En ese comentario referí la anécdota que dio lugar a la frase “sigue Petra con calentura”, que usamos como sinónimo de necedad y majadería cuando se insiste en algún asunto sin tener una razón de fondo. Y señalé que al igual que Petra, hay quienes padecen calentura porque repiten argumentos y promueven los mismos dogmas que provocaron la reciente debacle internacional que ha dejado sin empleo a millones de personas en el mundo.
Mi amigo economista (él no menciona mi nombre y por eso yo no menciono el suyo), recurre a un profesor de apellido Taylor para tratar de rebatir mis argumentos. Yo no voy a insistir en la cita del premio Nobel de economía Paul Krugman, quien ha dicho “que no hay que socavar la recuperación económica para apaciguar a quienes piensan que el enemigo es la inflación y que urge combatir el déficit público”, ni voy a traer a colación a otro premio Nobel como Joseph Stiglitz, quien afirma “que la política de austeridad fiscal extrema para reducir el déficit no funcionará, y empujará al mundo a una segunda zambullida”. Eso seria dejar el debate en palabras de otros.
Mi lectura de la economía nacional la resumo así: (a) se está iniciando la recuperación de la producción sustentada en el mercado interno y en las exportaciones, pero esa reactivación es frágil porque depende del contexto global donde hay situaciones ambivalentes; (b) nuestro déficit fiscal no alcanza valores que lo hagan inmanejable ni se observan señales de “estrujamiento” macroeconómico; y (c) la inflación mantiene niveles inferiores a los históricos y no llegará a dos dígitos este año.
En ese escenario, ¿por qué insistir en políticas de austeridad fiscal y hacer más restrictiva la política monetaria aumentando las tasas de interés? Si bien no se justifica incrementar los estímulos porque la economía ya está respondiendo a los argumentos keynesianos, tampoco parece razonable hacer lo contrario y restringir la expansión de la producción y el crecimiento de la demanda agregada.
Pero volviendo a mi amigo, el economista friedmanista (¿o friedmaniano?) quisiera aprovechar este intercambio para plantearle tres interrogantes que me parece que están en el sustrato de nuestras diferencias. Estoy seguro (o casi seguro) que responderá cuando a bien lo tenga.
Primera. Tanto el desempleo como la inflación son fenómenos negativos para las economías y para los agentes económicos (personas, hogares, empresas y gobierno), pero ¿cuál de los dos es peor? Si no podemos enfrentar ambos simultáneamente ¿cuál debe ser la prioridad? Yo creo que el desempleo es más grave.
Segunda. El funcionamiento de los mercados (llenos de imperfecciones) produce ciclos expansivos y recesivos, ¿debe la política económica (fiscal y monetaria) mitigar esos ciclos para que sus efectos sean menores, o hay que dejar que la_ “mano invisible”_ busque los ajustes. Recientemente hemos visto manos muy peludas.
Tercera. Si se reconoce que la política económica debe ser anticíclica ¿debe el banco central, sin importar las circunstancias, combatir únicamente la inflación sin preocuparse de la desocupación y la producción? Sin instrumentos monetarios es casi imposible fomentar el crecimiento.
Cualquier duda o aclaración estamos a la orden.
Fuente: Diario Extra – Página Abierta
Martes 29 de Junio de 2010