que se ha venido aplicando.
La posibilidad de que el dólar pueda disminuir su cotización nominal en el tiempo, es decir, que cada día paguemos menos colones por la compra de un dólar, es un giro conceptual y un tránsito, de hecho, del régimen de bandas a uno de mayor liberalización.
Se ha señalado que el propósito de esta decisión es poder controlar la inflación de mediano plazo, tener mayores espacios de maniobra en la aplicación de la política monetaria y evitar intervenciones frecuentes en el mercado.
Sin embargo, para analizar los efectos y consecuencias de esta reforma cambiaria hay que tomar en cuenta el comportamiento de algunas variables desde que las bandas reemplazaron a las minidevaluaciones.
- La inflación ha mantenido niveles similares a los de 2006 y la evidencia parece mostrar que el efecto del tipo de cambio sobre la inflación inercial es mucho menor de lo que se suponía.
- Aunque se esperaba que un tipo de cambio fijo tendría un efecto negativo sobre las exportaciones y estimularía las importaciones, lo cierto es que las cifras hasta octubre muestran que las ventas externas han crecido en un 14,8%, inferior a 2006 pero superior a 2005; y que el aumento de las importaciones (10,4%) es menor que el de los dos años precedentes.
- Las reservas monetarias del Banco Central y del Sistema Bancario Nacional aumentaron en los últimos doce meses; las primeras alcanzan los US$3,886 millones y las segundas llegan a US$4,075 millones, aunque el ritmo de crecimiento se ha debilitado.
La realidad económica imperante en el país, caracterizada por una inflación que se niega a amainar; flujos de capital que siguen alimentando las reservas monetarias y una estructura económica que al menos en el corto plazo no refleja en la balanza comercial la revaluación de la moneda nacional, es el entorno desde el cual debe evaluarse este nuevo devenir de la política cambiaria.
Si Costa Rica padece, en algún grado, el síndrome holandés, provocado por los elevados flujos de capital internacional, inversión extranjera y turismo, ¿como afecta esta decisión del Banco Central? ¿Hasta qué niveles podría revaluarse el colón?
Desde una perspectiva comercial, la disminución del precio del dólar incide negativamente en la competitividad, sobre todo porque la inflación no han reducido su compás de crecimiento. ¿Cuál será el límite cambiario para evitar daños irreparables a las empresas exportadoras? ¿Y los beneficios adicionales de los importadores?
También en el mercado crediticio las decisiones cambiarias tienen repercusiones. Un dólar a la baja, en relación con el colón, modifica las preferencias en cuanto a la moneda en que se ahorra y se invierte. ¿Cuáles son los efectos de carácter distributivo? ¿Quienes los ganadores y quienes los perdedores?
Sin duda esta decisión en materia cambiaria tiene mucha miga y merece mayor análisis.
11/23/2007