El mandatario estima que el ‘éxito’ chileno se debe a su apertura comercial, la concesión de obra pública y a los acuerdos (llamados en Chile ‘congéniales’) entre seis partidos para pactar 51 convenios de libre comercio, uno de ellos hace poco más de un año con Estados Unidos. Por desgracia, Arias no utilizó su visita a la sede de CEPAL, en Santiago, para enterarse que el crecimiento chileno se acompaña con una suicida distribución de la riqueza: el 20% más opulento se deja 17 veces más que el 20% más pobre (en EUA la distancia es de 9 veces).
En el mundo, Chile es superado en discriminación económico-social solo por Brasil, Colombia, Paraguay y Sudáfrica. El desempleo chileno en el 2004 era casi del 10% y en la década de los noventa osciló entre el 6% y el 10%. Costa Rica en esas fechas se movió entre el 5.2%” y el 6.4%. La expectativa de vida de los costarricenses es la mejor de América Latina, algo por encima de la chilena. O sea que también sus políticos podrían aprender de acá. Sobre la ‘_habilidad’_ para “congeniar” acuerdos comerciales, alguien debió decirle que la apertura chilena expresa una política de diversificación de mercados, que el TLC con EUA se firmó tras años de negociaciones (no asegura su éxito) y que los negociadores chilenos no recibieron parte de sus ingresos del otro bando.
Si lo que pasmó a Arias fue la concesión de obra pública, en Chile ella se inscribe en un marco jurídico específico (único en la región) y no se deja a una discrecionalidad “caso por caso” potenciadora de fraudes, como ocurre en otros sitios. Si lo que lo asombró fue la voluntad política de los sureños para “congeniar”, debería recordar que su vicepresidente Kevin Casas es líder galáctico del bárbaro discurso “para eso tengo mandato”, que repiten con fruición “yes men” y “secretarias ejecutivas” en la Asamblea Legislativa. Siguen al “águila” que no parla con “caracoles”. Aprender de Chile aquí, por ejemplo, significaría dialogar y negociar con el PAC, TLC incluido, para llegar a acuerdos estratégicos de gobernabilidad y no sumar votitos para constituir el magno logro de un Directorio Legislativo.
Como Arias en Chile desfiló ante militares, pudo quizá notar que la disciplina social chilena se siguió del terror de Estado (empresarial-militar) aplicado durante 17 años y plasmado en la Constitución de 1980, aún vigente. En Chile, Hilda Chen Apuy o Albino Vargas, opositores, serían únicamente retratos en pancartas alzadas por parientes y manifestantes que los reclamarían por liquidados o desaparecidos. Los soldados ante los que caminó son institucionalmente torturadores y asesinos. No fueron castigados por sus crímenes ni tampoco se excusaron por ellos. La ley les otorga privilegios (_“convenciones colectivas”_, digamos). El terror con que desagregaron a los trabajadores chilenos es lo que algunos echan de menos en Costa Rica para que el país se “modernice”. De modo que si el premio Nóbel desea copiar a Chile debe estudiar todas sus facetas y no solo las que parecen reforzar su “sueño del pibe”: liquidar ‘monopolios’ que han hecho de Costa Rica lo que es. Lo grato y lo asqueroso. Como la dictadura del capital en Chile.