El problema de la seguridad ciudadana es grave; sin embargo, se nos manipula con él para que no veamos que hay uno superior: los de más arriba acumulan plata en grandes cantidades y mucho más rápidamente.
Del medio para abajo, todos nos empobrecemos, en igual velocidad.
Nuestra posición tiene ahora más sustento oficial que nunca. La Encuesta de Hogares del 2009, a cargo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), indica que en solamente un año (de 2008 a 2009), los hogares más ricos tenían 10 veces más recursos que los hogares más pobres. Y eso que a los hogares de los pobres es más fácil encuestarlos que a los de los ricos. Las riquezas escondidas son gigantescas.
Los especialistas en estas materias nos hablan del “coeficiente de Gini”. Esta es una medida usada para saber cuánta desigualdad hay en un país. Entre más se llegue al 1 (uno), más desigualdad hay. En el último año, la desigualdad en Costa Rica se profundizó. Se pasó del 0,424 (en 2008) a 0,439 en el 2009. El salto más grande en solamente un año desde 1987, según los datos disponibles.
Si el crecimiento de la desigualdad es nuestro problema nacional número 1, entonces hay que enfrentarlo. Puede haber varias maneras de hacerlo. Nosotros apostamos por la que creemos la principal: la reforma tributaria estructural, la profunda transformación del régimen tributario que en nuestro país tiene carácter sumamente regresivo, es decir, proporcionalmente hablando, pagan más los que menos tienen. Por el contrario, debemos ir hacia uno de carácter progresivo: que paguen más (y no sólo proporcionalmente) los que más tienen. Esta es la verdadera esencia de una reforma fiscal seria y justa: por el lado de las grandes rentas y las gigantescas fortunas.
Ahora que nos están pidiendo el voto para febrero entrante, sería bueno fijarse en qué dicen las “principales” personas candidatas presidenciales al respecto. Prepárese: “Partidos políticos evaden hablar de reforma fiscal”. Así tituló una reciente noticia el latifundio mediático oficial de la oligarquía neoliberal transnacionalizada. Los partidos de Laura Chinchilla, Ottón Solís, Otto Guevara y Rolando Araya, se_ “quitaron el tiro”_ cuando se les planteó el tema de una reforma fiscal estructural. Sus fórmulas ante una crisis fiscal de enormes proporciones como la que ya se avecina, son (perdón por el anglicismo), “light”; livianitas, livianitas, para que no se enojen (ni se “asusten”), los grandotes favorecidos con el comprobado proceso de concentración de la riqueza y, por ende, del crecimiento de la desigualdad. Por eso estas elecciones parecen una complicidad compartida para mantener la desigualdad.
La verdad es que cómo se va a hablar de reforma tributaria estructural en período electoral, si mucha de la plata que se ocupa en esta campaña presidencial viene de ese gran sector de grupos altamente adinerados que, por supuesto, jamás van a apoyar a alguien que diga que habrá una reforma fiscal estructural.
Los sectores poderosos del gran capital, con enorme influencia en los gobiernos de turno (y el que vendrá no parece ser excepción a juzgar por lo que venimos comentando), parecieran no terminar de saciarse en su orgía de acumulación desenfrenada (especialmente en lo financiero).
Por ejemplo, siguen conspirando contra aquellas entidades que, de una forma u otra, son contrapeso y muro de contención a dicho proceso concentrador de riqueza.
Por eso nos ha llamado poderosamente la atención la estratagema que se teje en contra de una de esas entidades: el Banco Popular y de Desarrollo Comunal: verdadera piedra en el camino en contra de la apropiación total de aquellos capitales que, con perspectiva social, se han construido desde los sectores medios y de la clase trabajadora asalariada, de diversa naturaleza. Pero de ello hablaremos la semana próxima.