Esta es una hipótesis que goza de grandísima simpatía entre sectores muy considerables de lo que (admito que de forma imprecisa) podemos reconocer como el progresismo nacional. Este incluye un arco ideológico y político relativamente amplio y heterogéneo: desde el centro hacia la izquierda política, con la posible (auto) exclusión de grupos más extremos.
No es del caso venir a disputar acerca de las atribuciones de malignidad que se les enrostran a los dos bien conocidos hermanos, excepto, quizá, para advertir acerca de la inconveniencia de las posiciones maniqueas que ven un mundo en blanco y negro. Me explico: si bien esos dos señores han dado pruebas de no ser sujetos particularmente nobles y caritativos, en todo caso el hacerlos depositarios del “mal absoluto” comporta el grave riesgo de mirar a sus opositores o adversarios como la encarnación de la “bondad absoluta”. Eso sería seguramente ilusorio y engañoso.
Sin embargo, lo que me interesa enfatizar es más bien la hipótesis que les atribuye un poder total y omnímodo a los dos señores del cuento. A su vez, esto da pie a una hipótesis conspirativa, la cual ha adquirido enorme fuerza persuasiva. Hemos llegado a un punto donde casi cualquier acontecimiento político relevante que tiene lugar en Costa Rica se explica como fruto de una conspiración urdida y controlada, hasta en sus mínimos detalles, por los hermanos Arias.
Las hipótesis conspirativas tienen un talón de Aquiles que no se resuelve fácilmente. Se basan en el supuesto de que hay personas u organizaciones en capacidad de controlar todos los hilos de una realidad social, económica o política, de forma tal que no solo logran el resultado deseado, sino que además suprimen toda contradicción, anulan cualquier desacuerdo y ahogan toda fuente de malestar o disgusto entre quienes son parte de ese proceso conspirativo. Es altamente improbable que nadie pueda lograr tal cosa, ni siquiera en contextos relativamente acotados, y creer que sí se pueda depende de imaginar una realidad mucho más simple y voluble, mucho menos contradictoria y dinámica, de lo que es característico en las sociedades humanas.
Dicho en breve: el mundo en el cual nos movemos es complejo, de forma que, aún cuando en efecto existen fuerzas que tienden a ser dominantes, estas siempre deben bregar con una realidad dinámica y contradictoria que nunca se acomodará fácil ni armoniosamente a sus deseos y designios.
Un ejemplo de esta forma de razonar se encuentra en la insistencia en hacer ver a Laura Chinchilla y su gobierno como marionetas en manos de los Arias. Esa forma de razonar impide captar matices o énfasis que, quizá, alguna importancia podrían tener. Por ejemplo ¿por qué Chinchilla ha establecido una alianza tan estrecha con la institucionalidad religiosa más reaccionaria, mientras en ese terreno Arias prefería mantener cierta distancia? Otra ¿no hay acaso en el gabinete de Chinchilla notables reminiscencias de la administración Figueres Olsen? Dependiendo de los asuntos específicamente implicados, estos aspectos podrían tener alguna importancia o, quizá, no tener ninguna. Lo problemático está en descartarlos a priori y tan a la ligera.
Nada de lo dicho niega que, en efecto, los hermanos Arias han alcanzado un tremendo poder e influencia. Pero probablemente se exagera y se simplifica en exceso cuando se les atribuye capacidad para determinar, sin apenas matiz o contradicción, el curso de todos los asuntos relevantes en Costa Rica.
Quizá el mayor inconveniente que resulta de esta visión es que, con ello, se simplifica en exceso el panorama político nacional y el complejo de las fuerzas e intereses que en este se mueven. Pareciera que, entonces, todo se reduce a combatir a esos dos chicos superpoderosos, cuando posiblemente hay otras fuerzas –quizá menos visibles, pero no necesariamente menos poderosas- que se están moviendo en procura de imponer sus intereses.
Mi propuesta va más bien en el sentido de ver a los Arias como la parte más visible de un entramado de fuerzas políticas, intereses económicos y propuestas ideológicas. Esa es la compleja matriz en que se gesta un proyecto que, tendencialmente, se mueve hacia la radicalización de la propuesta neoliberal de transnacionalización de la economía. En general, el gobierno de Chinchilla y los partidos Liberación y Libertario, son parte de esas mismas fuerzas y de ese mismo proyecto. Pero así pensado el asunto, ello debería proporcionar unos anteojos distintos para escrutar la realidad costarricense actual: esta deja de ser el designio caprichoso y absolutista de un par de malignos hermanos. Lo veremos, en cambio, como el fruto complejo, dinámico y contradictorio de un conjunto de fuerzas en interrelación. Los poderes hoy dominantes seguramente coinciden en algunos intereses y visiones político-ideológicas, pero no necesariamente en todas. Y, en efecto, la realidad no deja de mostrar fisuras más o menos significativas, que, incluso, hoy día se manifiestan alrededor de la minería a cielo abierto en Crucitas, como también lo está haciendo respecto del agua, para mencionar dos ejemplos muy actuales.
Admito que la hipótesis conspirativa tiene una importante ventaja: simplifica grandemente y, entonces, resulta sumamente cómoda desde el punto de vista intelectual. Asunto muy distinto es que aporte una guía confiable para la lucha social y la acción política.
Foto: Costa Rica, Política – El presidente de la República, Óscar Arias, y más atrás su hermano, el ministro de la Presidencia, Rodrigo Arias. / Autor: Mariano Ramírez – LA PRENSA LIBRE
(*especial para ARGENPRESS.info)