La corrupta clase política tradicional, esa que cambia constituciones “por la cocina”; esa que prostituyó la institucionalidad republicana convirtiéndola en un asunto de negocios con los servicios públicos; esa que abjuró de su ser costarricense para prosternarse al capital transnacional a cambio de ser su socio marginal o de servidumbre; le tiene terror a la posibilidad de que el pueblo costarricense convierta la democracia en una cuestión de vida de todos los días.
El tránsito de una añeja democracia representativa, esa donde las “irregularidades” electorales son ya “normales”, hacia una democracia participativa, genera una gran tensión entre aquellos segmentos del poder político tradicional acostumbrados a manejarnos como si fuéramos rebaño; a partir de estarnos sometiendo a gigantescas campañas de manipulación mediática, invirtiendo en ellas, en muchos casos, dineros de dudosa procedencia, como el que financia la agresión psicológica propangadística a favor del tal TLC.
Conceptos de gran valor democrático como Referéndum de la Calle, Lucha Cívica y Resistencia Pacífica, de gran valor universal, pretenden ser asociados con valores negativos como sedición, subversión y hasta terrorismo. Se “olvidan” que la Resistencia Pacífica de Ghandi hizo grande a la India. Se “olvidan” que el Referéndum de la Calle derribó los regímenes dictatoriales disfrazados de socialismo de la Europa Oriental, para citar tan sólo dos ejemplos de valor universal.
Esa es la visión que anida en cierta parte de los grandes ricos nacionales por nacimiento, que no por convicción de ser costarricense; quienes, desesperados por un rumbo de participación democrática que ya no podrá ser detenido, son los que agreden a esa nueva vivencia democrática de la nacionalidad costarricense que está cogiendo fuerza.
Por eso es que estamos convencidos de que en la actual etapa histórica que vivimos, la más patriótico que podemos hacer es impulsar, fuertemente, una radicalización de la democracia, concepto éste que lo escuchamos, por primera vez, expresado por un costarricense universitario de pura cepa, profesor y formador de jóvenes valores, don Gerardo Morales.
Sí, hay que radicalizar la democracia, con el Referéndum de la Calle, para responder a la agresión cotidiana vía ondas radiofónicas de una entidad empresarial que, aprovechando el uso de frecuencias que son de todo el pueblo (del Estado), las utiliza para favorecer los intereses de una pequeña parte; atropellando así la válida idea pacifista de la equidad en cuanto a democracia informativa.
Sí, hay que radicalizar la democracia, con la Resistencia Pacífica, para defendernos de cierta agresión mediática, de campañas publicitarias mentirosas financiadas con dineros que huelen mal.
Sí, hay que radicalizar la democracia, con la Lucha Cívica, siguiendo el noble ejemplo de nuestros valerosos compatriotas de 1856, que salvaron la integridad moral de Costa Rica, enfrentando al poder invasor que pretendía convertirnos en colonia. Ciento cincuenta años después de ese glorioso 1856, el mismo desafío, con otras características, habremos de afrontar.