El “NO” tuvo una expresión dramática con el “frauduréndum” del 7 de octubre de 2007, mostrando así una revitalización de la sana intención ciudadana por participar, activamente, en la toma de las grandes decisiones nacionales; especialmente marcado esto en el caso de la gigantesca diversidad de grupos, sectores y personas que militamos en el “NO”.
Con las primeras consecuencias negativas a la vista del TLC con Estados Unidos, comprobamos la naturaleza estratégica que tuvo ese gran movimiento cívico-patriótico; y que, a su vez, este movimiento expresaba los puntos más altos de un proceso de acumulación de fuerzas contra el modelo neoliberal que empezó, seriamente, a implantarse en el país a partir de la caída del Muro de Berlín, en 1989, cuando se proclamó por parte de la derecha oligárquica neoliberal y sus latifundios mediáticos, la “muerte de las ideologías”.
La historia está por escribirse, afortunadamente. Ya habrá oportunidad de recordar y reivindicar el papel oportunísimo de los sindicatos (especialmente los de carácter clasista), en esos primeros años de la resistencia “dura” al neoliberalismo; que, por un lado, anuló a la “izquierda clásica” y, por otro, se tomó los partidos Liberación y Unidad, para así formar el binomio político que engendró el TLC con Estados Unidos. Hoy ese TLC ya nos está enseñando su verdadera dimensión.
Ver a jóvenes estudiantes marchando por su derecho a fotocopiar libros para estudiar; escuchar el lloriqueo lastimero del gremio radiofónico porque tendrá que pagar por la música que pasará por sus ondas; la “guerra del atún” que va perdiendo la productora nacional; percibir el grito al cielo de los horticultores embarcados para que dijeran “Sí”; la ofensiva “reguladora” en contra del ICE para debilitarlo al máximo ante la llegada de la “competencia”; son los primeros episodios de un tratado en contra del interés nacional en toda su dimensión, que engullirá aún a quienes lo defendieron con ardor.
Anotamos lo anterior porque las condiciones de crecimiento del campo del “NO” ante tales episodios, auguraban que febrero de 2010 estaría destinado a convertirse en otro escenario estratégico para que las fuerzas de la resistencia patriótica acumuladas en los últimos veinticinco años, llegaran, por lo menos, al Poder Ejecutivo, alcanzando el gobierno del país. Así, la inclusión social, la solidaridad, la real justicia tributaria, la defensa de la ecología, una mejor distribución de la riqueza, la superación de una pobreza “institucionalizada para votar”, entre otros elementos, adquirirían en Costa Rica política de Estado.
Pero no fue así y el dolor que ello nos causa, lo confesamos abiertamente. Soñamos con algo así como la construcción de la “coalición de la vida”, pero nuestra ingenuidad y romanticismo político no midieron el poder de la vanidad, la prepotencia de la egolatría, la ceguedad de la soberbia y el desprecio por la diversidad.
Siete candidaturas presidenciales generadas desde el No al TLC, representan una gran bofetada para miles y miles de costarricenses que, desinteresadamente, dieron los más grandes esfuerzos para articular un bloque sociocívico de nuevo tipo que nos ayudara a enfrentar a la coalición oligárquica en el poder y sus gerencias gubernamentales de los últimos períodos presidenciales.
Sin embargo, estamos optimistas. Nos parece que esta tarea de construcción de articulación estratégica para superar el proyecto político de la oligarquía neoliberal, cogerá gran impulso luego del 7 de febrero de 2010. Nuestro derecho de soñar sigue intacto y el propio sistema político que hoy enceguece expulsará de sus entrañas a quienes hoy le juran lealtad. La construcción de lo nuevo pasa, necesariamente, por esto.