Leí con mucha sorpresa, en “El Camino” del mes pasado, el informe del reciente foro de la Alianza Evangélica sobre el TLC, con su título “Consejo de Liderazgo respalda tratado”. Lo primero que me impresionó fue el desequilibrio y extrema parcialidad del programa: Francisco Pacheco de PLN, Amparo Pacheco de COMEX, Luis Gamboa de la “American Chamber” y Atlas Eléctrica, Mario Aguilar de PRN, y, solito, como Daniel en el foso de los leones, don Ottón Solís. Da la impresión que los evangélicos nos hemos casado con PLN y las cámaras de comercio e industria.
¡Qué injusticia! Dado el asalto propagandístico con que PLN y los medios nos han bombardeado, y dado el prejuicio previo que sin duda prevalecía en ese público, lo justo y sabio hubiera sido hacer exactamente lo opuesto: junto con uno de PLN (¿por qué llover sobre mojado con alguien de COMEX?), lo apropiado hubiera sido invitar a dos opositores, para compensar toda la desventaja desigual a favor del PLN. ¿Por qué no invitaron a Alberto Salom, José Merino, Oscar López o Álvaro Montero? Además de Mario Aguilar del PRN, ¿por qué no alguien de los otros partidos unipersonales que se oponen al TLC? Y con la mesa ya de por sí tan cargada al lado del TLC, ¿por qué invitar también a uno de la “American Chamber” y Atlas, que es de la misma argolla? Y bien, si lo quieren invitar, ¿por qué no se incluyó ni una solo voz de los sindicatos? ¿No cuentan ellos, no vale la pena escucharlos también?
Como cristianos, debemos analizar muy cuidadosamente el papel de los medios de comunicación masiva, y en ellos, el papel que juega, por desgracia, el dinero. Nuestra “democracia” es en gran parte una “medio-cracia”. Hoy día, en el mundo y en Costa Rica, todo se nos vende por televisión. Mucho antes de un período razonable y saludable de campaña presidencial, don Oscar Arias comenzó a “carpetear” el país con una avalancha de propaganda pagada para su presidencia y a favor del TLC. Le favorecía también el apoyo incondicional de los principales medios televisivos e impresos. Pero a pesar de haber gastado muchismo más dinero que su rival más cercano, apenas ganó la presidencia por un pelo. Sin toda esa propaganda, en una cancha al nivel, seguramente hubiera perdido. Pero ahora utiliza su precaria victoria presidencial, y los pactos cuestionables que ha forjado, para tratar de vendernos el TLC. Mucho de esa nueva oleada de propaganda es con recursos del gobierno (_“cortesia de COMEX”_ etc.) o donada por los mismos medios (_“cortesía de esta emisora”, “servicio público de este canal”_).
Para mí, como estudioso de la Palabra de Dios, encuentro que el TLC está radicalmente opuesto a la ética social y económica de la Biblia. Lo que Dios quiere es la mayor igualdad posible, legislada en el Antiguo Testamento por el Año Sabático y el Año de Jubileo, representada por el Dios que es defensor de la viuda, el huérfano y el desahuciado (el pequeño agricultor), y encarnada en el Rico que se hizo Pobre (II Cor 8:9). Lo que Dios quiere es la igualdad (II Cor 8:14), la que se realizará plenamente en la Nueva Creacion (Apoc 21-22). El TLC, en cambió, favorece a los ricos y castiga a los pobres, en un grado inaceptable para cristianos que nos orientamos por las escrituras.
Como conferencista bíblico me toca viajar frecuentemente en muchos países, y he visto personalmente los estragos que estos tratados (CAFTA, TLC) han causado a los pobres. No hace tanto estuve en el sur de México, donde el CAFTA ha destruído la pequeña agricultura. En noviembre estuve en Managua. De las noches que estuve, sólo una no trajo un apagón de varias horas. ¿Qué había pasado? En Nicaragua se había privatizado, por “concesiones”, la energía electríca. Naturalmente, la empresa privada siempre busca su propia ganancia, lo que en el campo de los servicios públicos, significa apagones, falta de agua, peor servicio telefónico en áreas donde no es rentable, etc. etc. He escuchado las supuestas explicaciones de estos hechos, y también que el TLC no significa privatización, aun que el neoliberalismo no existe, y tantos argumentos más. No soy tan ingénuo como para creerlos. Si todo eso fuera cierto, no sería necesario someter el país a tales asaltos propagandísticos. Los defensores del TLC se abrirían a un verdadero debate, en términos iguales, y no impondrían una virtual ley de mordaza en nuestra Asamblea Nacional.
Es muy sospechoso el pánico con que se pretende legislar el TLC. ¿Cuál es la prisa? Es un documento de miles de páginas e innumerables asuntos importantísimos a discutir con cuidado. ¿Cuántos diputados han leído aun la mayor parte, con cuidado? Tomando decisiones de tanta trascendencia para el futuro del país, y con todos los demás temas obligados de la agenda legislativa, ¿podría la Asamblea Nacional debatir seriamente el TLC en menos de un año? ¡Lo dudo mucho!
* Teólogo