Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
__________________________________________________________
Pero ese gran dolor que han venido sufriendo nuestros pueblos a lo largo de los últimos veinticinco años de neoliberalismo fundamentalista, hoy, desafortunadamente, alcanza a millones de personas, sobre todo de la clase trabajadora, en los propios Estados Unidos, de cuyos bolsillos saldrá toda esa plata que pagará la “fiesta” de unos pocos. Si ya sabíamos que en ese país, desde antes de que estallara esto que llaman hoy “crisis financiera”, había ya casi 40 millones de personas en la pobreza, imaginemos cuánto crecerá esta cifra.
Los dogmas más “sagrados” del neoliberalismo, se han venido abajo, entre ellos, aquel que planteó la supremacía absoluta del mercado, como el agente que, sin ninguna regulación, regiría la convivencia entre los seres humanos y entre las naciones; en este último caso, a través de los denominados tratados de “libre” comercio (TLC’s).
En realidad, no hay una “crisis financiera” en sí misma. Como tampoco hay una “crisis energética”; ni una “crisis alimentaria”, ni una “crisis climática”, ni una “crisis ecológica”, en cuanto tales y en sí mismas, cada una por su lado. ¡No! Lo que estamos presenciando es una profunda crisis de sistema, del “sistema” capitalista neoliberal, con sus tres elementos esenciales, de profundo carácter depredador.
El elemento perverso de la concentración de la riqueza movida por una codicia desenfrenada, en medio de los más grandes atropellos a los derechos laborales; el elemento de la corrupción que ha carcomido toda la institucionalidad de las democracias, volviéndolas, por ejemplo, en simples torneos electorales donde la manipulación mediática es la que determina quien gana y quién pierde; el elemento que destruye la ecología, nuestro entorno, acabando con bosques, especies de animales, sembrando el hambre y la desolación, destruyendo la agricultura de las naciones y poniendo en riesgo la misma continuidad de toda las formas de vida del planeta, incluso la humana.
Lo que está emergiendo, como imperiosa necesidad para la perpetuación de la humanidad misma, es el posicionamiento de las más diversas alternativas que nos den la oportunidad de vivir, a esta generación y a las venideras, en un mundo mejor, de reducción de las desigualdades, de reconciliación con el ambiente y la ecología, de la generación propia de nuestras capacidades autóctonas de alimentación, de destierro absoluto de todas las formas de corrupción, para que la democracia, vuelva a ser precisamente eso, democracia, con la gente ejerciendo el real poder en la cosa pública.
Estamos presenciando la caída del otro muro. Estamos comprobando que la resistencia del pueblo costarricense, ya bastante larga, a la imposición de ese modelo que hoy vemos derrumbarse, ha sido completamente correcta; porque, precisamente, la famosa “crisis financiera”, lo que hace es demostrar que las decisiones que en otros momentos tomaron políticos costarricenses del pasado eran correctas, cuando a pesar de sus diferentes procedencias político-filosóficas, buscaron la promoción del bien común.
Como ya sabemos, la camarilla gobernante que se corrompió cuando abrazó el neoliberalismo como su “filosofía” política, incluyendo el “libre” mercado y los TLC’s, se resiste a entender que las nuevas fuerzas emergentes, de un modo u otro, terminarán por sacarla del gobierno y del poder.
Su agotamiento, su “cansancio”, su desprecio por la institucionalidad jurídica que esa camarilla creó y que la hace renegar de ella cuando no le funciona como pensaba, nos indican que Costa Rica está madura para cambiar el rumbo hacia la recuperación de todos los valores de una sociedad inspirada en el bien común, la inclusión, la solidaridad, la equidad, la actividad empresarial responsable, el respeto pleno a todos los derechos humanos que nos permiten el desarrollo integral de toda persona humana. Ese es el desafío de la esperanza que tenemos por delante, y sin duda alguna, en unidad, ya estamos en el camino para alcanzarlo.