Por Juan Carlos Paniagua*
No vale la pena, por ahora, entrar en detalle de los reiterados y gastados argumentos antojadizos que la Federación Alianza Evangélica Costarricense pretende lanzar a los diputados y las diputadas que tendrán que discutir y aprobar el Proyecto de Ley Nº 16.390, el cual trata sobre la unión civil y de hecho entre personas del mismo sexo. Además, convocan a una marcha.
Lo que me llamó la atención es la manipulación que este grupo hace, al lanzar una convocatoria en la que señala que gays y lesbianas, de repente y por culpa de esta Ley, se convirtieron en los enemigos número uno del matrimonio, la familia y más aún, léanlo bien, de la paz social.
Lo que no logra uno comprender es de dónde proviene ese odio irracional y ese rechazo violento. ¿Qué fundamento cristiano puede encontrar este grupo para lanzar esa campaña de odio? Lo interesante es que se lee en la publicación que se trata de una marcha “pacífica”.
Desde hace varias décadas, la segunda y tercera generación del Ku Klux Klan (hoy muy representado por el White Christian America) organizaba marchas “_pacíficas_” para sustentar, con discursos, análisis jurídicos y fundamentos religiosos similares a los que se publicaron en La Extra, solo que ya no son los afrodescendientes o afroamericanos, inmigrantes o indígenas los odiados sino, en esta oportunidad, los homosexuales.
Para estas personas, el matrimonio entre personas de distinta etnia o de credo era prohibido y llegaron a ejecutar varios tipos de acción terrorista contra quienes osaban hacerlo. Quemando cruces y con mensajes de odio, salían a marchar “_pacíficamente_”.
Hoy las personas de distintas etnias y credos acceden al matrimonio y, lejos de debilitarse, sigue vigente. En muchos países del mundo las parejas homosexuales acceden al matrimonio en igualdad de condiciones que las heterosexuales y no fue el acabose para la institución del matrimonio. En Costa Rica la población homosexual no busca, por ahora, acceder al matrimonio porque no nos interesa, para nada.
El proyecto de unión civil no es una copia del código de familia. Ni siquiera contempla la adopción ni otros muchos beneficios a los que tiene acceso la población heterosexual. Es un avance en algunos derechos civiles.
Otra cosa que llama mucho la atención es sugerir que los homosexuales están contra la familia. Ya sabemos que hay diversas familias, distintas a la tradicional de mamá, papá y los hijos e hijas. Si las familias están amenazadas no es por los gays ni por las lesbianas. A las familias las amenaza la pauperización de los servicios públicos, la corrupción, la caída del sistema republicano y la entrega de nuestra patria a los intereses de las transnacionales y al capitalismo salvaje en general.
¿De donde creen ustedes que son los gays y las lesbianas? No son de Uranio, son del planeta Tierra y les aseguro que los gays y las lesbianas de todo el mundo son parte de una familia. Yo tengo una familia. Yo amo a mi familia. Y yo no le haría ningún daño a mi familia ni a ninguna otra ejerciendo una ciudadanía cada vez más plena. Tampoco soy una amenaza para la paz social. Afirmar eso es un crimen de odio. No puedo ser una amenaza para la paz social si más bien yo sufro la discriminación cada día, cada minuto, cada respiro que doy. Y la discriminación duele, denigra… ¡mata!
La paz social está amenazada con los pedófilos del clero que se esconden detrás de una sotana y quedan libres. La paz social está amenazada con el enriquecimiento de personas inescrupulosas que, a partir de la ingenuidad y la buena fe de gente humilde, les estafan con falsos milagros. La paz social está amenazada por la falta de equidad de género y de igualdad de oportunidades. La paz social está amenazada por la violencia intrafamiliar. La paz social está amenazada por la delincuencia producto de la pobreza creciente. La paz social está amenazada con estas manifestaciones de odio que induce a que muchos niños, niñas y adolescentes, gays y lesbianas, se suiciden porque se sienten malos y no tienen perdón de Dios. Y se puede seguir señalando más razones, pero nunca me puedo yo imaginar cómo el ejercicio de mis derechos humanos puede ser amenazante para otros.
En fin, seguramente a la marcha convocada para este próximo sábado yo también vaya, pero no porque considere a los homosexuales la causa de todos los males, sino porque soy cristiano católico y creo en el matrimonio y la familia como me lo mostraron mis padres: un espacio de inclusión y de amor incondicional, donde nunca importó que yo sea gay.
Yo lo sé, dentro de algunos años futuras generaciones leerán con horror cómo es que había grupos que se oponían el ejercicio pleno de los derechos humanos de las personas homosexuales y se contarán historias vergonzosas para unos y de heroísmo para otros. Usted, señor diputado y señora diputada, ¿de qué lado de la Historia quiere estar?
* Activista de Derechos Humanos