Un pueblo sin héroes
Jaime Ordóñez
Diario Extra | 6 de setiembre de 2010
Costa Rica es un pueblo con escasos héroes, y poco dado a reconocer pro-hombres y mujeres destacadas. El “igualitarismo hacia abajo”, ramplón y mezquino, y esa mentalidad parroquial y aldeana que hizo huir a Zúñiga, a Yolanda Oreamuno, a Eunice Odio, y a tantos otros, todavía pervive en nuestro pueblo. En pleno siglo XXI Costa Rica sigue siendo un país con pocos arquetipos. Veamos. Salvo don Clorito Picado (reconocido por todos) y quizá don Ricardo y don Cleto (muy queridos hoy día, pero violentamente atacados en su época por sectores obtusos y ultraconservadores), son pocos los que se salvan. Este es un país que no reconoce a quienes le han dado obra, instituciones o ideas importantes.
Como se sabe, matamos a Morazán en una esquina de nuestro Parque Central, y por eso no nos quieren mucho en el resto de Centroamérica. A Castro Madriz mayormente se le desconoce. Alfredo González Flores aún tiene pendiente el espacio que merece en la memoria de esta sociedad. Figueres Ferrer y Calderón Guardia ciertamente se reconocen hoy día como los grandes arquitectos de la segunda mitad del siglo XX, pero sus nombres siguen concitando absurdos odios y malquerencias entre personas que no logran ver el pasado con cierta perspectiva. Incluso figuras tan patriotas con Mora Valverde o Monseñor Sanabria no han recogido el reconocimiento que esta sociedad debería darles. Un último ejemplo escandaloso: don Joaquín García Monge, ese titán que convirtió el Repertorio Americano en el espacio de diálogo intelectual más importante de América Latina es hoy un ilustre desconocido para la mayoría de la población. Repito: somos un pueblo mezquino.
Justamente por eso, es una excelente noticia que veintinueve diputados de la Asamblea Legislativa de Costa Rica hayan firmado en días pasados el Proyecto de Acuerdo N.° 17815 para declarar Héroe Nacional a Juan Rafael Mora Porras. Empresario privado, representante popular, diputado constituyente, vicepresidente y presidente de la República, Mora fue un demócrata en un momento de la historia donde la idea de democracia era apenas germinal. Durante su presidencia de diez años (1849 a 1859) el país fortaleció sus instituciones, amplió las libertades, promovió la industria y el comercio, fundó el Banco Nacional de Costa Rica de propiedad tripartita (inversores privados, fondos estatales y capitales extranjeros) y empezó un lento proceso de integración de la vida agraria a las ciudades.
Sin embargo, su papel más relevante fue la Campaña de 1956-1957 contra el filibusterismo esclavista encabezado por Walker. De no haber sido por Mora, la historia de América Central con seguridad hubiese sido otra. La expulsión de los filibusteros es uno de esos momentos singulares que definen el futuro de una nación, o de un conjunto de países, los cuales suceden muy de tanto en tanto, muy de siglo en siglo. Un año después de dejar el gobierno, en 1860, Mora fue fusilado, como resultado de una intriga absurda y vergonzosa. Es hora de que el país enmiende ese error y pague esa deuda con su memoria.
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Un noble proyecto
Rogelio Ramos Valverde
Tribuna Democrática | 6 de setiembre de 2010
Se ha presentado ante la Asamblea Legislativa, con la firma de 29 diputados, constituyendo la mayoría parlamentaria, un loable proyecto de Acuerdo para declarar a don Juan Rafael Mora, Héroe Nacional; ha recibido la dispensa de trámites. Es muy oportuno. Van a cumplirse 150 años del alevoso asesinato del gran Presidente de la República, el patriota que nos liberó a nosotros, los costarricenses, a los centroamericanos y, por qué no decirlo, a los latinoamericanos, del látigo invasor de los esclavistas sureños de los Estados Unidos.
Distintos pensadores allende nuestras fronteras, al momento mismo de las luchas en Santa Rosa, Rivas y el San Juan, hicieron reconocimientos de esa verticalidad del presidente Mora por librar batallas, alguno de ellos comparando la de Rivas con la de Maratón en los anales de la historia mundial. Otros, al recalar sobre los pliegues de la historia, han dejado suscritas memorables menciones a Costa Rica y su Presidente.
Las proclamas de Juan Rafael Mora dejan testimonio de su vocación de Libertad en una época conmocionada por las disputas de los abolicionistas y esclavistas estadounidenses. Controversias que se tradujeron en la Guerra Civil de los Estados Unidos. Solo un conocimiento de las circunstancias de la política internacional –que Mora sabía por sus relaciones con los mercados mundiales y las guerras en curso sobre todo en Europa– le prepararon para afrontar la catástrofe que significaban los filibusteros de William Walker. Para ello preparó el país con el tiempo necesario.
Establece la Constitución Política en su artículo 121, inciso 16, esta atribución exclusiva del Poder Legislativo: “Conceder la ciudadanía honorífica por servicios notables prestados a la República, y decretar honores a la memoria de las personas cuyas actuaciones eminentes las hubieran hecho acreedoras a esas distinciones”.
La Constitución Política hace una muy clara distinción: la ciudadanía honorífica por un lado, y, por el otro, “honores”, sin establecer a priori a cuáles se refiere. Lo usual ha sido conceder el benemeritazgo, en diferentes ubicaciones, a preclaros hijos de nuestra Patria. Además, el Poder Legislativo ha otorgado reconocimientos a las figuras proceras que en América Latina encabezaron los movimientos de Independencia del siglo XIX.
Cuando ejercí las funciones de diputado, el 14 de abril de 1966 tuve el honor de presentar un proyecto de Acuerdo para honrar la memoria de don Benito Juárez en su lucha por la soberanía mexicana; ese proyecto, recogido luego por el diputado don José Luis Molina Quesada, fue aprobado por la Asamblea Legislativa. De tal manera que es potestad de los señores diputados, amparados al precepto constitucional, establecer el honor que corresponde al candidato propuesto.
La aprobación del Acuerdo legislativo surte los mismos efectos jurídicos que el proyecto de Ley. Su trámite, sin embargo, es distinto: requiere una sola votación y se manda a publicar en el diario oficial La Gaceta sin necesidad del refrendo del Poder Ejecutivo, por ser una potestad exclusiva del Poder Legislativo.
¿Quién mejor muestra en nuestra historia los galardones de Héroe Nacional que don Juan Rafael Mora? Gracias a su tenacidad que impulsó al pueblo de Costa Rica en una guerra santa, pudimos seguir siendo libres con un sistema republicano que nos distingue en el concierto de las naciones, con una paz venturosa como la que hizo mención en su cuarta proclama el presidente Mora, con un congreso de diputados costarricenses que ahora se apresan a restañar la injusticia del fusilamiento del mejor presidente de nuestro país.
Gracias a esa noble iniciativa de los señores diputados, imbuidos del fervor patriótico en este mes de setiembre, con la dispensa de tramites ya aprobada, y dentro de marco del procedimiento legislativo, en una sesión se tomará la votación –ojalá por unanimidad– para dejar testimonio de nuestro amor por la Libertad que fue en la vida, la vocación indeclinable de don Juan Rafael Mora.
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Don Juanito Mora, Héroe Nacional
Julio Suñol
Tribuna Democrática | 4 de setiembre de 2010
Cualquiera puede decir que no hay necesidad de declarar Héroe Nacional a quien de por sí ya lo es.
Alguien podría oponerse a tal declaratoria legislativa, argumentando que don Juan Rafael Mora Porras (Don Juanito), ya está en el corazón de los costarricenses, puesto que fue quien nos salvó de la ocupación extranjera y de la esclavitud perseguida por quienes desde las peores entrañas del Norte nos vieron como fácil presa.
Cualquiera podría creer que está de más cumplir con tal propósito, cuando nadie —o solo muy pocos— podrían dudar de las altas condiciones humanas, políticas y patrióticas de ese personaje increíble que fue tantas cosas a la vez.
Empresario, político, Presidente, diputado, Comandante en Jefe, patriota e iluminado que respondió a los deberes de su destino cuando la patria y toda Centroamérica se vieron acosadas y amenazadas por fuerzas superiores en número y en tecnología militar.
Todo esto fue don Juanito, como cariñosamente lo llamaba el pueblo, y como ese pueblo lo llegó a querer, no obstante que unos cuantos malos hijos del país vieron con satisfacción la traición y el fusilamiento de quien fue víctima propicia de los que le temían y odiaban. Se aprovecharon de errores y cuestionamientos que se le hacían al Presidente por actuaciones suyas y por algunas alegadas incorrecciones. Era humano y como tal no fue un santo, pero su entrega total a la patria lo absolvió de pecados menores.
Lo engañaron. Lo emboscaron. Lo sorprendieron. Y así cumplieron un 30 de setiembre, hace 150 años, el infame objetivo de fusilarlo en El Jobo de Puntarenas. Dos días después asesinarían al general José María Cañas, otro de los héroes de aquellas jornadas.
Pasado siglo y medio de esa gran traición y de ese vilipendio, se justifica la iniciativa tomada ahora por 29 diputados de las distintas tendencias, quienes han propuesto al plenario legislativo que se declare Héroe Nacional a Don Juanito. Y que el Consejo Superior de Educación y el Ministerio respectivo incorporen a los planes docentes de la educación general básica y a la diversificada, el estudio y conocimiento de quien tanta gloria nos dio.
Una declaratoria de Héroe de Puntarenas, también la tomó hace pocos meses el Concejo Municipal de aquella provincia.
Hacen bien los diputados que tomaron esta iniciativa, para no olvidar que nuestra real independencia no se produjo cuando desde Guatemala nos informaron que ya éramos libres del coloniaje español. La independencia nacional en verdad se selló con la sangre derramada por nuestros campesinos descalzos, mal armados, a veces enfermos y vistiendo harapos que, en 1856-1857, marcharon de Santa Rosa a Rivas y San Juan, inspirados en todos los combates y conducidos en la gloriosa Batalla de Rivas por aquel joven presidente que expuso su vida y su hacienda para tener una Costa Rica libre.
Hay algo que se desconoce mucho o que no se explica bastante. Y es que el bucanero y esclavista William Walker, luego de su primera derrota y todavía en sus estertores, escribió un libro titulado La Guerra de Nicaragua. Lo preparó para venderlo y obtener recursos destinados a su segunda entrada al Istmo, al que había llegado con la consigna “de todas o ninguna”. En esa publicación expresa que no se explica cómo fue posible que campesinos de pie en el suelo, mal nutridos y enfermos, fueran capaces de derrotarlo a él, quien había venido a Centro América con una falange de militares de carrera y con soldados de fortuna armados hasta los dientes. Esto es, el agresor de nuestra patria, de toda Centroamérica, es quien reconoce que Mora y sus hombres le propinaron una gran derrota.
Ojalá los diputados que consensuaron esta propuesta y presentaron el proyecto con la firma de 29 de ellos (la mitad más uno de los 57 diputados) logren el apoyo del resto a fin de que esta iniciativa se concrete antes del 30 de setiembre, fecha clave en esta historia.