Difícil de digerir

Los problemas de la economía estadounidense son graves. El Indice Dow Jones ha caído un 35% en los últimos 12 meses, lo que conlleva cuantiosas pérdidas para los inversionistas. La tasa de desempleo aumentó del 4,7% al 6,1% en un año, elevando el número de desocupados en más de 2 millones de personas. La inflación interanual alcanza el 5,6%, cifra inusual en Estados Unidos. El déficit fiscal estimado sobrepasaba los $400 mil millones y será mayor con el Plan de Rescate para comprar bancos e hipotecas tóxicas.

Los que aplaudieron a George W. Bush y lo convirtieron en adalid del mercado y del “libre comercio” ahora permanecen callados, se esconden o lo repudian. Y, desde luego, se horrorizan de que sean las políticas de Keynes y no las de Friedman las que se proponen para tratar de mitigar la debacle.

También resulta difícil de digerir para los neocons y los neoliberales que el Premio Nobel de Economía se le haya otorgado este año a Paul Krugman, uno de los más duros críticos de las políticas del actual gobierno de Estados Unidos.

Krugman, profesor de la Universidad de Princeton y destacado columnista del New York Times, ganó buena parte de su reputación por las contribuciones a la teoría de comercio, bajo la premisa de que los países pueden sacar ventaja a otras naciones a través de subsidios de industrias estratégicas. A su vez, demuestra que la globalización favorece un modelo de atracción hacia los centros urbanos. Al otorgarle el premio, la Real Academia de Ciencias de Suecia destacó los trabajos en los que integra los efectos del comercio y la globalización y los factores que determinan los procesos de urbanización a escala planetaria.

En sus últimos libros (Después de Bush, El Gran Engaño y el Internacionalismo Moderno) Krugman afirma que “la contrarrevolución conservadora iniciada por Reagan ha llevado a Estados Unidos al empobrecimiento de sus clases medias, a la destrucción de sus programas sociales y a extremos crecientes de desigualdad. Esta política de bajos impuestos para los más ricos, que ha alentado una especulación incontrolada, ha llegado al máximo con G.W. Bush, que ha utilizado la lucha contra el terrorismo como elemento de distracción del electorado. Pero el desastre de la guerra de Irak y la crisis económica actual muestran que este camino está agotado y que es hora de volver a las políticas que antaño aseguraron la prosperidad y el bienestar”.

Finalmente, resulta difícil de digerir para los neocons y los neoliberales el hecho de que Barack Obama lleve ventaja en las encuestas y se perfile como el próximo presidente de Estados Unidos.

Si bien Obama no es un demócrata con ideas radicales, sí ha hecho planteamientos concretos en cuanto a fortalecer la seguridad social, reducir los impuestos a las personas con ingresos medios y bajos, elevar los tributos a las grandes corporaciones, renegociar los acuerdos de libre comercio y endurecer la regulación financiera. Esto, desde luego, alarma a los adoradores del mercado y a quienes se han infiltrado en las instituciones públicas para debilitarlas y aprovecharse en beneficio propio.

21/10/2008

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