San José, 8 de diciembre del 2006.
S.G. 05-07-1011-06
Señor
Alejandro Urbina, Director
Señor
Julio Rodríguez, Coordinador de Opinión y Editorial
Diario La Nación
Presente
Estimados señores:
Como es de su conocimiento, en la pagina de opinión del medio que ustedes dirigen, correspondiente al día domingo 19 de noviembre, se publica un artículo que insulta y difama al Secretario General de nuestra organización sindical, así como la persona jurídica de nuestra representada, la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP).
El artículo en mención se titula “La oligarquía callejera” y es firmado por el ilustre escribano y exdirector de ese medio, señor Eduardo Ulibarri.
Por tanto y conforme al derecho humano universal y constitucionalmente reconocido en nuestra carta magna y legislación, solicitamos, en nuestra condición de integrantes de la Junta Directiva Nacional se nos brinde el respectivo derecho de respuesta.
De oligarquías y otras sediciones:
Defender la democracia en la calle,
es un derecho humano fundamental.
1- Como no somos ni amanuenses ni escribanos profesionales de tiempo completo, mucho menos de medio tiempo y dadas las ocupaciones importantes que debemos atender en el día a día, no es sino hasta hace poco que pudimos, en colectivo, elaborar esta respuesta al ataque del señor Ulibarri a la ANEP; teniendo claro que en ese infame periódico que es La Nación, jamás se publicará, tal y como sucede la amplia mayoría de las veces en que desde sus páginas se agrede a esta organización, baluarte de la independencia de la clase trabajadora con respecto a patronos, cámaras y gobiernos. Y, si por “ventura divina” se nos da Derecho de Respuesta, pues ya sabemos que será mutilado.
2- Para fortuna de la verdadera Libertad de Expresión, de la práctica del verdadero derecho de información desde una perspectiva ciudadana, miles de compatriotas leerán esta respuesta, gracias a los medios alternativos que hoy existen y que nos permiten un buen nivel de liberación con respeto al totalitarismo mediático que practica “La Nación S. A.” y sus periódicos.
3- Empezamos agradeciendo al ilustre escribano y exdirector de La Nación, señor Eduardo Ulibarri, poner el humilde nombre del Secretario General de la ANEP, a la par del prestigioso e ilustre ateniense, Pericles, aunque sea para decir que no tienen nada en común. De todas maneras la alusión, antes que denigrarnos como se pretende, nos honra.
4- Dice don Eduardo, que con Pericles “la soberanía salió de los palacios hacia los espacios iluminados por el sol”, frase bonita pero poco comprensible por espuria y vaga.
5- ¿Cuándo la soberanía ha residido en palacio?… ¡Nunca!, Don Eduardo, ni en los tiempos de Pericles ni en los tiempos modernos. La soberanía siempre ha residido y residirá en el único soberano, el Pueblo. Otra cosa muy distinta es que la soberanía le haya sido usurpada al pueblo por reyes, emperadores, brujos, dictadores o gobernantes electos, por error, por sus mismos pueblos.
6- Sí don Eduardo, por error, porque los pueblos también nos equivocamos y usted nos ilustra de maravilla con el caso del magnicida Hitler. Pero, precisamente, el pueblo como único garante de la soberanía, tiene todo el derecho de llamar la atención de sus gobernantes cuando estos ofenden su dignidad, gobiernan para sí, sometiendo la institucionalidad que les fue delegada a la voracidad de sus intereses, de sus negocios y/o el de sus amigos y compadres políticos.
7- Cuando esto sucede, los pueblos, como auténticos depositarios de la soberanía, tienen el sagrado derecho a salir en defensa de la institucionalidad prostituida, para sanearla, recuperarla, remozarla.
8- Ese sagrado derecho, el derecho a recuperar la soberanía cuando ésta ha sido arrebatada por los más egoístas intereses de una oligarquía político-financiera, ávida de negocios a costa del interés público, es lo que los pueblos siempre han estado y van a estar dispuestos a defender en las calles y donde sea. El error no crea derecho, el error se corrige.
9- Nos dice don Eduardo que en la Atenas de Pericles, sólo un “puñado de hombres, por ancestro, patrimonio y condición, podían discutir y decidir”. ¡Oh Atenas de Pericles, tan lejos y tan cerca!… Léase, si es que no lo ha hecho don Eduardo, la Dinastía de los Conquistadores, de don Samuel Stone.
10- Ahí encontrará don Eduardo, quiénes han gobernado a nuestro país, por ancestro, patrimonio y condición; y los demás, los que no pertenecemos a esa dinastía, tenemos que quedarnos calladitos y silenciosos y cuidado se nos ocurre salir a la calle a defender las instituciones democráticas, porque entonces, ¡oh sabiduría hitlerianopinochetista!, seremos acusados de sedición o traición a la Patria, sólo por el hecho de negarnos a ser conducidos como rebaño.
11- Sobre los gobiernos legítimos. Veamos. Partimos de que los gobiernos legítimos son aquellos que asumen la función de gobernar por delegación de los soberanos, los gobernados. Esta legitimación está circunscrita a las distintas formas institucionales por medio de los cuales los pueblos eligen a sus gobernantes. Esta es la visión simplista y formalista de la legitimidad.
12- Los gobiernos, para que sean legítimos, además de cumplir con las formalidades previstas constitucionalmente para su elección, deben obligarse a un mandato superior, gobernar para su pueblo. Esto es un buen gobierno, el que gobierna en función del interés de sus gobernados, de los soberanos que han delegado en él, mediante la formalidad electoral, la obligación de ejercer la función de gobernar, la función pública en beneficio de los soberanos, del bien común.
13- Pero vaya, Don Eduardo, las que tenemos. En Costa Rica ya sumamos más de dos décadas de contar con gobernantes plutocráticos. Gobernantes que aunque hayan sido electos por las formalidades previstas en la Constitución Política, han gobernado en beneficio único de sus intereses particulares y del grupo de negocios que financian sus multimillonarias campañas electorales.
14- Formalmente estamos ante gobiernos legítimamente electos, pero ilegítimos en cuando al cumplimiento de sus obligaciones de gobernantes, es decir, cumplir con el mandato constitucional y las leyes de la República, que obliga a priorizar en el bien común desde la perspectiva del humanismo cristiano.
15- Si no, díganos don Eduardo, ¿por qué los últimos gobiernos no cobran los impuestos como debe ser?; no cumplen, integralmente, con sus obligaciones en materia de salud, educación, energía, telecomunicaciones, infraestructura vial, servicio de agua potable a toda la población, transporte publico, vivienda, empleo, salarios dignos, protección a la niñez, personas con discapacidad, apoyo a los pequeños y medianos productores del campo, de la industria; en fin, de los Derechos Humanos en general. ¿Entonces, quiénes son los que realmente violentan la Constitución?…
16- ¿Quiénes son, don Eduardo, los sediciosos?; ¿los que violentan la Constitución ó los que llamamos a defenderla en la calle?, ¿o quienes la prostituyen no cumpliendo con su mandato o siendo cómplices de los sectores oligárquico-financieros que no cumplen con la constitución y la ley?
17- Sí, don Eduardo, se nos acusa de sedición a los que de forma pacífica y conforme a los más sagrados derechos humanos, salimos a las calles a demandar respeto a la institucionalidad democrática: pero su pluma nunca acusó de sedición a los políticos empresarios que se reunieron en una hacienda privada para ponerse de acuerdo con lo de la reelección presidencial y de cómo quebrarle el brazo, en este odioso tema, a la Sala Constitucional.
18- Igualmente nunca se dijo nada de la reunión que se dio un 6 de octubre del 2004, en la casa de un conocido político del “PLUSC”, para preparar un golpe técnico de Estado contra el Gobierno del señor Abel Pacheco de la Espriella; golpe que ante el fracaso en la intentona, terminó con la separación de distinguidos ministros neoliberales de la administración pachequista. ¿A quién acusó la oligarquía nacional de sedición y de traición?
19- Sí a gobiernos legítimos, sí a gobiernos que se sometan y cumplan con las obligaciones estipuladas en nuestra carta fundamental y en la ley. Si así lo fuera, si tuviéramos gobiernos legítimos, no tendríamos niños sin escuela, ni niñas prostitutas ni ancianos sin pan, ni filas de seis meses en la CCSS, ni un 34% de nuestras familias en la pobreza, ni cráteres en las calles, ni un 6% de gente desempleada y mucho menos tendríamos una zona rural, que por el incumplimiento de los gobernantes con la Constitución y la Ley, hoy nos hace llorar.
*20 -*¿Adónde está la sedición, don Eduardo? ¿Quiénes son los que defendemos la Constitución y quiénes son los que vilmente la atropellan?
21- Por otra parte, usted se ruboriza, don Eduardo, de que los sindicatos tengamos nuestra propia forma de gobierno y nos brinda “cátedra” de cómo debe ser la democracia sindical. Desconoce su persona, o por conveniencia olvida usted, que precisamente los convenios internacionales de trabajo, la Constitución Política y nuestra legislación laboral, faculta a los sindicatos para que éstos se den su propia forma de gobierno; precisamente para protegerlos de la amenaza, intromisión y mando de los patronos o gobierno, ya que los sindicatos para que respondan a los intereses económicos, sociales, políticos y culturales de la clase trabajadora, deben tener garantizada su independencia.
22- Imagínese don Eduardo, una ANEP que satisfaga su visión “democrática”, es decir, la del grupo plutocrático del cual usted es escribano o amanuense (o las dos cosas); o sea una ANEP, sometida a los intereses de la oligarquía y apoyándole al régimen de los hermanos Arias Sánchez su TLC.
23- ¿Cuántas alabanzas recibiríamos de su pluma y del medio para el que usted escribe? Un sindicalismo así, como el que usted añora, sería una gozadota, una corronguera, pero antidemocrático, porque sería un sindicalismo espurio, ilegítimo, al estar controlado por la oligarquía y sus gobiernos.
24- Debe saber usted, don Eduardo, que precisamente para proteger a la clase trabajadora del despotismo salvaje de algunos patronos y políticos, universalmente se reconocen los Derechos Humanos laborales de la clase trabajadora, incluida la Libertad Sindical, aunque aquí, en la centenaria y democrática Costa Rica, este derecho le es negado a la clase trabajadora del sector privado. ¿Podrá un trabajador de La Nación S. A. afiliarse a la ANEP sin perder su empleo?…
25- Veinte años tiene Costa Rica de estar sentada como acusada en el banquillo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), por violación a la Libertad de Sindicalización; y entonces, ¿quiénes son los que pisotean la democracia, negándole a la clase trabajadora el sagrado derecho humano universal de organizarse en sindicatos?
26- No, don Eduardo, a estas alturas del partido ya nadie engaña a nadie (ni Noboa con todos sus millones de millones, pudo engañar más a los ecuatorianos); y mucho menos usted, que es de todos y todas conocido, los mezquinos intereses que defiende.
27- Para terminar, le rogamos no ser tan hipócrita don Eduardo, a usted no le interesa la democracia sindical, Si le interesara, estaría escribiendo artículos (desde luego no en La Nación) contra la oligarquía y un gobierno que no tutela el derecho humano universal y constitucional que tiene la clase trabajadora de organizarse, libremente, en sindicatos. Hasta el personal de La Nación S. A. tiene ese derecho.
28- Don Eduardo, ya ve quiénes son los usurpadores y quiénes somos los que estamos dispuestos a defender la institucionalidad democrática, en donde sea y como sea, porque para defender la constitución y la democracia no debe haber mezquindad.
29- Ante una oligarquía de palacio, palaciega y usurpadora de la soberanía del pueblo, la democracia de la calle es el instrumento universalmente legitimado para recuperar la institucionalidad prostituida.
Hasta aquí nuestro derecho de respuesta que, como indicamos al principio, “La Nación S. A.” jamás honrará.
Ronald Barrantes Moya
María Eugenia Martínez Vargas
Douglas Carrillo Azofeifa
Flor de Lis Monestel Corrales
Maritza Castro Umaña
Édgar Morales Quesada
Yamileth Céspedes Garro
Guillermo Murillo Castillo
Mainor Díaz Garro
Juan Carlos Paniagua Soto
Alfredo Erak Huertas
Isabel Portuguez Quesada
María del Milagro Gómez Araya
Luis Rivas Quirós
Guillermo Keith Bonilla
Ligia Solís Solís
Lydia Lacayo Mena
Albino Vargas Barrantes
JUNTA DIRECTIVA NACIONAL
ASOCIACIÓN NACIONAL DE EMPLEADOS PÚBLICOS Y PRIVADOS
ANEP