Quizás Hillary Clinton y Barack Obama deben de poner los golpistas pinochettis a punta de fusil en un avión hasta Dublin para que lo vayan a leer en sus pijamas.
Por su parte, los oligarcas estadounidenses, como Hillary Clinton y Barack Obama, parecen ser irremediablemente casados con la fantasía acostumbrada yanqui de que puedan hacer y deshacer gobiernos a su gusto para siempre en América Latina y el Caribe. Con cada paso falso que dan, Obama y su equipo de política exterior, cada vez más hacen aparecer magisterial al régimen inepto de George W. Bush. Entre sus últimas locuras ha sido la versión propagandística de Hillary Clinton poniéndose “dura” con el brutal régimen golpista en Honduras.
Supuestamente, Clinton llamó por teléfono al gorila-en-jefe Roberto Micheletti para regañarle por no haber cuidado bien al bebé de Clinton y su asesor John Negroponte – el desdichado diálogo mediado por Oscar Arias en Costa Rica. Ese diálogo falso era destinado a fracasar desde un inicio porque fue una contradicción impuesta por Estados Unidos con un intermediario sesgado a favor de los golpistas. La contradicción fue insuperable porque, por un lado, hubo el reconocimiento de hecho del régimen golpista, junto con el rechazo de los cambios fundamentales tan anhelados por el pueblo de Honduras. A la vez, por otro lado, hubo la insistencia continental de América Latina y el Caribe sobre la restitución incondicional de Manuel Zelaya.
Esa insistencia continental surgió del liderazgo de los países del ALBA, que ahora representan la conciencia moral e histórica de la región. El gobierno de Estados Unidos ha sido desesperado para impedir el regreso a Honduras de Manuel Zelaya porque, una vez de regreso, será el Presidente Zelaya quien tendrá la iniciativa, no ellos. En su arrogancia, los funcionarios del Departamento de Estado de Barack Obama no lograron su meta fundamental, una meta que comparten con los golpistas. Esa meta es hacer imposible el cambio radical y urgentemente necesario en Honduras para lograr un orden socio-económico redistributivo y un orden político justo.
Ahora es demasiado tarde para frenar el cambio. Eso ha sido el caso desde el primer día del golpe, porque la única posible resolución duradera de la crisis constitucional en Honduras ahora es una Asamblea Constituyente. Se necesitará un malabarismo político y diplomático sin precedentes para negar ese reclamo justo del pueblo hondureño sin una represión muy violenta. Los próximos días probablemente verán o un parche temporal e inadecuado o el estallido de una violenta represión. Si resulta la represión, Oscar Arias, Hillary Clinton y Barack Obama, simpatizantes de los golpistas, habrán mostrado que moralmente son demasiado podridos para impedirlo.
El gobierno de Estados Unidos definitivamente está manejando la crisis del golpe en Honduras como parte integral de una agresiva actualización de su estrategia de desestabilización regional. Al establecer cinco nuevas bases militares en Colombia, amenazan a Venezuela y a Ecuador. También indican hacia una potencial ocupación militar de la Amazonía. Esa amenaza estratégica ha sido la hipótesis fundamental de las fuerzas armadas de Brasil durante varios años. Ahora Colombia acusa falsamente a Rafael Correa y su gobierno de ser cómplices de las FARC en la guerra civil de Colombia que lleva ahora muchas décadas.
El gobierno de Estados Unidos prepara a Honduras para jugar un papel desestabilizador parecido a lo que juega Colombia en la región andina. El 20 de julio, Marta Alvarado, una golpe-moza del régimen pinochetti en Tegucigalpa, dijo abiertamente “En Honduras se está jugando un papel muy importante en el sentido de que de Honduras depende si continúa la avalancha de los países del ALBA, y también de Honduras depende que los pueblos que están sometidos por estas presiones de los países del ALBA se despierten”.
Esta es, casi palabra por palabra, la lógica-al-revés del Departamento de Estado de Barack Obama. De acuerdo con esta lógica es Venezuela que desestabiliza la región. El golpe nutrido por el gobierno de Estados Unidos, la militarización contraproductiva de la región andina en Colombia, la intensificación de las guerras narcóticas en México por medio del Plan Mérida – nada de eso, nos dicen, desestabiliza la región. No. Para el gobierno de Barack Obama, lo que desestabiliza la región es la alfabetización masiva, programas sanitarias regionales como Misión Milagro, hacer disponible a escala regional créditos para microempresas y pequeños productores, o garantizar la seguridad energética y alimentaria de 20 países de América Latina y el Caribe.
Esa pasmosa, estupenda idiotez es la base actual de la política exterior de Estados Unidos en América Latina. Los fraudulentos, los timadores que producen un fárrago tan estúpidamente mentiroso son las y los representantes de la misma clase política de la oligarquía estadounidense quienes, durante el régimen Bush, mintieron, defraudaron y desregularizaron la economía de Estados Unidos hasta caer en el desastre que ahora aflige todo el mundo. Ahora, bajo campeón habla-doble Barack Obama, los mismos fraudulentos enfocan su mediocre, infinita duplicidad en contra de América Latina.
Así que las y los oligarcas fascistas hondureños reciben el respaldo de sus homólogos regionales en Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Por ejemplo, Eduard Montealegre, el candidato mimado de la embajada estadounidense en Managua ha rechazado la posición digna del Presidente Manuel Zelaya sobre la situación actual en Honduras. Montealegre dijo el 21 de julio, “Nicaragua no puede convertirse en un nido de terroristas, ni en un espacio de insurrección. Por lo tanto yo le pido al ex presidente Zelaya que se vaya de Nicaragua,…”
La mentalidad de estos oligarcas regionales se parece mucho a la de los tiranos sectarios de Ulster en Irlanda quienes, desde el tiempo de Parnell por acá, condenaron Irlanda a la guerra, al conflicto permanente. Las y los oligarcas están decididos de no permitir un cambio democrático para la mayoría empobrecida, que han atormentado durante tantas décadas con una inmiseración desesperadamente inhumana. Es absolutamente claro que la administración desleal e hipócrita de Barack Obama apoya y comparte la misma mentalidad. Lo hace a pesar del peligro ominoso de un conflicto prolongado, quizás una guerra civil, que podría hundir América Central en lo que hasta ahora había parecido ser una catástrofe impensable.
*Especial para ARGENPRESS.info