La verdad es que la especie de que la política es una cosa sucia, a la cual se meten solamente personas oportunistas, corruptas, mediocres, arribistas, lamebotas, pegabanderas, mercantilistas y de similares lacras, se ha posicionado en el imaginario común.
Muchas razones explican esta percepción que anima en el corazón y en las mentes de gran cantidad de gente; especialmente en gente de la clase trabajadora para la cual, gane quien gane, las cosas han de seguir igual… o peor. Sin esperanza de mejoras, sin esperanza de progreso.
La política electoral se ve como un botín que genera beneficios personales, exclusivamente. Y si acaso hay beneficios colectivos, será para reducidos grupos arrimados a la persona candidata, quien “disfruta” de tener un lugar en el círculo de poder. Esta situación se ha degenerado tanto que muchos piensan que “lo feo de las argollas es estar fuera de ellas”.
Esta percepción ciudadana de que la política es sucia, se hace más dramática en el nivel municipal. El clientelismo electoral, la mediocridad de gestión, la propensión a la corruptela, la entronización de la mordida, la impericia técnica y las decisiones erróneas que afectan a mucha gente, alcanzan expresiones patéticas en los gobiernos locales y, por ende, en no pocas alcaldías.
Además, por experiencias recientes, de votaciones de ingrato recuerdo, como nos lo demuestra un_ “sobrado”_ expediente, tenemos un tribunal electoral que no genera la suficiente confianza en su imparcialidad, en su neutralidad, en su transparencia.
A pesar de todo ello, creemos que se impone un drástico cambio de carácter estratégico en la forma en que vemos la política electoral y un drástico cambio en nuestra actitud de participar.
En primer lugar, siempre hay gente de buena fe, honesta, con transparente vocación de servicio que busca ser designada en un cargo de elección popular, como las alcaldías. Este domingo 5 encontraremos muchas de estas personas en las papeletas cantonales. Ni todo está podrido, ni todo es sucio en la política, en particular la de carácter electoral.
Siempre hay opciones sanas para escoger y, por tanto, nuestra recomendación respetuosa, es que debemos ir a las urnas municipales este domingo. Debemos ejercer el derecho al voto y debemos dar un primer paso, en tal sentido, con un cambio de actitud estructural de nuestra forma de ver, de sentir y de participar en la política electoral.
La gran tarea histórica que tenemos por delante, en una sociedad cuya problema número uno es el crecimiento de la desigualdad y, por ende, con una concentración abusiva de la riqueza; es provocar una verdadera revolución electoral que con el arma del voto nos permita desplazar del poder a esa vieja hegemonía, la del capital neoliberal, que es la que le ha dado el matiz sucio a la política.
Nosotros mismos hemos caído en esa trampa. La política electoral la hemos dejado, en general, en manos del oportunismo arribista y del inmediatismo personalista, pese a los buenos ejemplos que hemos tenido de participación electoral bien intencionada y sana.
La revolución participativa que ocupamos en el ámbito electoral debe empezar por elegir a las mejores personas para las alcaldías este próximo domingo 5 de noviembre.
Las municipalidades están destinadas a asumir en los próximos años, más responsabilidades de política pública y en pro del bien común. La transformación estructural del viejo sistema político que nos agobia (ese de la corruptela, de la desigualdad, de la concentración de la riqueza), puede empezar si la gente del pueblo se “toma” las alcaldías eligiendo a la gente honesta limpia y honesta que se está postulando.
En muchos municipios, la revolución electoral participativa debe quitarle (así dicho literalmente, quitarle), la_ “propiedad personal”_ de sus respectivos cantones, a individuos que, como si estuviéramos en las épocas de la colonia, se sienten dueños de vidas y de haciendas; mandando en sus comunidades al margen del sistema democrático y de espaldas a la ciudadanía.
Muchos de estos feudos gamonales persisten en la Costa Rica del siglo XXI y son una de las causas principales del alejamiento de mucha gente buena de la participación en la política electoral.
Usted, en su cantón, sabe quién ha sido propuesto de parte de ese viejo sistema político enfermo y en degeneración; y quien, por el contrario, ingresa a la contienda electoral municipal con novatez, sí, pero con transparencia, honestidad e ímpetus genuinos por servir a la gente. Este tipo de personas son las que debemos elegir como el nuevo alcalde ó la nueva alcaldesa en nuestros cantones de residencia. Sí, definitivamente, debemos ir a votar este domingo 5 de diciembre.