El combate en poblados tiene como peculiaridad que se defiende o ataca casa por casa y que sin el concurso de granadas de mano o de morteros, el precio de vidas tiene que ser elevado, debido a los asaltos de techos, a los incendios que deben provocarse con tea y a la destrucción de puertas y paredes por el hacha o por el pico. […] La intensidad del ataque filibustero va disminuyendo y permite a las tropas defensoras tomar posiciones, provocar incendios, desalojar al enemigo, estrecharlos constantemente y obligarlo a emprender la retirada en altas horas de la noche, ya cuando la situación está completamente dominada».
Walker huye «porque ve inevitable su aniquilación». Un historiador usamericano señala: «La experiencia de Walker ha sido contra adversarios sin entusiasmo que se dispersan a los primeros tiros. Aquí enfrenta un enemigo numeroso, capaz de mantener sus posiciones y rodear a [los filibusteros] que, sin agua o alimentos, no pueden resistir por mucho tiempo. Por eso decide abandonar la ciudad bajo las sombras de la noche».
El Presidente Mora, Comandante en Jefe, quiere perseguir al enemigo desbandado, pero, explica, «todos habíamos pasado treinta horas sin tomar alimento y catorce de mortandad y fatigas», hay que atender heridos y sepultar muertos. «No hay persecución, no debía hacerse», explica el militar guatemalteco, «soldados extenuados no deben arriesgarse a esa aventura, porque los que huyen tienen mejor conocimiento del terreno y más experiencia en el combate de campo». Así sucede en la batalla del río Alma (20 de setiembre de 1854), en la Guerra de Crimea: en vez de dar fin a las tropas rusas en retirada, los aliados dedican dos días a reabastecerse, enterrar a las víctimas, auxiliar heridos y descansar.
En la gloriosa acción de Rivas se inmola el soldado Juan Santamaría, Héroe Nacional. En Rivas hay numerosos actos heroicos. «Sobre acciones de valor podría decir mucho, pero no podría hacerlo sin ofender a otros, habiendo todos hecho su deber», escribe el Presidente Mora el 15 de abril de 1856 desde Rivas a su ministro de la Guerra.
La prensa celebra en San José el rechazo de «la agresión impía con que se había osado amenazar la independencia hispanoamericana» (Boletín Oficial, 13 de abril de 1856).
Logro histórico, esta homérica jornada es la primera derrota de los esclavistas en los albores de la Guerra Civil usamericana. Afirma el Presidente Mora: «Costa Rica ha mostrado cuán poco valen los filibusteros y su jefe».
En el fragor del combate, el gobernante se sitúa a escasos 300 metros de su adversario chafa: su contrincante había estudiado medicina y derecho, practicó el periodismo, vivió en Europa, ambicionó la acción política y es un condotiero, mas nunca asistió a ninguna academia militar. Es «coronel» de espada virgen, grado espurio recibido como dádiva de Francisco Castellón «figura maldita» junto con la carta de naturalización nicaragüense hace nueve meses. Es «general» cocido al vapor de la ocupación de Granada que luego incendiará. Walker «posee valor personal pero no cualidades de general».
El renombrado geógrafo francés Élisée Reclus determina: «Es en Rivas, ciudad de Nicaragua, donde los esclavistas pierden su primera y decisiva batalla». Antes de la Guerra Civil hay 15 estados esclavistas y 18 libres; se pretende hacer realidad el «sueño púrpura» de un imperio tropical basado en la esclavitud negra para emparejar los números o dominarlos por los sudistas en el Congreso de Washington.
Explica el erudito galo:
El fracaso de los filibusteros en Nicaragua no debe ser considerado de simple importancia local, por jugarse en esa guerra no solamente el destino de la América Central, sino en realidad la suerte de los Estados Unidos y del Nuevo Mundo. Los Estados esclavistas, directores hasta esa fecha de la política americana que la preponderancia económica de los estados libres amenazaba más cada día debían transformarse en conquistadores para restablecer a su favor el equilibrio; necesitaban el gran Imperio indio, es decir Cuba y las Antillas, México y la América Central. De haber podido arrastrar a sus compatriotas del norte en una política de conquista, se hubieran transformado en los dueños incontrastables de Washington, y la Guerra de Secesión hubiera sido evitada.
Aún más y más trascendente, en el tomo 18 de su monumental obra Nouvelle géographie universelle : la terre et les hommes (París, 1891), p. 486, inquiere y exhorta:
¿Por qué el nombre de Rivas no toma sitio en la historia de los hombres, al lado del de Maratón? Las peripecias de la lucha americana no han sido menos emocionantes que las de los conflictos entre Europa y Asia, y la causa que triunfó no fue menos gloriosa.
El Presidente Mora se consagra en la jornada de Rivas por su conducción estratégica y su valor personal. Un militar guatemalteco dice que el gobernante, «que nunca ha sido militar, emplea su sentido común y su concepto de la responsabilidad, mejor que todos los generales que lo rodean». Otro autor guatemalteco considera que se transfigura en «el azote justiciero de los aventureros o piratas que sueñan dominar a Centroamérica y esclavizar a sus hijos». Escribe Monseñor Víctor Manuel Sanabria: «Es un héroe. […] Se ha batido como un león».
La Segunda Independencia
El Presidente Mora sabe que la lid contra el filibusterismo, sus poderosos aliados del norte y los quintacolumnistas traidores, es la guerra por la Segunda Independencia, crisol indiscutible de la nacionalidad costarricense. Él encarna, dice el constitucionalista Mario Alberto Jiménez, «el espíritu de una guerra que combina en forma definitiva todos nuestros elementos nacionales». La juventud se inmola para salvar la existencia de las generaciones venideras. «Costa Rica echa centenares de sus hijos a los lobos yanquis para guardar el futuro de la nacionalidad», expresa el filósofo de la historia José Abdulio Cordero. El poeta Jenaro Cardona dice:
…el Prócer legendario, el símbolo genuino de una raza, alza el pendón de libertad o muerte que Costa Rica con fervor abraza.
La distinción entre la Primera Independencia de España y la Segunda Independencia del esclavismo sudista de los Estados Unidos, es enfatizada al inaugurarse el Monumento Nacional (1895) por Juan Bautista Quirós:
Si en 1821 hicimos la conquista pacífica de nuestra independencia, más tarde en 1856 y 1857, sellamos con sangre generosa, con actos de heroísmo sublime y con esfuerzos denodados, propios de la leyenda, la obra incruenta, pero trascendental de nuestros padres, demostrando de esta suerte, al cabo de treinta y cinco años, que éramos dignos de la independencia para nosotros conquistada por nuestros gloriosos antecesores, y que sabíamos apreciar y defender el rico legado de libertad que se nos viene transmitiendo de generación en generación, como depósito sagrado e invulnerable. Nos faltaba en verdad, como la consagración final y definitiva de nuestros naturales derechos a la independencia, nos faltaba esa fórmula según la cual un pueblo no goza ante el mundo de las prerrogativas y respetos de pueblo libre, mientras no haga la prueba de su aptitud para serlo, mientras no se muestre digno de la libertad, por su denuedo, por su heroísmo y por su abnegación en defensa de ella. La campaña contra el filibusterismo cosmopolita vino a ser de este modo para Centroamérica, el complemento de su independencia, su consagración de pueblo libre.
Los costarricenses de 1821 luchan por la Primera Independencia del Imperio Colonial Español con ideas, no con armas, aunque a los dos años hay efusión de sangre en una guerra civil en la cual son vencidos los anexionistas que pretenden uncir nuevamente el país al Imperio Mexicano de Iturbide. El desafío pirático de Walker se presenta cuando han transcurrido escasas dos décadas de la separación definitiva de la República Federal de Centroamérica, para que «los pueblos de Costa Rica asuman la plenitud de su soberanía y formen un Estado libre e independiente». El historiador de la literatura, Abelardo Bonilla, afirma que la Guerra Patria «es la primera y la única gran empresa internacional de Costa Rica; el sacrificio es superior a sus posibilidades y los resultados son admirables, ya que con ellos se termina una peligrosa aventura imperialista que amenazaba a Centro América y se pone a prueba, en una hazaña de proporciones épicas, la dignidad del sentimiento nacional». Son la libertad, la independencia y el derecho de existir como nación soberana, las que se conquistan con gran sacrificio humano en los campos de batalla contra el temerario invasor.
Juan Rafael Mora, el cafetalero y comerciante devenido en capitán y estadista, tiene fe inquebrantable en el porvenir de la patria.
«En la historia nacional, Mora es el representante más perfecto de la índole de nuestro pueblo», escribe el educador Raúl Lucas Chacón. «Es ciudadano inmortal que defiende con heroísmo nuestra independencia y nuestra soberanía y prestigia con su nobleza a los pueblos de su raza. Su heroísmo es el de Costa Rica».
NOTA DE LOS EDITORES – El anterior texto proviene del libro El lado oculto del Presidente Mora, disponible en Librería Internacional y en Librería Juricentro (2221 1407).
Fuente: Tribuna Democrática.com
11 de Abril 2008