Por otro, una opinión mayoritaria de que económicamente estamos peor que antes, dadas las restricciones que viven, en términos generales, la abrumadora mayoría de los hogares que, sin duda son los de la clase trabajadora en sus diversas manifestaciones: asalariada con empleo y salario fijos; no asalariada -por cuenta propia y en el mercado informal; y la que está desempleada.
Podríamos hablar también de que debemos incluir a aquella parte de la población propietaria que desde las micro, pequeñas y medianas empresas, viven duras angustias cotidianas para sobrevivir en el mercado desalmado que nos ha sido impuesto por la hegemonía global y nacional dominante.
Es evidente que un gobierno sin perspectiva de inclusión social, que no transite por la senda de la búsqueda, promoción y tutela del bien común; que tolere la injusticia tributaria y que sea carcomido por la corrupción; será un gobierno impopular.
Hace ya bastante tiempo que las últimas administraciones (no gobiernos soberanos) ejecutan la acción gubernativa con una perspectiva de clase que no es la de los sectores populares; sino con la perspectiva de clase plutocrática, la que acumula riqueza en forma acelerada, la que delega en sus cuadros político-gerenciales bien pagados, el ejercicio del poder pero no necesariamente para repartir la riqueza generada por la sociedad con sentido estratégico; sino para mantener el esquema de acumulación sin modificaciones profundas; extractando de los bolsillos de la “_gente de abajo_”, más cantidad de dinero presionando al empobrecimiento, al endeudamiento, a la estrechez y el agobio económicos a segmentos poblacionales como la otrora poderosa clase media, hoy muy arrinconada contra la pared, en situación muy vulnerable.
Por eso es indudable que gobiernos con tal carácter terminen su gestión en total desprestigio, con repudio ciudadano casi que generalizado; incrementando el descrédito popular en los procesos electorales y aumentando la sensación de que “_ya esto no tiene arreglo_”.
El actual Gobierno va a terminar igual, estamos casi seguros de ello. Solamente con cambios estratégicos de rumbo podría ser distinto. Pero esto es como creer en la “_cuadratura del círculo_”. Ante ello, llama la atención la petición de doña Laura dirigida a varios sectores en el sentido de que ella y su gobierno ocupan de una “_tregua_” para lo que le queda de su Gobierno.
En tal sentido ha pedido que los diputados y las diputadas; que las magistradas y los magistrados constitucionales de la Sala Cuarta; que los gremios; y que los intereses corporativos, le permitan cumplir en los dos años que le quedan algunas de sus promesas electorales; por ejemplo, en materia de seguridad ciudadana. Tal petición la denominó “_tregua_”.
En realidad, es poco creíble que tal llamamiento sea genuino. Decimos esto por cuanto la mejor “_tregua_” que este país se merece es la construcción de grandes acuerdos nacionales que nos permitan avanzar hacia nuevas sendas de justicia social, con equidad y con nuevos niveles cualitativos de desarrollo de la democracia, con verdadero sentido participativo. Nosotros pensamos que la señora Presidenta no cree que el Diálogo Social con Negociación Efectiva, en temas-país, merezca una oportunidad sistemática.
Por ejemplo, en el tema tributario y ante el estrepitoso fracaso de su plan fiscal, la señora Presidenta puso oídos sordos a importantes planteamientos, todos muy serios, formulados desde los sectores sindicales, como en el que nos movemos. Un frío, burocrático y escueto acuse de recibo fue la reacción presidencial a planteamientos que le fueran entregados en su despacho. Es evidente que, probablemente, algunos de esos planteamientos colisionan con la esencia de la hegemonía en el poder en este país, no muy diferente a la que vemos, expresarse, con toda dureza, en la Unión Europea (la hegemonía del capital financiero-bancario de signo neoliberal).
Por eso es imposible que desde una perspectiva “_de los y de las de abajo_”, haya tregua posible, aunque es probable que haya algunos episodios futuros de negociación sectoriales y muy particulares, producto de especificidades corporativas.
Está ahora más claro que nunca que los grandes ejes articuladores hacia una sociedad de inclusión y de integración sociales, vendrán ligados a una nueva hegemonía que muestre vocación de poder a la actualmente dominante. Pero eso no se ve en el horizonte y si juzgamos por lo que del lado de los sectores sociales se pueda aportar a la construcción de esa nueva hegemonía, no hay nada alentador por ahora.
Lo que sí inspira es la posibilidad de su construcción y esto es un proceso que saldrá de la movilización ciudadana, misma que no contradice las posibilidades del Diálogo Social con Negociación Efectiva; especialmente cuando entre ambas haya combinaciones con sentido estratégico o que, al menos, aporten en tal sentido. ¿Será el 2014 escenario propicio al efecto?…