Gracias a las convicciones democráticas del Diario Extra, en el campo del respeto a la Libre Expresión, ANEP publica, semanalmente, en días miércoles, esta columna.
___________________________________________________________
La paradoja es que se basaron en los dictados de varios organismos financieros internacionales como el Banco Mundial, aplicando sus recetas a ciegas. Hoy este mismo banco es una de las entidades que está clamando porque los países recuperen su capacidad interna de producción agrícola.
En Costa Rica la implementación de esas políticas, prácticamente liquidó una de las bases fundamentales de la democracia, según la habíamos entendido y practicado como forma de vida: la agricultura costarricense de granos básicos como el maíz blanco, los frijoles y el arroz, en gran medida.
Estamos hablando de un período que bien podríamos enmarcar entre el año 1983 y este 2008, en el cual ocurrió, a juicio del presbítero Miguel Picado, un verdadero “agricidio”; es decir, un crimen, un asesinato a mansalva, contra la democracia y contra nuestra cultura campesina, contra nuestros agricultores y nuestras agricultoras. El “agricidio” es el homicidio de que fue víctima la agricultura nacional de granos básicos.
Los neoliberales criollos del PLUSC (Liberación-Unidad), luego de que (entre otras jugadas), se tomaron el control del Banco Central (que hasta la fecha no han soltado), plantearon que era mejor importar esos granos porque comprados en el exterior, resultaban más baratos que producirlos en el país. En realidad, fueron más cínicos todavía, indicando que era suficiente con tener los dólares necesarios para adquirir en el mercado internacional esos granos.
Todavía recordamos cómo, en el primer gobierno del señor Oscar Arias, los agricultores que protestaron por ese tipo de decisiones, se manifestaron en el centro de San José, recibiendo una fuerte represión, incluso con gases lacrimógenos. Bien dice el refrán del pueblo que “Dios tarda pero no olvida”.
Las perversidades del neoliberalismo, del libre comercio nefasto, de la globalización anticristiana, de los TLC’s inspirados en estos dogmas que hoy empiezan a caer, tienen a miles y miles de gentes en los países más pobres del planeta, padeciendo hambre porque las reglas del mercado establecen la monstruosidad de que es más rentable utilizar el maíz en producción de combustibles que en comida para esos millones de desposeídos.
Hoy estamos viendo a no pocos fariseos, incluso desde las máximas esferas del presente gobierno, corriendo, desesperados, a hablar de un relanzamiento de la producción nacional de granos básicos; tímidas medidas que, sin profundos cambios estructurales en materia de política pública con perspectiva integral para enfrentar el problema, se quedarán cortas para enfrentar dolorosos escenarios de escasez de alimentos, de precio excesivo de los mismos, de hambrunas incluso. ¿O es que acaso se nos olvidó que en la democrática Costa Rica tenemos ya registros de muerte de niños por hambre?
Minímamente, a los “agricidas” hay que pedirles cuentas. Hay que empezar por identificarlos. Han estado y están en la Casa Presidencial; pasaron por y están todavía en el casi extinto MAG, en el casi desaparecido CNP, en el agredido IDA, casi reducido a su mínima expresión. Y, por supuesto, hay que hacer el juicio a los autores intelectuales del “agricidio”: los “gurúes” de las políticas macroeconómicas de los últimos gobiernos, la misma pandilla que con espíritu de secta ha tenido el control del Banco Central, con la bendición de la “iglesia llorentina”.
El neoliberalismo incrementa su descrédito. No queda duda de cuánta perversidad trae a los pueblos nobles y buenos como el nuestro, este tipo de políticas, consustanciales a los tratados de “libre” comercio al estilo Bush, Arias, Uribe y similares. Afortunadamente, hay un cambio en proceso y_ “ellos”_ no podrán detener el avance de la Gente. Suben desde el sur aires de frescura para nuevas experiencias de democracia con inclusión y solidaridad social. Para ahí vamos, dichosamente.