Las resoluciones de esta organización son sumamente importantes y prepararon el desarrollo de la posterior conferencia de la OEA, que contó con la participación del presidente Barack Obama encabezando la delegación de Estados Unidos.
Puede observarse, en la declaración de Cumaná, no sólo la decisión de poner fin al bloqueo a Cuba sino también de exigir la descolonización y la independencia de Puerto Rico. Además, al antiimperialismo, se agrega una clara definición anticapitalista y la exigencia de un cambio en la producción, la distribución de mercancías y los consumos para salvar los recursos ambientales y asegurar la equidad social (o sea, un régimen social no regido por las ganancias del capital). Asimismo la ALBA defiende el carácter público de todos los servicios fundamentales y la soberanías nacionales, que están depositadas no en los gobiernos sino en los pueblos, y plantea medidas concretas de unificación regional, las más importante de las cuales son la creación de una moneda de referencia (el Sucre) y la unificación de las reservas en divisas. Este es un trascendental paso adelante hacia una alternativa anticapitalista a la crisis y un resultado positivo de la crisis misma. En efecto, ésta obliga a avanzar socialmente a los países dependientes que deben cargar con el peso de un desastre provocado por el capitalismo y por el imperialismo.
Ninguno de los países del ALBA está industrializado o tiene una importante clase obrera y sólo dos de ellos (Venezuela y Bolivia) cuentan con grandes riquezas naturales de modo tal que la subsistencia misma del proyecto sólo es posible extendiéndolo hacia los países más industrializados (Brasil, Argentina, México), que tienen gobiernos que buscan negociar con el imperialismo (en vez de crear un nuevo sistema social) pero donde existen fuertes movimientos sociales y un potente sentimiento antiimperialista (que dichos gobiernos no pueden ignorar en el momento de tomar posiciones). La ALBA, por lo tanto, hará esfuerzos políticos hacia esos gobiernos pero será, de hecho e incluso a pesar de las debilidades de muchos de los dirigentes nacionales que la integran, un factor de politización alternativo para los pueblos, con independencia de sus gobiernos actuales (Lula, Fernández de Kirchner, Calderón), que vacilan frente a Washington o que lo sirven de rodillas, como el mexicano.
La negativa de los integrantes de la ALBA a firmar la resolución final de la conferencia de la OEA, que ha sido redactada ya desde hace ocho meses atrás, ha modificado profundamente ese cónclave de la organización que una vez fue el “Ministerio de Colonias” de Estados Unidos y que hoy se resiste a obedecer a Washington.
La radicalización política y social en América Latina en lo que va de este siglo, la misma presencia de la movilización en Estados Unidos desde el gran movimiento y paro de los inmigrantes que fue determinante para el triunfo de Obama, se han visto impulsados por la crisis del capitalismo que, además de dejar claro el carácter criminal y antisocial del sistema, debilitó fuertemente a las transnacionales y la hegemonía de Estados Unidos y puso a este país a la merced de que Rusia, China y Japón sigan comprando sus bonos en vez de cambiar de moneda de referencia.
Obama tuvo que ir a Trinidad y Tobago no como patrón sino como un miembro más, minoritario, de una asamblea que le impondrá el fin del bloqueo a Cuba y hasta podría imponerle al reingreso de Cuba a la OEA, que así se modificaría fundamentalmente y se debilitaría mucho frente a la ALBA. Puesto que la crisis mundial continuará profundizándose en los próximos años (ya que las medidas del gobierno de Washington o de la Unión Europea) sólo sirven para salvar a los responsables de la misma, reproduciendo sus condiciones de base y agravándola, la relación de fuerzas sociales será aún más desfavorable que la que se expresó en Trinidad y Tobago y dará márgenes para la lucha de liberación social de nuestros pueblos.
Los países que tienen gobiernos aliados de Washington (México, Colombia, Perú) no estarán inmunes a este proceso. Los actuales Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y la dolarización de la economía, como en Ecuador, tienen sus días contados (sobre todo si el dólar se derrumbase, en el caso de que Washington siga imprimiendo billetes sin valor y de que otros países los rechacen). Los posibles retornos de la derecha al gobierno, en Chile, o su afirmación en Perú ante la falta de una alternativa o la crisis de los gobiernos débiles (como el argentino) no cambiarán el panorama general. América Latina rompe lazos de dependencia, el imperialismo está más débil y desprestigiado que nunca, la vieja OEA servil está muerta aunque aún no enterrada y muerto está el bloqueo a Cuba. [Sin Permiso. 190409]
*Guillermo Almeyra es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO